1.- Desde la madrugada… los trenes de cercanías de bote en bote. Los autobuses y Metros tempraneros rebosando gente. Todas las entradas de Madrid colapsadas por autobuses y coches. En medio de esa barahúnda de personas que cada día salen a su trabajo a ganar el pan con el sudor de su frente este evangelio de hoy nos suena al menos a poesía lírica dándose de cachetes con l prosa de la vida.
¿Quiere decir Jesús que deberíamos cruzarnos de brazos y que Dios nos traería los zapatos del niño y la cesta de la compra del mercado? A Dios rogando y con el mazo dando, ¿no?... Y hay otro dicho que, tal vez, sea italiano que dice: “Dios provee de alimento a los pájaros, pero no les reparte el alimento a domicilio”. También los pajarillos salen a buscar comida y en invierno lo pasan mal.
2.- No es la inactividad lo que el Señor nos aconseja. Él no busca agobiarnos. Lo hemos oído tres veces: “no os agobiéis”. Si después de hacer todo lo posible, aun el día de hoy o el futuro no nos preocupan. En ese momento, demos paso a la Providencia de Dios. No nos empeñemos nosotros en ser nuestra propia providencia, dejemos a Dios hacer algo.
Y sobre todo que no queramos asegurar tanto nuestro futuro (que no sabemos si no lo tenemos) que vivamos más para las cuentas corrientes que para Dios. Que queramos estar seguros que ya no necesitamos a Dios.
Y mucho menos quiere el Señor, que Dios quede relegado a ser un ornamento de nuestra riqueza, un cuadro artístico en el mejor salón de nuestra casa, un amuleto protector de nuestras cuentas corrientes, de los bonos del Estado, de las joyas o de las obras de arte.
3.- ¿Sabéis quién nos podría si este evangelio es pura poesía o refleja una realidad? Pues los que no teorizan sobre la divina providencia. Los que a fuerza de palparla y verla ya no creen en la Providencia, por eso porque la palpan. Los que ya no interpretan sus intervenciones como milagros o favores, sino como la cosa más natural del mundo, como es el salir del sol cada mañana.
Esas instituciones como el Cottolengo, como la del Sagrado Corazón de Bilbao, como las monjas de la Madre Teresa, como las Hijas de la Caridad…
Algunas de ellas están obligadas a dar todo lo que las sobre, no pueden tener capital que asegure su subsistencia, algunas tienen prohibido pedir, porque les parece ofender a Dios, Padre Providente…
Y cuentan y no acaban, como el día que a la hora de comer en lugar de reunirlos a todos en el comedor hubo que llevarlos a la capilla porque no había que comer… y un timbrazo las sacó de allí y una furgoneta estaba fuera, llena de comida de un restaurant. O el niño que quiso un plátano, y no lo había y le dijeron se lo pidiera al Niño Dios, y llegaron tantos plátanos como niños había, ni uno menos, ni uno más.
Todo historietas piadosas que nosotros oímos con benevolente sonrisa, porque eso de milagritos… Lo malo es que ellas tampoco lo llaman milagros, porque tan milagro es que Dios haga llover o salir el sol, que haga llegar una furgoneta a tiempo. Para estas personas que se han jugado todo a una carta, la de Dios, este evangelio no es poesía es sencilla realidad.
3.- Sabéis quienes hemos convertido este evangelio en pura poesía: los que hemos olvidado que cada uno de nosotros somos las manos visibles de Dios en este mundo. Lo que nuestras manos hacen por los demás Dios lo hace.
Somos nosotros los que damos de comer al pajarillo o nos maravillamos ante el lirio del campo, cuando volvemos la espalda al que nos necesita un pajarillo querido de Dios muere en su nido. Cuando nuestra mano se cierra ante la mano extendida con súplica un lirio del campo se agosta y pierde su hermosura.
Porque tú y yo somos las manos visibles de Dios que debió alimentar al pajarillo y vestir al lirio.
Betania
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