La entrevista concedida por el Papa en el avión a su regreso de Brasil revela su talante abierto, sencillo, directo, positivo y dialogante ante las preguntas más candentes de nuestro anterior post. Responde a todo.
Primero: Responde sin rodeos, sin rehuír las preguntas.
Segundo: Revela su manera positiva, alegre y evangélica de afrontarlos.
Tercero: Abre una puerta muy clara al tema de la posible reincorporación de los divorciados vueltos a unir a la comunión, un tema que se abordará en otoño. Pone el ejemplo de la Iglesia Ortodoxa que admite una segunda oportunidad y habla de la revisión de las “nulidades”.
Cuarto: Pone la misericordia por encima de la ley en el caso de los pecados individuales y ataca los lobys. Sobre los homosexuales: “¿Quién soy yo para juzgarlos?”
Quinto: Tiene interés de que la mujer participe más activamente en la Iglesia aunque constata y afirma, como nos temíamos, que Juan Pablo II cerró definitivamente la puerta de esta al sacerdocio.
Sexto: insiste en lo de ser obispo de Roma más que primus inter pares, por humildad y para
fomentar el ecumenismo.
Séptimo: Se confiesa, débil, pecador, pero alegre y contento, por lo que pide oraciones.
Octavo: está satisfecho de estar cerca de la gente y no haber utilizado protecciones en Brasil.
Noveno: Se sigue sintiendo jesuita.
Y décimo: Descubre el misterio de su maletín y del libro que le acompaña: uno sobre Teresa de Liesieux, la santa de la “infancia espiritual”, todo un símbolo.
El lector juzgue cuales son las buenas noticias de este modo de ser papa. Yo, la verdad, aunque sabía que hoy por hoy hay cosas inamovibles, me sigo restregando los ojos y me alegro sobremanera de ver un papa como un verdadero hermano, sin mitifacaciones, frágil, alegre, sin miedo y libre, con la fuerza de la sencillez y la autenticidad.
Si quieres ver la entrevista, vela aquí
Pedro Miguel Lamet S.J.
El alegre cansancio
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