Dios dice que amemos a nuestros enemigos, es muy difícil. Pero se puede empezar contando la verdad.
Nadie me había preguntado qué se sentía siendo yo, cuando conté la verdad sobre ello, me sentí libre.
Nadie me había preguntado qué se sentía siendo yo, cuando conté la verdad sobre ello, me sentí libre.
Con estas palabras, en boca de Aibeleen, una criada negra, termina la película Criadas y señoras*. Antes, había dicho ella misma: Creí que podría escribir mis historias y leérselas, sería como escribir mis oraciones… creo que digo mejor lo que pienso si lo escribo.
La escritura es, desde muy antiguo, un acto de resistencia y una opción. También una manera de incorporarse a la historia, sobre todo cuando la historia parece negar un lugar propio. Por eso, escribir desde la condición de mujer, género excluido de los campos de poder e incluso de acción, hace más significativo el hecho y más relevante la resistencia. Lo mismo que hacerlo desde la condición de una raza que es objeto de exclusión y rechazo.
Es el caso de Aibeleen en Criadas y señoras. La película refleja la época de la segregación racial y la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos, desde el punto de vista de las criadas negras. Es la década de los sesenta del siglo pasado. Aibeleen, impulsada por una inquieta joven de buena familia, empezará a contar y a escribir.
Una larga cadena de mujeres, que llega hasta nuestros días, ha escrito y escribe. Escribir desde el margen convierte la palabra en reivindicación, hace política. El margen femenino sigue siendo una orilla desde la que la palabra adquiere una resonancia singular.
Entre los eslabones de la cadena que mantiene la palabra, Teresa de Jesús es uno profundamente luminoso. Como Aibeleen, además de la condición de mujer, Teresa conoce otra de las fronteras, otro límite: la raza. Teresa es de sangre no limpia, judeoconversa.
Explicar qué se sentía siendo yo –decía Aibeleen. Teresa dirá que quiere concertar su desbaratada vida al escribir. Decir, en definitiva, qué sentía, vivía y había experimentado. Sabe perfectamente que es un atrevimiento, también una temeridad. Pero busca la luz por encima de todo, y la verdad. Y sabe que también en ella hay verdad… aunque no sea varón.
Aibeleen cuenta historias de mujeres negras que han trabajado para familias blancas. Las humillaciones que han vivido, las situaciones difíciles que han tenido que afrontar, la incomprensión, el rechazo… también la amistad descubierta y posibilidades de ser no imaginadas. Así, crea un espacio nuevo, al principio casi sin darse cuenta, después asumiendo el riesgo de hacerlo. Un espacio que hace visibles a estas mujeres, que les da voz y acción.
Teresa, en el Libro de las Fundaciones, cuenta también historias de mujeres. Sabe bien qué es una mujer en su mundo, en el que no hay virtud de mujer que no se tenga por sospechosa. Un mundo que ve en la mujer más carne que espíritu, el varón que no pudo ser.
Teresa escribe porque desea entenderse a sí misma y que la entiendan. Para mostrar la verdad de su propia vida y no negar quién es. Querrá después, también, iluminar con su palabra, pero ¿por qué cuenta historias de mujeres?
También Teresa está creando un espacio diferente y funda una nueva realidad. Cuenta historias para decir en voz alta que las mujeres son algo diferente de lo que cree el pensamiento dominante –pensamiento masculino– de su tiempo y para hacerles hueco en la historia. Escribe desde unas coordenadas culturales y una conciencia femenina distinta a la actual, pero al hacerlo reivindica una igual dignidad para hombres y mujeres.
En el Libro de la Vida, ya había dicho: mujeres eran otras y han hecho cosas heroicas por amor de Vos, manifestando la valía de la mujer. En Fundaciones aparece la historia de muchas mujeres: Catalina Godínez, Casilda de Padilla, Beatriz de la Encarnación, Beatriz de la Madre de Dios, Catalina de Cardona o la princesa de Éboli. Basta aquí recordar las palabras que escribe a propósito de Teresa de Laiz quien, recién nacida, casi muere por falta de cuidados, sencillamente por haber nacido niña:
Cosa cierto mucho para llorar, que, sin entender los mortales lo que les está mejor, como los que del todo ignoran los juicios de Dios, no sabiendo los grandes bienes que pueden venir de las hijas… se matan por lo que se habían de alegrar.
Es necesario recordar e insistir sobre la dolorosa situación de la mujer en infinidad de lugares, los abusos que sufre, la opresión a la que está sometida. La desigualdad existe y, sea del tipo que sea, es intrínsecamente violenta. Necesitamos seguir sumando eslabones, escribir y crear espacios de dignidad para todos.
«La peste» sigue activa de diferentes maneras en nuestro mundo. Y, como dijera Rambert, en la novela de Camus: este asunto es asunto de todo el mundo. Es necesaria la palabra, contar historias que pongan rostro, que den paso, que hagan crecer el gran relato de la fraternidad.
* The help originalmente, Historias cruzadas en Hispanoamérica.
Gema Juan Herranz
Juntos andemos
Carmelo de Puzol
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