"Dirige tu mirada al interior y encontrarás mil regiones de ti mismo aún por descubrir. Recórrelas y serás experto en cosmografía doméstica" (Thoreau)
2 de marzo, domingo VIII de TO
Mt 6, 24-34
-"Fijaos en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni recogen en graneros y, sin embargo, vuestro Padre del cielo las alimenta".-"Así pues, no os preocupéis del mañana, que el mañana se preocupará de sí. A cada día le basta su problema".
Lo escribió el poeta romano Horacio (Odas, I, 11) cuando se percató de que la vida es breve y fugitiva, y que no debía en consecuencia malgastarla: "Carpe diem, "aprovecha el momento". Fue leyenda y memoria con Tempus fugit en las esferas de los relojes. El griego Seikilos los cantó en un breve poema acerca de la fugacidad de la vida, dedicado a su esposa Euterpe: "Mientras vivas alégrate,/ que nada te perturbe,/ la vida es demasiado corta,/ y el tiempo pasa la factura".
Las horas se desmoronan como castillos de naipes en nuestros relojes y los días huyen de los calendarios, aceleradas por el estruendo de nuestras prisas. Diderot lo pensaba en términos solidarios de fraternité revolucionaria: El hombre más feliz es aquel que hace la felicidad de una mayor cantidad de gente".
Viktor Sklovski, formalista ruso, describió en Cine y Lenguaje el riesgo de una sociedad ensimismada diseñando una historia cerrada y mezquina: "Volamos a través del mundo como los personajes de Julio Verne 'a través del espacio cósmico en el vientre de un rayo'. Mas nuestro rayo no tiene ventanas".
Pero el aquí y ahora horaciano no es solo un limbo terrestre donde se sueña la realidad, sino donde se la vive. Vivir el momento presente a tope, conscientes de la resposabilidad personal que en él está implicada. Sin esperarlo todo de una divina Providencia que puede llevarnos a la manipulación camuflada de la confianza. El "Dios proveerá", "lo que Dios quiera", puede convertirse en la sonada desvergüenza de Pilatos lavándonos las manos de todos los problemas.
Esta invitación a confiar del Texto Bíblico, no nos excusa de la obligación de estar diariamente en el tajo del sembrar, cosechar y recoger en graneros. El agosto que el Padre quiere ver en su Reino, demanda algo más que el "buscad"; la añadidura es responsabilidad nuestra. Sin ella, ni las aves del campo se alimentarán, ni los lirios silvestres se podrán vestir con más fasto que Salomón.
"Pero si las religiones se creen demasiado importantes y se colocan entre Dios y el hombre, obscurecen el transfondo divino y producen un eclipse de Dios" (W. Jäger, Sabiduría Eterna). Fraguadas en materiales sólidos, dogmáticos, fundamentalistas, son como geodas que hay que romper –transcender- para disfrutar de la verdad y la belleza que contienen en su interior.
No es el Carpe diem del brindis de Alfredo y Violeta en La Traviata. Ni el de los dos monjes mendicantes Misaíl y Varlaam, de Borís Godunov, que beben y entonan una chispeante canción porque"todo da igual mientras haya vino". El "Aquí y Ahora" de la mística budista y la cristiana tiene carácter de eternidad. Es el momento en el que quien lo vive se siente inundado del Yo no te olvidaré de Isaías 49, 15, y acogido por el "sólo en Dios está el descanso, alma mía" del Salmo 61, 1.
Jesús utiliza unas poéticas imágenes de la naturaleza –Dios es poesía y realidad al mismo tiempo- para que no nos sintamos agobiados por las cosas materiales: las aves del campo, los lirios silvestres. No agobiados, pero sí apremiados por el despertar espiritual que, para Hans Küng "no es ya una opción sino una necesidad, si queremos que la humanidad y el planeta sobrevivan".
Un encuentro –o reencuentro- como sugiere el Papa en la Evangelii Gaudium, en el que somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad, que nos lleva más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero, y que es manantial de la acción evangelizadora. El hombre es consciente de que dispone de una vida que ha de vivir con plenitud y felicidad compartidas.
CUEVA DE NOCHE
Míralo. Aquí besándote, lo digo.
Míralo. En esta cueva oscura, mira, mira
mi beso, mi oscuridad final que cubre en noche
definitiva
tu luminosa aurora
que en negro
rompe, y como sol dentro de mí me anuncia
otra verdad. Que tú, profunda, ignoras.
Desde tu ser mi claridad me llega toda
de ti, mi aurora funeral que en noche se abre.
Tú, mi nocturnidad que, luz, me ciegas
Míralo. En esta cueva oscura, mira, mira
mi beso, mi oscuridad final que cubre en noche
definitiva
tu luminosa aurora
que en negro
rompe, y como sol dentro de mí me anuncia
otra verdad. Que tú, profunda, ignoras.
Desde tu ser mi claridad me llega toda
de ti, mi aurora funeral que en noche se abre.
Tú, mi nocturnidad que, luz, me ciegas
Vicente Aleixandre
Vicente Martínez
Fe Adulta
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