Mt 6, 24-34
La lectura de hoy se ha saltado tres temas importantísimos del sermón del monte de Mateo: limosna, oración y ayuno. Los trataremos en los domingos de cuaresma que estamos a punto de empezar. Hoy podríamos comenzar el comentario como nos indicaba el evangelio los domingos pasados: habéis oído lo que dice el evangelio, pero yo os digo. Tenemos obligación de preocuparnos por el sustento y por el vestido. Y no solo por el nuestro, sino porque a ningún ser humano le falte lo necesario para vivir dignamente.
Es muy probable que esta idea de vivir sin preocupaciones por el mañana, surgiera en la primera comunidad como consecuencia de una convicción de la inmediata llegada del fin. Si la parusía iba a llegar hoy, no tenía mucho sentido preocuparse por el mañana. Este ambiente parece que fue generalizado, pero debió durar muy poco, porque Pablo ya decía a una comunidad (2 Tes 3,10) "el que no trabaje, que no coma".
Lo que nos pide Jesús es un equilibrio entre lo material y lo espiritual, muy difícil de conseguir. Se puede pecar por los dos extremos. Podemos estar volcados sobre lo material buscando solo asegurar la vida biológica y olvidarnos de que somos mucho más que simple biología. O por otra parte, despreocuparnos completamente de procurar lo que es imprescindible para la vida, una vida que tengo obligación de mantener.
No puede pedirnos Jesús que nos despreocupemos de las cosas materiales sino que no nos agobiemos por satisfacer esas necesidades. Tenemos obligación de procurar lo necesario para la vida, pero sin poner el objetivo de la existencia en ello. Comer para vivir y no vivir para comer. Es decir, preocuparme por satisfacer las necesidades de mi cuerpo, pero no quedarme simplemente en eso, sino buscar mi plenitud como persona.
Debemos tomar conciencia, como Jesús, de que las exigencias de mi verdadero ser están por delante de todas las exigencias biológicas y sicológicas. Mientras no descubra mi verdadero ser y sus exigencias, será inútil que me dedique a hacer programaciones extrañas o a renunciar a lo que sigo pensando que es lo más importante para mí.
Para asegurar que se cumpla el objetivo final de cada instinto, para garantizarlo, la evolución ha desarrollado el placer que lleva consigo. Sin embargo, el ser humano puede desligar uno de otro. En el caso del alimento, el hombre puede comer solo para disfrutar del placer, sin buscar el aspecto de alimentación e incluso yendo en contra de la salud del cuerpo. En este caso, ponemos nuestra inteligencia superior al servicio de la parte inferior, estamos tergiversando el instinto. Esto los animales no lo pueden hacer.
El espectacular desarrollo del cerebro permite al hombre conseguir, con mayor facilidad que los animales, lo necesario para mantener la salud; de este modo, puede emplear tiempo y energías para desarrollar su capacidad mental, que le permite crecer en humanidad. Este crecimiento espiritual es, en este estadio de la evolución, su verdadero objetivo. Si olvidando esta posibilidad, se encierra en su animalidad, por mucho placer que pueda proporcionarle, se quedará sin alcanzar su última y verdadera meta.
El problema está en que una vez que me he acostumbrado a buscar el placer sensorial, cada vez que prive a un sentido o instinto de ese placer sensible, el organismo biológico responderá causando dolor. Superar ese dolor es imprescindible si de verdad quiero llegar a una plenitud humano. La única manera de superarlo es tener claro cuál es mi verdadero objetivo y descubrir las ventajas de ese esfuerzo que me traerá otra clase de satisfacciones mucho más profundas y humanas.
No podéis servir a Dios y al dinero. "Mammona" era el dios dinero. No está haciendo la comparación de una cosa y Dios, sino la contraposición entre dos dioses. La traducción que mejor reflejaría el texto griego podría ser: no podéis servir al dios Mammon y al verdadero Dios. Se trata de un servicio de adoración y sumisión. No quiere decir que usar el dinero sea idolatría. Lo que nos destroza es convertirnos en esclavos del dinero.
Servir a Dios no significa machacarse en aras de un ser superior que me exige pleitesía y vasallaje. Así lo entendieron los humanos durante mucho tiempo. Se trata de llegar al máximo posible de mi plenitud. Dios no puede querer de mí nada para Él. No se trata de sacrificarse, sino de descubrir qué es lo mejor para mí sin caer en la trampa de conformarme con una vida puramente animal, por placentera que sea. Descubrir que mi plenitud está en servir a los demás preocupándome de que también puedan vivir.
Mirad las aves del cielo, mirad los lirios del campo. Hay que tener mucho cuidado con los ejemplos de los lirios y los pájaros. La comparación está hecha desde la idea de un Dios intervencionista, que influye directa y puntualmente en todos los acontecimientos de la historia, sean cósmicos o minúsculos. No somos lirios. Tenemos la obligación de "ocuparnos" de las necesidades que nuestra biología exige. Tampoco somos pájaros, pero fijaros que los pájaros ya se ocupan de buscar el alimento cada día.
Hoy podemos darle un nuevo sentido al texto tomando conciencia de que la tierra produce alimento para todos. Si la comida no llega a todos, o es porque no se busca con ahínco o es porque alguno la acapara. En el caso del hombre tiene además la inteligencia necesaria para producirla, aunque también tiene el egoísmo de no dejar que llegue a los demás; o de no hacer lo necesario para que llegue a todos. Incluso se ha llegado al disparate de preferir destruirla a facilitar la llegada al que la necesita.
Con frecuencia se ha predicado una engañosa confianza en Dios, esperando de Él todo lo que necesitamos aún en los aspectos más peregrinos. De muchos santos se ha alabado esta confianza en Dios. Incluso se ha sugerido que esa era la auténtica confianza. El dejar en manos de Dios el satisfacer mis necesidades biológicas es una falta total de responsabilidad, y si en alguna ocasión se ha interpretado que Dios accedía a esas necesidades, no es más que una mala interpretación de los acontecimientos.
No estéis agobiados pensando qué vais a comer o qué vais a vestir. Cinco veces se repite la palabra "agobio" en el texto. La importancia de este mensaje estriba en que entre todas las necesidades biológicas, las más perentorias para un ser humano son la comida y el vestido. Si las necesidades más urgentes no nos tienen que preocupar en exceso, mucho menos todas las restantes que no llegan a tener esa urgencia.
Buscar primero el Reino de Dios. El Reino no es nada externo que viene de fuera, ni nada que afecte a mi aspecto biológico. El Reino es Dios mismo como fundamento inquebrantable de mi ser. Todo lo demás no afecta a lo que realmente soy. Lo consiga o no lo consiga, mi verdadero yo no quedará afectado para nada. Aunque me falte la comida hasta morir de hambre, puedo seguir en mi plenitud de humanidad.
A cada día le basta su afán. Vivir el presente es la única manera de escapar a las tenazas del ego, siempre intentando hacernos ver que si no lo potenciamos quedaremos sin consistencia. Todos los agobios proceden del falso yo, que pretende acaparar la atención y no deja espacio para descubrir lo que somos realmente.
Meditación-contemplación
Somos mucho más que lirios o gorriones.
Ellos colman su existencia desplegando su biología.
En nosotros la biología no es el objetivo último.
Es necesaria pero no es lo más importante.
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Si eres un ser humano, tu plenitud estará en lo humano.
Tienes que ocuparte y preocuparte de tu biología,
pero debes tomar conciencia de tus posibilidades,
más allá de un perfecto estado biológico.
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No hay oposición entre mi biología y mi espiritualidad.
Jesús me pide una valoración adecuada de cada una.
Lo espiritual sería imposible sin lo biológico.
Lo biológico cobra pleno sentido si se ordena a lo espiritual.
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Fray Marcos
Fe Adulta
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