¡Vitalidad y esperanza envolvían a todo Río de Janeiro! Millones de jóvenes desconocidos hermanados por la fe. Olvidamos las fronteras. Abrimos nuestras puertas. ¡Abrazamos al Cristo Redentor en nuestros corazones! ¡Así viví la JMJ Río 2013! Déjame compartir contigo una historia de ese inolvidable encuentro, una reflexión sobre la llama de la fe que me acompañó en la intimidad de la oración de Taizé.
Había caído ya la noche y estábamos sentados a la luz de las velas. Una leve brisa y el dulce canto de Taizé se mezclaban con todas las emociones que había vivido durante el día. En esta atmósfera, la vela que sostenía entre manos me hipnotizó y comencé a pensar sobre en qué se parecían la llama de la vela y la llama de la fe. Ambas se consumen para alumbrarme no sólo a mí, sino también a los que me rodean... Ambas se encendieron porque alguien compartió su llama conmigo... Y ambas, contando con una respuesta generosa por mi parte, pueden encender muchas muchísimas llamas más...
También comencé a pensar en qué se diferencian. En cierto momento de la emotiva celebración, empezaron a levantarse los peregrinos para acercarse a venerar un crucifijo. Yo también me levanté, vela en mano. Al incorporarme, lo que había sido una leve brisa mientras estaba sentado se convirtió de repente en un viento amenazador. Veía a mi llama agonizar e instintivamente la protegí con la mano. No quería que se apagara. Cuando por fin mi vela estuvo en alto y mi llama podía haber alumbrado mucho más, la oculté; para protegerla del viento, la oculté y negué su luz a los demás.
¡Cuán diferente debe ser mi actitud, mi llama de la fe, ante las adversidades! No quiero esconderla por miedo a que pueda ser cuestionada. ¡Todo lo contrario! Quiero llevar en mi día a día su luz a donde sea más necesaria. A contracorriente, pero sin miedo ni complejos. ¡Nuestra fe es "antifrágil", se afianza y fortalece cuando muestra su mejor cara a los vientos y mareas de la vida!
La noche era entrada y agradable cuando la oración de Taizé tocaba su fin. Las velas se iban dispersando, camino de la historia personal de cada uno, quizás al son de "Laudate omnes gentes, laudate Dominum". Las velas no se marchaban, eran enviadas. ¡No tengáis miedo, id y haced discípulos a todos los pueblos! Porque si 12 hicieron lo que hicieron, ¿qué podemos hacer nosotros, que somos millones?
Victor Martín Palacios
pastoralsj
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