Friday, September 05, 2008

Campesinos Sin Tierra de Brasil ocupan granjas sin cultivar

05-Septiembre-2008 François Houtart


Al final de la última carta publicada en ATRIO, François Houtart prometía continuar su relato de la visita efectuada por el norte de Minas Gerais. Lo hace con esta nueva carta. Recomendamos seguir, con la minuciosa atención con que François ve la realidad, este relato sobre la recuperación de tierras por los campesinos que abre una rendija a la esperanza.


Queridos amigos y amigas:

Después del seminario en la Universidad Unimontes, dedicamos un día a visitar una granja recuperada por el Movimiento de los campesinos Sin Tierra (MST). Estaban también presentes Guy Bajoit y su mujer. El Cetri ha estado bien representado en estas reuniones, pues Guy dio una conferencia en la sesión de apertura y los dos hicimos varias intervenciones en distintos grupos de trabajo.


La estrategia del MST es organizar en primer lugar campamentos con los campesinos que han expulsado de sus tierras o que viven en barrios de chabolas urbanos. La organización es bastante estricta: por pobres que sean deben reunir de qué vivir durante un mes antes de que la solidaridad tome el relevo. Aunque vivan debajo de plástico, hay siempre escuelas primarias, un centro de salud y una organización en grupos de 12 familias, cuyos representantes forman parte de los órganos de decisión. Estos campamentos se mantienen el tiempo de poder ocupar las tierras. Puede suceder que sean atacados por las milicias privadas de los grandes propietarios y en el caso de Minas Gerais ha habido un caso de incendio del campamento.


Hemos visitado una granja a 30 Km. de la ciudad que había sido invadida en el 2003. Pertenecía a una fábrica siderúrgica del Sur del Estado. No había sido cultivada y tenía una extensión de más de 800 hectáreas. De vez en cuando algunos miembros de la fábrica venían a pasar allí un fin de semana. Recordemos que en Brasil unas 160 000 familias poseen el 90 % de las tierras de un país con más de 160 millones de habitantes, y hasta hoy no ha habido una verdadera reforma agraria. Cristiano, el dirigente del MST en la granja recuperada nos dijo: «si se limita la propiedad a 1000 hectáreas por propietario, habría tierras para todos». Evidentemente, no basta distribuir las tierras y el MST ha redefinido lo que entiende por reforma agraria, es decir, una nueva organización del conjunto del sistema de producción y de distribución de los productos agrícolas con una infraestructura adaptada, una política de precios y de crédito, la educación del mundo campesino etcétera.


Volviendo a la granja, cuenta actualmente con 30 familias. Después de una conquista conflictiva de la tierra, se convirtió en propiedad del INCRA, el organismo federal de la cuestión agraria, tras haber indemnizado a su propietario. Por lo tanto hoy es tierra del Estado. Digamos de paso que se trata de dinero público, o sea de los contribuyentes (que en toda América Latina y todavía hoy en Brasil, los ricos pagan menos impuestos proporcionalmente que las personas de ingresos medios o bajos).


La producción agrícola se hace en una cooperativa, cada familia tiene el usufructo de una pequeña parcela para cultivo de subsistencia o de cría de ganado menor. No hay propiedad privada de las tierras, sino la posibilidad de trasmitir a quienes tengan derecho el usufructo de la parte de la cooperativa. Sobre el conjunto de la tierra el 20% se guarda como reserva ecológica y cerca del 20% no son tierras cultivables por estar desecadas. Son zonas de cultivo relativamente poco intensivas, a causa de la naturaleza del terreno, pero también de las tradiciones agrícolas.
Pienso en los campesinos asiáticos, y también del norte de Vietnam donde antes de la reforma agraria, un campesino que tuviera 10 hectáreas de tierra era considerado un gran propietario.


En el Estado de Minas Gerais, 2000 familias de campesinos sin tierras han recuperado así tierras no cultivadas por sus propietarios. Unos 3000 están en campos provisionales esperando ocupar otras granjas, pero esto a menudo ocasiona conflictos que pueden ser violentos e incluso causar pérdidas de vidas humanas. Esta es la contradicción del sistema agrario reforzado por los proyectos de biocombustibles. Se expulsa a los campesinos de sus tierras para promover los monocultivos y tienen que amontonarse en las ciudades o tratar de recuperar las tierras mediante una lucha social muy dura. Los periódicos de la región en manos de los grupos económicos más poderosos hablan del MST como de un movimiento violento, inspirado por principios comunistas y a duras penas no califican a estos campesinos de terroristas.



Muchos se preguntan sobre la política agraria del gobierno actual que ciertamente ha puesto en práctica políticas de ayuda social y no practica a nivel federal una política represiva de los movimientos sociales. La opción parece ser la de un crecimiento asegurado por la exportación en manos de grandes propietarios y de empresas nacionales e internacionales, lo que aporta divisas al país. Pero la estructura social es tal que beneficia solamente a una minoría y no se privilegia la producción para el consumo local. Todavía hay en Brasil millones de personas que pasan hambre y el dirigente del MST afirmaba claramente que la extensión de los biocombustibles tendría como efecto inevitable el enlentecimiento de la producción alimentaria. Esto se confirma porque se han abandonado algunos cultivos de subsistencia para pasar a producciones más rentables en el ámbito de la agricultura industrial. En Brasil, la agricultura campesina produce cerca del 65% de la alimentación, y es justamente la que se elimina con los monocultivos. Se dirá que Brasil posee tierras suficientes para las dos, pero este es un razonamiento muy teórico cuando la práctica consiste en destruir la primera para promover la segunda, sin contar los desastres ecológicos que provoca a mediano plazo.



Afortunadamente la conciencia social en el país es fuerte. La resistencia organizada también se manifiesta, pero el relevo político es débil y es precisamente la falla más importante. Algunos dicen que hay que respetar las etapas, ¿pero será esa la opinión de los que hoy pagan el precio de las desigualdades sociales?

Cordialmente,

François

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