El Papa reitera que "todo encuentro con Jesús nos cambia la vida"
"Os pregunto a vosotros y a mí mismo: ¿Cuál es tu ánfora interior, la que te aleja de Dios?"
(José M. Vidal).-En su habitual estilo sencillo y cercano, como el párroco del mundo, elPapa Francisco salió a la ventana de San Pedro para ofrecer a los fieles que llenaban la plaza una catequesis sobre la samaritana que pide a Jesús "el agua de la vida eterna". Y recalcó dos lecciones: "Todo encuentro con Jesús nos cambia la vida y nos llena de alegría". Y pidió a todos que repitiesen con él, en voz alta, esas dos lecciones de vida.
Algunas de sus frases
"El encuentro de Jesús con la samaritana"
"Supera las barreras de hostilidad entre los judíos y los samaritanos"
"Rompe los prejuicios contra las mujeres"
"Jesús , con gran delicadeza, entra en el mundo interior de una persona".
"Jesús no tiene miedo. No tiene prejuicios"
"Jesus no la juzga"
"La de Jesus no es tanto una sed de agua, sino de encontrar a la samaritana para abrirle el corazón"
"La Cuaresma es el tiempo oportuno para mirarnos dentro y dejar que sagan nuestras necesidades espirituales"
"La samaritana nos invita a expresarnos: Jesús, dame esa agua que apagará mi sed para siempre"
"El señor es más grande que los prejuicios"
"La misericordia es mayor que el prejuicio" (Lo repite)
"La mujer quedó transformada"
"Está entusiasmada"
"Encontró el agua viva de la misericordia, el agua que buscaba desde siempre"
"Corre a la aldea que la juzgaba, para contar que ha encontrado a un hombre que le ha cambiado la vida"
"Todo encuentro con Jesus nos cambia la vida"
"Dejémos también nosotros nuestra ánfora"
"Todos tenemos un o más de una"
"Os pregunto a vosotros y a mí mismo: ¿Cuál es tu ánfora interior, la que te aleja de Dios?"
"Llamados a testimoniar a nuestros hermanos la alegría del encuentro con Jesus"
Saludos del Papa
"Recordemos las dos frases: Todo encuentro con Jesús nos cambia la vida y nos llena de alegría"
"Digamoslo juntos"
Recuerda la Jornada mundial de la tuberculosis
Recuerda las "24 horas para el Señor", momento penitencial
"Será la fiesta del perdón"
"El perdón que nos da el Señor se debe festejar"
"Como el Padre del hijo pródigo"
Saluda a los fieles de Roma y a los peregrinos
Especialmente a los de Croacia, Alemania, Japón, USA y Ferrol (España).
Texto íntegro de las palabras del Papa:
Queridos hermanos y hermanas,
el Evangelio de hoy nos presenta el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, sucedido en Sicar, junto a un antiguo pozo donde la mujer iba cada día, para sacar agua. Aquel día se encontró a Jesús, sentado, "fatigado por el viaje" (Juan 4, 6). El inmediatamente le dice, "dame de beber" (v 7, 7). De este modo supera las barreras de hostilidad, que existían entre judíos y samaritanos y rompe los esquemas del prejuicio en frente a las mujeres. El simple pedido de Jesús es el inicio de un dialogo sincero, mediante el cual Él, con gran delicadeza, entra en el mundo interior de una persona a la cual, según los esquemas sociales, no tendría ni si quiera que haberle dirigido la palabra. Jesús la pone frente a su realidad, no juzgándola sino haciéndola sentir considerada reconocida, y suscitando asé en ella el deseo de ir más allá de la rutina cotidiana.
Aquella de Jesús era una sed no tanto de agua, sino de encontrar un alma sedienta. Jesús tenía necesidad de encontrar a la samaritana para abrirle el corazón: le pide de beber para poner en evidencia la sed que había en ella misma. La mujer queda tocada por este encuentro: dirige a Jesús aquellas preguntas profundas que todos tenemos dentro, pero que muchas veces ignoramos. ¡También nosotros tenemos tantas preguntas para hacer, pero no encontramos el coraje de dirigirlas a Jesús! La Cuaresma es el tiempo oportuno para mirarse adentro, para ser surgir nuestros deseos espirituales más verdaderos y pedir la ayuda del Señor en la oración. El ejemplo de la samaritana nos invita a expresarnos así, "dame de esa agua así no tendré más sed".
El evangelio dice que los discípulos quedaron maravillados de que su maestro hablara con esa mujer. Pero el Señor es más grande que los prejuicios por eso no tiene temor de detenerse con la samaritana: la misericordia es más grande que el prejuicio. El resultado de aquel encuentro junto al pozo fue que la mujer fue transformada: "dejó su cántaro" (v 28) y corre a la ciudad a contar su experiencia extraordinaria. Había ido a buscar agua del pozo, y ha encontrado otra agua, el agua viva de la misericordia que salta hasta la vida eterna. ¡Ha encontrado el agua que buscaba desde siempre!, corre al pueblo, aquel pueblo que la juzgaba y la rechazaba, y anuncia que ha encontrado al Mesías: uno que le ha cambiado la vida.
En este evangelio encontramos también nosotros el estímulo para "dejar nuestro cántaro", símbolo de todo lo que aparentemente es importante pero que pierde valor frente al "amor de Dios", que "ha estado derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado" (Rm 5,5). Estamos llamados a redescubrir la importancia y el sentido de nuestra vida cristiana, iniciada en el bautismo y como la samaritana, ha de dar testimonio a nuestros hermanos, de la alegría del encuentro con Jesús y las maravillas que su amor, realiza en nuestra existencia.
RD
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La mujer samaritana fue a buscar agua del pozo y encontró en Jesús el agua viva de la misericordia; encontró lo que buscaba desde siempre, y volvió a los que la juzgaban y rechazaban para anunciarles que había encontrado uno que le ha cambiado la vida.
En otro domingo lluvioso Francisco Papa rezó el Ángelus con miles de fieles y peregrinos en la plaza de San Pedro. Se refirió al Evangelio del encuentro de Jesús con la Samaritana. Jesús pide a la samaritana que le de beber. Con esto “supera las barreras de hostilidad... y rompe los esquemas del prejuicio frente a las mujeres”. Jesús le pide de beber para poner en evidencia “la sed que había en ella misma".
Dijo Francisco: “En este evangelio encontramos también nosotros el estímulo para “dejar nuestro cántaro”, símbolo de todo lo que aparentemente es importante pero que pierde valor frente al “amor de Dios”, que “ha estado derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,5). Estamos llamados a redescubrir la importancia y el sentido de nuestra vida cristiana, iniciada en el bautismo y como la samaritana, ha de dar testimonio a nuestros hermanos, de la alegría del encuentro con Jesús y las maravillas que su amor, realiza en nuestra existencia”.
Después de la oración del Ángelus el Papa invitó a pedir por todas las personas golpeadas por la tuberculosis y por cuantos las sostienen de diversos modos y exhortó a participar el próximo viernes y sábado en la celebración penitencial que se realizará en muchas diócesis y parroquias del mundo. “Será una fiesta del perdón”.
En otro domingo lluvioso Francisco Papa rezó el Ángelus con miles de fieles y peregrinos en la plaza de San Pedro. Se refirió al Evangelio del encuentro de Jesús con la Samaritana. Jesús pide a la samaritana que le de beber. Con esto “supera las barreras de hostilidad... y rompe los esquemas del prejuicio frente a las mujeres”. Jesús le pide de beber para poner en evidencia “la sed que había en ella misma".
Dijo Francisco: “En este evangelio encontramos también nosotros el estímulo para “dejar nuestro cántaro”, símbolo de todo lo que aparentemente es importante pero que pierde valor frente al “amor de Dios”, que “ha estado derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,5). Estamos llamados a redescubrir la importancia y el sentido de nuestra vida cristiana, iniciada en el bautismo y como la samaritana, ha de dar testimonio a nuestros hermanos, de la alegría del encuentro con Jesús y las maravillas que su amor, realiza en nuestra existencia”.
Después de la oración del Ángelus el Papa invitó a pedir por todas las personas golpeadas por la tuberculosis y por cuantos las sostienen de diversos modos y exhortó a participar el próximo viernes y sábado en la celebración penitencial que se realizará en muchas diócesis y parroquias del mundo. “Será una fiesta del perdón”.
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Palabras del Papa (texto completo):
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
el Evangelio de hoy nos presenta el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, sucedido en Sicar, junto a un antiguo pozo donde la mujer iba cada día, para sacar agua. Aquel día se encontró a Jesús, sentado, “fatigado por el viaje” (Juan 4, 6). El inmediatamente le dice, “dame de beber” (v 7, 7). De este modo supera las barreras de hostilidad, que existían entre judíos y samaritanos y rompe los esquemas del prejuicio en frente a las mujeres. El simple pedido de Jesús es el inicio de un dialogo sincero, mediante el cual Él, con gran delicadeza, entra en el mundo interior de una persona a la cual, según los esquemas sociales, no tendría ni si quiera que haberle dirigido la palabra. Pero Jesús lo hace, eh? Jesús no tiene miedo. Jesús cuando ve una persona va adelante porque ama, nos ama a todos, no pasa de largo jamás ante una persona por prejuicios. Jesús pone a la samaritana frente a su realidad, no juzgándola sino haciéndola sentir considerada, reconocida, y suscitando así en ella el deseo de ir más allá de la rutina cotidiana.
Aquella de Jesús era una sed no tanto de agua, sino de encontrar un alma sedienta. Jesús tenía necesidad de encontrar a la samaritana para abrirle el corazón: le pide de beber para poner en evidencia la sed que había en ella misma. La mujer queda tocada por este encuentro: dirige a Jesús aquellas preguntas profundas que todos tenemos dentro, pero que muchas veces ignoramos.
Queridos hermanos y hermanas, ¡también nosotros tenemos tantas preguntas para hacer, pero no encontramos el coraje de dirigirlas a Jesús! La Cuaresma es el tiempo oportuno para mirarse dentro, para hacer surgir nuestros deseos espirituales más verdaderos y pedir la ayuda del Señor en la oración. El ejemplo de la samaritana nos invita a expresarnos así: “ Jesús dame de esa agua así no tendré más sed”.
El evangelio dice que los discípulos quedaron maravillados de que su maestro hablara con esa mujer. Pero el Señor es más grande que los prejuicios, por eso no tiene temor de detenerse con la samaritana: la misericordia es más grande que el prejuicio. La misericordia es más grande que el prejuicio, esto tenemos que aprenderlo bien, eh? La misericordia es más grande que el prejuicio y Jesús es tan misericordioso, tanto. El resultado de aquel encuentro junto al pozo fue que la mujer fue transformada: “dejó su cántaro” (v 28) y corre a la ciudad a contar su experiencia extraordinaria. He encontrado un hombre que me ha dicho todas la cosas que yo he hecho, quizás es el Mesías. ¡Estaba entusiasmada! Había ido a buscar agua del pozo, y ha encontrado otra agua, el agua viva de la misericordia que salta hasta la vida eterna. ¡Ha encontrado el agua que buscaba desde siempre!, corre al pueblo, aquel pueblo que la juzgaba y la rechazaba, y anuncia que ha encontrado al Mesías: uno que le ha cambiado la vida. Porque cada encuentro con Jesús, nos cambia la vida, siempre un paso más adelante, un paso más cerca de Dios. Y así cada encuentro con Jesús nos cambia la vida. Siempre, eh? ¡Siempre es así!
En este evangelio encontramos también nosotros el estímulo para “dejar nuestro cántaro”, símbolo de todo lo que aparentemente es importante, pero que pierde valor frente al “amor de Dios”. Todos tenemos uno, todos tenemos uno o más de uno eh? Yo les pregunto a ustedes, también a mí: cuál es tu cántaro interior, aquel que te pesa, aquel que te aleja de Dios? Dejémoslo un poco aparte y con el corazón sintamos la voz de Jesús que nos ofrece otra agua, otra agua que nos acerca al Señor.
Estamos llamados a redescubrir la importancia y el sentido de nuestra vida cristiana, iniciada en el bautismo y como la samaritana, ha dar testimonio a nuestros hermanos de la alegría del encuentro con Jesús; testimoniar la alegría del encuentro.
Cada encuentro con Jesús nos cambia la vida. También cada encuentro con Jesús nos llena de alegría, aquella alegría interior que nos viene. Y así el Señor hace estas cosas maravillosas. El Señor sabe actuar en nuestro corazón cuando nosotros somos valientes y dejamos aparte nuestro cántaro.
Después de la oración mariana el Santo Padre añadió:
Queridos hermanos y hermanas,
Mañana se celebra la Jornada Mundial de la Tuberculosis: recemos por todas las personas afectadas por esta enfermedad, y por todos ellos que en diverso modo les apoyan.
Viernes y sábado próximos viviremos un momento especial penitencial, llamado “24 horas para el Señor”. Iniciará con la Celebración en la Basílica de San Pedro, el viernes por la tarde, después en la noche algunas iglesias del centro de Roma estarán abiertas para rezar y para las confesiones. Será una fiesta del perdón, que tendrá lugar también en muchas diócesis y parroquias del mundo.
Y ahora les saludo a todos de corazón, fieles de Roma y peregrinos de tantos países, en particular aquellos de Zagreb y Zadara en Croacia, y de Bocholt en Alemania; el colegio “Capitanio” de Seto_Shi, en Japón, los estudiantes del Illinois (EEUU de America) y aquellos de Ferrol, España.
Saludo a la comunidad del Pontificio Colegio Alemán-Húngaro, los responsables nacionales de la FUCI, los catequistas venidos por el curso de “Arte visual y catequesis”, y los participantes de la convención titulado “En el concebido: el rostro de Jesús”.
Un saludo a los grupos de fieles de Altamura, Matera, Treviglio, Florencia, Salerno, Venecia, Santa Severina y Verdellino; a los chicos de Cembra y Lavis, y a aquellos de Conversano, a los niños de Vallemare (Pescara); a los scout de Castillo San Pedro; a los estudiantes de Cagliari y de Gioia Tauro; al grupo de chicos de catorce años de Milán.
Saludo finalmente al Centro de Servicio para el Voluntariado, al círculo ACLI de Masate, a la Asociación Familia Murialdo, de Nápoles; la Policía Municipal di Orvieto.
A todos les deseo un buen domingo y un buen almuerzo. ¡Hasta la vista!
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
el Evangelio de hoy nos presenta el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, sucedido en Sicar, junto a un antiguo pozo donde la mujer iba cada día, para sacar agua. Aquel día se encontró a Jesús, sentado, “fatigado por el viaje” (Juan 4, 6). El inmediatamente le dice, “dame de beber” (v 7, 7). De este modo supera las barreras de hostilidad, que existían entre judíos y samaritanos y rompe los esquemas del prejuicio en frente a las mujeres. El simple pedido de Jesús es el inicio de un dialogo sincero, mediante el cual Él, con gran delicadeza, entra en el mundo interior de una persona a la cual, según los esquemas sociales, no tendría ni si quiera que haberle dirigido la palabra. Pero Jesús lo hace, eh? Jesús no tiene miedo. Jesús cuando ve una persona va adelante porque ama, nos ama a todos, no pasa de largo jamás ante una persona por prejuicios. Jesús pone a la samaritana frente a su realidad, no juzgándola sino haciéndola sentir considerada, reconocida, y suscitando así en ella el deseo de ir más allá de la rutina cotidiana.
Aquella de Jesús era una sed no tanto de agua, sino de encontrar un alma sedienta. Jesús tenía necesidad de encontrar a la samaritana para abrirle el corazón: le pide de beber para poner en evidencia la sed que había en ella misma. La mujer queda tocada por este encuentro: dirige a Jesús aquellas preguntas profundas que todos tenemos dentro, pero que muchas veces ignoramos.
Queridos hermanos y hermanas, ¡también nosotros tenemos tantas preguntas para hacer, pero no encontramos el coraje de dirigirlas a Jesús! La Cuaresma es el tiempo oportuno para mirarse dentro, para hacer surgir nuestros deseos espirituales más verdaderos y pedir la ayuda del Señor en la oración. El ejemplo de la samaritana nos invita a expresarnos así: “ Jesús dame de esa agua así no tendré más sed”.
El evangelio dice que los discípulos quedaron maravillados de que su maestro hablara con esa mujer. Pero el Señor es más grande que los prejuicios, por eso no tiene temor de detenerse con la samaritana: la misericordia es más grande que el prejuicio. La misericordia es más grande que el prejuicio, esto tenemos que aprenderlo bien, eh? La misericordia es más grande que el prejuicio y Jesús es tan misericordioso, tanto. El resultado de aquel encuentro junto al pozo fue que la mujer fue transformada: “dejó su cántaro” (v 28) y corre a la ciudad a contar su experiencia extraordinaria. He encontrado un hombre que me ha dicho todas la cosas que yo he hecho, quizás es el Mesías. ¡Estaba entusiasmada! Había ido a buscar agua del pozo, y ha encontrado otra agua, el agua viva de la misericordia que salta hasta la vida eterna. ¡Ha encontrado el agua que buscaba desde siempre!, corre al pueblo, aquel pueblo que la juzgaba y la rechazaba, y anuncia que ha encontrado al Mesías: uno que le ha cambiado la vida. Porque cada encuentro con Jesús, nos cambia la vida, siempre un paso más adelante, un paso más cerca de Dios. Y así cada encuentro con Jesús nos cambia la vida. Siempre, eh? ¡Siempre es así!
En este evangelio encontramos también nosotros el estímulo para “dejar nuestro cántaro”, símbolo de todo lo que aparentemente es importante, pero que pierde valor frente al “amor de Dios”. Todos tenemos uno, todos tenemos uno o más de uno eh? Yo les pregunto a ustedes, también a mí: cuál es tu cántaro interior, aquel que te pesa, aquel que te aleja de Dios? Dejémoslo un poco aparte y con el corazón sintamos la voz de Jesús que nos ofrece otra agua, otra agua que nos acerca al Señor.
Estamos llamados a redescubrir la importancia y el sentido de nuestra vida cristiana, iniciada en el bautismo y como la samaritana, ha dar testimonio a nuestros hermanos de la alegría del encuentro con Jesús; testimoniar la alegría del encuentro.
Cada encuentro con Jesús nos cambia la vida. También cada encuentro con Jesús nos llena de alegría, aquella alegría interior que nos viene. Y así el Señor hace estas cosas maravillosas. El Señor sabe actuar en nuestro corazón cuando nosotros somos valientes y dejamos aparte nuestro cántaro.
Después de la oración mariana el Santo Padre añadió:
Queridos hermanos y hermanas,
Mañana se celebra la Jornada Mundial de la Tuberculosis: recemos por todas las personas afectadas por esta enfermedad, y por todos ellos que en diverso modo les apoyan.
Viernes y sábado próximos viviremos un momento especial penitencial, llamado “24 horas para el Señor”. Iniciará con la Celebración en la Basílica de San Pedro, el viernes por la tarde, después en la noche algunas iglesias del centro de Roma estarán abiertas para rezar y para las confesiones. Será una fiesta del perdón, que tendrá lugar también en muchas diócesis y parroquias del mundo.
Y ahora les saludo a todos de corazón, fieles de Roma y peregrinos de tantos países, en particular aquellos de Zagreb y Zadara en Croacia, y de Bocholt en Alemania; el colegio “Capitanio” de Seto_Shi, en Japón, los estudiantes del Illinois (EEUU de America) y aquellos de Ferrol, España.
Saludo a la comunidad del Pontificio Colegio Alemán-Húngaro, los responsables nacionales de la FUCI, los catequistas venidos por el curso de “Arte visual y catequesis”, y los participantes de la convención titulado “En el concebido: el rostro de Jesús”.
Un saludo a los grupos de fieles de Altamura, Matera, Treviglio, Florencia, Salerno, Venecia, Santa Severina y Verdellino; a los chicos de Cembra y Lavis, y a aquellos de Conversano, a los niños de Vallemare (Pescara); a los scout de Castillo San Pedro; a los estudiantes de Cagliari y de Gioia Tauro; al grupo de chicos de catorce años de Milán.
Saludo finalmente al Centro de Servicio para el Voluntariado, al círculo ACLI de Masate, a la Asociación Familia Murialdo, de Nápoles; la Policía Municipal di Orvieto.
A todos les deseo un buen domingo y un buen almuerzo. ¡Hasta la vista!
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