Dos acontecimientos trágicos sucedidos el pasado 15 de abril me han hecho reflexionar una vez más lo barata que es la vida en África. Ese día se estrellaba un avión en Goma, en el este de la República democrática del Congo, causando 40 muertos. Aquella misma noche 20 niñas (de entre cuatro y nueve años) morían abrasadas en un incendio en su dormitorio en una escuela de Uganda, la Budo Junior School. La vida humana, el valor supremo, y tradicionalmente rodeada de un enorme respeto en las culturas africanas, está muy barata hoy en África, y sobre todo entre los más pobres.
Y no estamos hablando de guerras, hambrunas o epidemias, que también existen. Lo más triste del caso es que estas son muertes por accidentes que se podían haber evitado si las personas que tienen responsabilidad sobre temas como políticas de aviación o la gestión de internados en escuelas realizaran su papel pensando en las personas cuya seguridad depende de sus decisiones. Aunque aún hay muchas cuestiones por esclarecer, parece que cuando se declaró el incendio en la escuela de Uganda las niñas no pudieron salir del dormitorio porque éste estaba cerrado con un candado puesto por fuera, un disparate demasiado repetido. Desde 2003 ha habido 33 incendios en escuelas en este país africano, y en muchos de ellos ha ocurrido siempre lo mismo: la persona que tiene a su cargo el internado se marcha con la llave y no está en su puesto cuando ocurre el siniestro. Después pasa lo de siempre: se informa que se ha formado una comisión para investigar los hechos, el asunto cae en el olvido, y a los pocos meses ocurre algo parecido. Y cuando no es un incendio, es un edificio que se derrumba porque la construcción es una chapuza, o es un accidente de tráfico. Uganda tiene el triste récord de ser el segundo país africano (el primero es Etiopía) con más muertos en accidentes de tráfico al año: unos 2000.
Accidentes de avión como el acaecido en Goma el mismo día son, por desgracia, harto habituales en la República Democrática del Congo. Solamente el año pasado hubo en este país 33 siniestros aéreos mortales. A pesar de que África tiene apenas un 3% del tráfico aéreo mundial, uno de cada cinco accidentes de este tipo tienen lugar en un país africano, y de ellos la mitad ocurren en el Congo. En este país, tan grande como toda Europa occidental, la falta de carreteras hace que a menudo el avión sea el único medio de transporte que se puede utilizar para trasladarse de un lugar a otro del país. De sus 20 compañías aéreas todas, menos una, están prohibidas en el espacio aéreo de la Unión Europea. Sus flotas están formadas sobre todo por viejísimos aparatos de carga Antonov vendidos por la antigua Unión Soviética. En el caso del accidente del pasado día 15 primero falló un motor cuando despegaba, y cuando el piloto intentó frenar se reventó una rueda y acabaron estrellándose contra un barrio lleno de viviendas y de tiendas. En un viaje que realicé a Goma en noviembre de 2006 –con escalas en Beni, Butembo y Bunia- no se me olvidará jamás cómo saludaba nuestro piloto a sus colegas en los aeropuertos donde paramos: “!Estáis llevando a vuestros pasajeros a la muerte!”
Con sorna o no, esta frase tiene bastante de verdad. La estampa habitual es la siguiente: a los pasajeros se les sube a un avión de carga lleno hasta arriba de sacos y cajas, se les acomoda en una silla de plástico sin sujeción ni cinturones de seguridad y la gente realiza el trayecto a oscuras, sin aire acondicionado, y rezando lo que saben. Cuando por fin aterrizan estallan todos en aplausos al piloto, como si quisieran expresarles su agradecimiento por haberles “perdonado la vida”.
No es que en África no haya pilotos con preparación adecuada. Los hay y muchos, pero el problema suele ser que a menudo están bajo una enorme presión por parte de los gerentes de sus compañías aéreas, los cuales parecen estar más interesados en el dinero que en la vida de las personas. Muchos gobiernos aplican poco controles de seguridad sobre estas compañías, seguramente porque muchas de ellas están en manos de ministros o de sus familiares.
Y que conste que hoy no hablo de los más pobres de África, los cuales ni pueden viajar en avión ni mandar a sus hijos a estudiar en un internado. Pero qué quieren que les diga, que en 20 años que he pasado en este continente no me acostumbro ni me resigno a que la vida humana valga tan barata.
José Carlos Rodríguez
Madrid, 1960. Sacerdote Misionero Comboniano. Es licenciado en Teología (Kampala, Uganda) y en Periodismo (Universidad Complutense). Ha trabajado en Uganda de 1984 a 1987 y desde 1991, todos estos 17 años los ha pasado en Acholiland (Norte de Uganda), siempre en tiempo de guerra. Desde Junio 2006 es director de la revista "Leadership".
Del Blog "En clave de África"
Religión Digital
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