Wednesday, July 16, 2008

JMJ SYDNEY 2008 - Desde el cenáculo de Sídney (6) por Jesús de las Heras Muela


PEREGRINOS DE LA PAZ Y DE LA ESPERANZA


Jesús de las Heras Muela Director de ECCLESIA (Enviado especial)


“Demasiado frecuentemente, cuando numerosos jóvenes viajaban juntos era para hacer la guerra. Pero vosotros habéis venido aquí como peregrinos de la paz”, subraya en sus palabras de saludo el primer ministro australiano, Kevin Rudd, católico practicante, a los jóvenes reunidos en Barangaroo en la tarde del martes 15 de julio, en la celebración de apertura de la XXIII JMJ Sídney 2008.

Era una constatación tan cierta como esperanzadora. Los más de ciento cincuenta mil peregrinos que se disponían a participar en esta Eucaristía, son un ejército de paz, de vida, de alegría, de esperanza. Han inundado de fiesta las cosmopolitas, límpidas y recoletas calles y avenidas de Sídney. Se repite la escena de Buenos Aires, Santiago de Compostela, Czestochowa, Dénver, Manilas, París, Roma, Toronto y Colonia: los jóvenes católicos del alba del tercer milenio, sin dejar de ser jóvenes, buscan la verdad, buscan el sentido de sus vidas y quieren construir un mundo mejor, un mundo de paz, un mundo sembrado del Evangelio de Jesucristo. Lo hacen con sus lenguajes propios, con su algarabía multicolor y multirracial. Lo hacen con sus canciones, con sus plegarias, con sus cansancios, con sus anhelos y esperanzas todavía en flor.


De Dairling Harbour a St. Mary

Son las 13,45 horas de Sídney del miércoles 16 de julio cuando me siento a escribir estas líneas. Esta mañana he camino hacia Darling Harbour, donde se hallan el Centro Internacional de Prensa y otras muchas de las ofertas de la JMJ. Después he subido, de nuevo, hasta la catedral de Santa María, ya cerrada con motivo de los penúltimos preparativos y dispositivos policiales con motivo de la inminente llegada del Papa.


El parque contiguo, verde, frondoso y repleto de fuentes, estaba también lleno de jóvenes, de banderas y de sonidos. En una carpa se han instalado la cruz de los jóvenes y el icono mariano de la JMJ. Llevan más de veinte años recorriendo el mundo como antorcha de fe. Como antorcha de paz y de esperanza. Como antorcha, sí. Mucho mejor dicho porque esta cruz ha sido y es llevada, revelada por cientos y miles de jóvenes de todo el mundo. A Australia la cruz y el icono llegaron el 1 de julio de 2007 y desde entonces ha recorrido cuatrocientas localidades del país y han sido saludados por cuatrocientas mil personas. Son nuestra llama olímpica. Son la antorcha de fe y de paz de las JMJ.


También el hermano Roger

Después de permanecer unos minutos en oración ante la cruz y el icono, he visitado la cercana iglesia anglicana de St. James, durante estos días la sede la Comunidad Internacional Ecuménica de Taizé.

Decir JMJ es también decir Taizé. Es decir Roger Schultz, aquel venerable testigo y apóstol de la unidad, uno de los “reclamos” de anteriores JMJ y a quien hace hoy dos años y once meses le llegaba la Pascua eterna, mientras estamos en Colonia, en la anterior edición internacional de las JMJ. Su trágico y absurdo asesinato fue vivido con paz y esperanza admirables. El también ha de ser patrono de las JMJ.

El sonido del Espíritu

Tras este recorrido, sobre mi desordenada mesa, se hallan ahora informaciones sobre la Misa de apertura de ayer, la homilía del cardenal George Pell y otros muchos papeles… Y mi retina reproduce imágenes de la celebración vespertina de ayer. Fue uno de los más bellos atardeceres que se recuerden sobre la bahía Jackson de Sídney.

Las danzas aborígenes reproducían bailes y sonidos de una gran llegada, de una nueva y definitiva arribada. Un a modo de gran cuerno emitía sones de que algo grande iba a acontecer. Mientras tanto, 168 banderas de otras tantas naciones distintas hacían su entrada en el escenario del altar, todo él decorado en rojo –el color del Espíritu Santo-, a la par que caía la tarde y Barangaroo se llenaba de luces, de sonidos, de músicas –la orquesta estaba integrada por 80 personas más 300 jóvenes en el coro- y de plegarias. Concelebraban la Eucaristía 4.000 sacerdotes, 400 obispos, 26 cardenales. Participaban 150.000 personas, la inmensa mayoría jóvenes, integrantes, pues, de este gran ejército de la paz. Comenzaba la Eucaristía. Comenzaba la XXIII JMJ Sídney 2008.

La tarde dejaba al descubierto el suave pero real invierno australiano. Pero era primavera –como afirmara el cardenal Stanislaw Rylko-, una nueva primavera para la Iglesia australiana. Una nueva primavera para el mundo desde las antípodas. Y, así, de este modo, las aguas del Pacífico hacían más que nunca honor a su nombre.


Ecclesia Digital

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