Si el domingo pasado el apóstol Tomas nos dejaba una jaculatoria sublime, ¡Señor Mío y Dios Mío! Hoy San Juan nos aporta un grito de esperanza “¡Es el Señor!” El discípulo predilecto lo reconoció desde la barca, cuando Jesús Resucitado estaba al borde de la playa, atizando unas brasas para preparar el desayuno. Nosotros debemos exclamar “¡Es el Señor!” siempre que divisemos a Jesús es el rostro sufriente de muchos hermanos y hermanas que pasan necesidad y nos necesitan. También cuando descubrimos un camino de enseñanza, de compromiso, de ayuda constante. Hemos de esforzarnos por ver el rostro de Jesús en muchos otros rostros y en muchos otros lugares…
Betania
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