EL CÁNTARO
Por José María Maruri, SJ
1.- Esta escena tiene todo el prosaísmo de un día vulgar, un mediodía cualquiera, y la poesía de un encuentro. Hay dos personas esenciales, Jesús y la samaritana, y un interlocutor, mudo, entre Dios y el hombre: ¡el cántaro!
--un cántaro vulgar, porque es un día más en la vida de la samaritana y porque Dios se hace el encontradizo junto al brocal de un pozo, o de un despacho, o en la clase, o en la barra del bar, o en la cocina porque “también entre los pucheros anda Dios...”
--un cántaro rojizo, como avergonzado de las verdades que las vecinas dicen chismorreando de la samaritana, que huye de esas verdades yendo al pozo cuando no hay chismorreos, que a chismorreos nos suenan las verdades que un amigo sincero nos dice de nuestra conducta, cuando no queremos vernos sinceramente, como la samaritana.
--un cántaro vacío objeto de las iras de su ama cuando lo encuentra sin agua, porque hay que llenarlo constantemente, porque rezuma demasiado, porque no quita la sed, porque parece un secante, que no hay nada que nos satisfaga, ni cinco maridos, ni un amante, que es de la otra agua que necesitamos, agua viva que se hace fuente en el corazón, agua que solo da Dios.
--un cántaro traído y llevado con viveza por esta mujer, de rompe y rasga, que se ríe del judío que le ofrece agua sin tener cubo ni cuerda, para no tener que venir a buscarla, que cuando se ve acorralada saca viejos problemas teológicos del culto a Dios, como último escape antes de abrir los ojos con sinceridad, apela al Mesías que va a venir a aclararlo todo, como si dijera “esperemos que el Mesías lo aclare todo, ¿vale?”
2.- Como anguilas nos escapamos del Señor cuando nos busca para hacernos sinceros, porque Jesús no catequizó a la samaritana para convertirla al judaísmo, la quiso samaritana y sincera consigo misma. Porque el único culto que quiere Dios es en verdad y en espíritu, no de cumplido, no de resabios teológicos, no de críticas a como dan el culto los demás, culto sincero de corazón, anhelando escuchar a Dios, así no habría misa aburrida.
3.- En fin, un cántaro olvidado junto al pozo, porque algo ha roto la monotonía de aquel vulgar día de la samaritana. Dios se ha derramado en su corazón como el agua en la esponja. Y ha sentido que pesar de todo Dios si está con ella y ya no le importan las comidillas de las vecinas y corre a su encuentro a comunicarlas su alegría.
4.- ¿No nos tropezaremos un día con Dios junto al pozo y sentiremos también nosotros que es verdad que a pesar de todo Dios está conmigo? Y allá quedan Jesús y el cántaro junto al pozo. Cansados de tanto ir y venir. El cántaro sin ganas de que lo llenen de nuevo de agua que no quita la sed. Jesús sin apetito ninguno por la alegría de ver a aquella samaritana al fin sincera consigo misma y con Dios
La entrada de los apóstoles en escena es como la de los payasos del circo que no saben ni lo que pasa, ni de qué va, porque el contacto de Dios con el corazón del hombre es demasiado secreto para que nadie de fuera lo comprenda.
Betania
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