En Copacabana van surgiendo dos millones de historias que se entrelazan, como los hilos de un enorme y hermoso tapiz
GIACOMO GALEAZZI Y LUCA ROLANDIRÍO DE JANIERO
En esta gran noche de los “Bergoglio-boys” todas las historias de los jóvenes peregrinos se funden en una sola. Así, en la playa de Copacabana, en una explanada llena con alrededor de dos millones de chicos y chicas de todo el planeta, van surgiendo historias que se entrelazan como los hilos de un enorme y hermoso tapiz. Un clochard duerme en una banca del malecón, un grupo de policías que patrullan la zona lo obliga a retirarse con ametralladoras en las manos. Pasan dos chicas con la bandera chilena en los hombros y le dejan un paquete de galletas. Fragmentos de la vigilia de oración a lo largo del litoral más famoso del mundo.Todos esperan a Bergoglio y comparten sus experiencias.
Primero, las dificultades para pagar el costoso viaje, luego, tal vez, una ocasión de trabajo que llegó en el mes de junio ponían en riesgo su presencia en Río. “Se resolvió todo y ahora estoy aquí. Y así, creo que al final tenía que estar aquí”, explicó Emanuele, un joven italiano que se encuentra alojado en “Casa Italia”. Carolina y Carmen, dos voluntarias internacionales (española e italiana), encontraron la hospitalidad en el departamento de Aparecida, una mujer de 86 años. Gianluca, Fabio y Joao (italianos y portugués), fueron recibidos en casa de Lenize y Gjl, una pareja de abogados con tres hijos. Daniele se quedó con Marcos y Silvia, que también ofrecieron su casa a dos chicas (una polaca y la otra argentina), que estaban perdidas por Río, de noche, solas y sin conocerse entre ellas, porque todavía no habían encontrado alojamiento.
La hospitalidad también se ha convertido en una forma para combatir la “globalización de la indiferencia”. Luca Bazzoli, treintañero, se ocupa de organizar eventos en Roma. Después dejó su trabajo para dedicarse por completo a proyectos internacionales de solidaridad. En Río está ayudando a Bárbara, una mujer italiana que vive desde hace 22 años con su marido brasileño en una favela de la ciudad. Luca fundó con algunos amigos italianos una realidad que, tanto en el nombre como en los hechos es “sensacional” (www.sensacional.org) para ayudar a los chicos de los barrios más pobres a que salgan de la indigencia son las propias fuerzas. Luca también vivió en Argentina y en Camboya; ahora opera en una de las favelas más grandes de Río: Rocinha: “Admiro a Francisco y vine a escucharlo para referir en mi nueva comunidad su mensaje de esperanza”, afirmó.
Lucía, de 20 años, llegó desde la diócesis de Roma. “Estar aquí siempre es una fuente que se renueva –explicó. La sensación que he tenido es de acogida: te sientes en tu casa incluso a 10 mil kilómetros de distancia. Quien haya venido con el espíritu adecuado, seguramente volverá a caasa con algo que le hacía falta”. Walmir Junior, de 24 años, eleva los brazos hacia el cielo: “Yo soy pequeño ante esta multitud”. Walmir, con un pasado a las espaldas de “meninho da rua”, convirtió su presente en una licenciatura en la Pontificia Universidad Católica de Río. “Amar al prójimo está fuera de mosa”. Una “provocación” que aceptó Walmir para vivir contra la corriente y gracias a la fe. “Siempre he querido cambiar mi vida, cambiando la de los demás”, subrayó. Y hay un modelo muy claro: Bergoglio.
Vatican Insider
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