Sunday, July 28, 2013

EVANGELIZAR… DE RODILLAS por Javier Leoz


EVANGELIZAR… DE RODILLAS

Por Javier Leoz

El Papa Francisco, siempre sorprendente con sus “perlas homiléticas” advertía en su encuentro con los seminaristas y novicios que, la evangelización, se realiza de rodillas. "La difusión del Evangelio no se asegura ni por el número de personas, ni por el prestigio de las instituciones, ni por la cantidad de recursos disponibles. Jesús mandó a sus discípulos a predicar sin bolsa, sin saco y sin sandalias". Nuestra oración insistente, clarifica y nos abre hacia aquello que, por nosotros mismos, somos incapaces de realizar: Dios de una manera segura, simple y suficiente es capaz de colmar nuestras aspiraciones.

1.- Partiendo entonces de una realidad, la Iglesia no es nuestra sino de Dios y es un campo a cultivar por nosotros pero con la fuerza del Espíritu, no nos queda otra –como mejor futuro para el desarrollo de nuestra siembra- que rezar y colocar nuestros esfuerzos apostólicos en las manos de Dios. Lo contrario, además de egocentrismo, significaría tanto como creer que todo depende de nosotros.

¿Qué se nos exige, para nuestra vida de piedad, en este Año de la Fe?

--Algo tan sencillo como el pedir

--Algo tan natural como pedirlo al Padre

--Algo tan fácil como hacerlo a través de Jesús

--Algo tan imprescindible como el solicitarlo con Fe

--Algo tan comprometedor como el permanecer en El


2. Qué dificultades salen al paso de todo ello

+La falta de sinceridad; cuando pedimos sin hacer ver a Dios los móviles verdaderos de nuestra solicitud. No me conviene, pero se lo pido porque me apetece

+La ausencia de reconciliación; cuando estando rotos por dentro intentamos que sea Dios quien resuelva el caos o la guerra de nuestra existencia interna o externa. Ya que otros me lo han impedido

+El egoísmo; cuando conocedores de que la felicidad no siempre se consigue con el tener, nos precipitamos por acaparar lo indecible. Siempre es más bueno tener que necesitar. Le diré a Dios que me restituya lo que me corresponde.

+La falta de paciencia; cuando ante la esterilidad aparente de nuestras oraciones nos aburrimos de hablar amistosamente con Dios y, convertimos la oración, en un medio de instrumentalización: como no me das… ¡te dejo!

+La incredulidad; cuando surgen dudas e interrogantes sobre el fruto y el valor más profundo de la oración. ¡Para qué voy a rezar si Dios está sordo!

El evangelio, de este domingo, nos trae a la memoria una gran realidad: DIOS SE INTERESA POR NOSOTROS. Es ahí donde, el cristiano, descubre que toda su vida –por ser importante para Dios- cobra nuevo impulso cuando se presenta ante El:

 +cuando


3.- Me viene a la memoria la anécdota de aquel náufrago profundamente creyente que pedía y confiaba mucho en Dios, pero que no supo ver su mano en aquel momento donde, en la soledad de una isla, se debatía entre la vida y la muerte.

Llegó una embarcación y el capitán le invitó a subir a proa; el náufrago le contestó: “váyase tranquilo; yo confío en Dios”. Al día siguiente un submarino se percató de la presencia del accidentado y nuevamente le pidieron que recapacitara en su postura y que embarcase; “váyanse tranquilos…confío plenamente en Dios”. 
Por tercera vez un trasatlántico atisbó las circunstancias trágicas en las que se encontraba el solitario náufrago convidándole una vez más a abandonar la isla. Ante su negativa el crucero siguió su curso.

Cuando pasaron los días y las fuerzas se fueron debilitando el náufrago cerró ojos y se presentó ante Dios increpándole: “¡cómo no has hecho nada por mí en los momentos de peligro” “¿no te das cuenta el ridículo en que me has dejado ante mis familiares y amigos cuando yo tanto esperaba de Ti?”. Dios, sigue esta parábola, le cogió por el hombro y le contestó: “amigo; tres embarcaciones te envié y no quisiste ninguna”.

Que nuestra oración sea como la del agua que, por su persistencia y no por su consistencia, es capaz de romper o erosionar la mayor de las rocas. Que nuestra oración sea, sobre todo, unos prismáticos que nos ayuden a ver y aprovechar los signos de la presencia de Dios en nuestra vida. Dicho de otra manera; que la oración sea esa sensibilidad para ver ciertos golpes de gracia…como la mano certera de Dios a nuestras necesidades.


4.- ¡A TIEMPO Y A DESTIEMPO!
Elevaré  mis ojos hacia el cielo
buscando,  lo que en la tierra, los sentidos
no  me dejan ver o percibir con claridad:
tu  presencia, Señor.
Levantaré  mis manos hacia Ti
porque,  si las utilizo sólo para el mundo
caeré  en la simple actividad vacía de contenido
pero  sin señales de eternidad.
Abriré  mi corazón y, con él, mis entrañas
para  que, en diálogo sincero contigo
me  digas qué camino elegir
por  dónde y cuándo avanzar
de  que equivocaciones retornar
y  en qué he de cimentar mi vivir.

¡A TIEMPO Y A DESTIEMPO!
Aunque,  a primera vista no exista respuesta,
seguiré  rezando y hablando contigo
Aunque,  pasen los días, y las nubes sigan presentes
Aunque,  discurran las noches, y las estrellas no brillen
Aunque,  amanezca la aurora, y el rocío no me sorprenda
Aunque  pida calma, y las tormentas, asolen mi alma

¡A TIEMPO Y A DESTIEMPO!
Confiaré  en Ti, Señor, porque eres palabra que nunca falla
Eres  tesoro y eres vida, eres ilusión y eres esperanza
Eres  futuro y eres presente
Eres  amigo que, en la oración, consuela, levanta
anima,  recompone, fortalece y se entrega
Contigo,  Señor, hasta la muerte
Contigo,  Señor, a tiempo y destiempo
Amén


Betania

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