Friday, June 26, 2009

Cláudio Hummes: “La pedofilia es un crimen terrible”


Publicado el 26.06.2009

Cardenal prefecto de la Congregación para el Clero
(Darío Menor/Juan Rubio- Roma) El 19 de junio se inauguró el Año Sacerdotal, cuya organización y promoción corre a cargo de la Congregación para el Clero, el dicasterio que, desde octubre de 2006, dirige el cardenal Cláudio Hummes. En una entrevista concedida a Vida Nueva, el purpurado pide a las “diócesis y a las parroquias” que vivan el Año Sacerdotal con festejos y con una “profundización sobre la vida y la misión de los sacerdotes”. Entre otras cuestiones, el cardenal hace mención también a los recientes casos de abusos a menores por parte del clero que se han hecho públicos, de los que afirma: “La pedofilia es una crimen terrible, frente al cual la Iglesia no puede cerrar los ojos”. El responsable del dicasterio admite que el número de casos “tal vez no llegan si quiera al 4% entre los sacerdotes”, pero se muestra convencido de que “la gran mayoría del clero no tiene nada que ver con estos problemas”.

¿Cuáles son las perspectivas para este Año Sacerdotal?

Creo que ha venido en un momento muy propicio, y por ello debemos dar gracias a Dios. Se trata de un empeño personal del Papa, que está muy ilusionado y emocionado con esta celebración. El Año Sacerdotal está motivado por el 150º aniversario de la muerte de san Juan María Vianney, el santo Cura de Ars, pero tiene también unas razones ulteriores más profundas. Hoy vivimos en un mundo nuevo, con una cultura urbana, posmoderna y relativista. Esta cultura es ya la imperante en Occidente y comienza a dominar en otras partes del mundo. Está en contra de la religión y considera que ésta debe estar relegada a la esfera privada de la persona. Es en esta cultura en la que los sacerdotes deben vivir su vocación y su misión. El Año Sacerdotal, precisamente, puede ayudarles a mejorar su condición.

¿Qué pueden hacer los sacerdotes para que su labor fructifique en esa sociedad?

Crear una conciencia más positiva frente a la sociedad de hoy. Existe una gran urgencia de misión y debemos llevarla a cabo con alegría y entusiasmo. Hay una cuestión fundamental: el sacerdote debe profundizar siempre en su condición de discípulo de Jesús (…) En segundo lugar, es crucial que los sacerdotes comprendan esta nueva cultura, cómo ha nacido y cuáles son sus valores. Teniendo un mejor conocimiento de ella se logrará una mayor capacidad para hablar a los hombres y mujeres de hoy. Luego está la cuestión de la espiritualidad, que debe ser profunda y sólida para nutrir la fe.

¿Servirá este Año para recuperar el prestigio e importancia de los sacerdotes, tanto en la sociedad como dentro de la propia Iglesia?

Existen dos problemas, como son los casos de pedofilia y los de los sacerdotes que no respetan el celibato, que han sido muy publicitados en los últimos tiempos. La pedofilia es, sin duda, un crimen terrible, frente al cual la Iglesia no puede cerrar los ojos. No hay sitio en el ministerio sacerdotal para las personas que han cometido estos crímenes. La Iglesia no puede aceptar los casos de pedofilia; los culpables deben ser punidos tanto con las leyes civiles como con las canónicas. Dicho esto, hay que subrayar que la gran mayoría del clero no tiene nada que ver con estos problemas. Es por ello que la Iglesia debe reaccionar y no aceptar que sea ésta la imagen del sacerdote católico, formada con un preconcepto negativo muy fuerte que humilla y hiere a la inmensa mayoría de los sacerdotes. Los casos de pedofilia tal vez no llegan si quiera al 4% entre los sacerdotes. En la cuestión de no cumplir el celibato, el porcentaje es algo más grande. Hay que resaltar que el resto de los sacerdotes son hombres dignos y honrados, que dan su vida por completo y sin condiciones a Jesucristo y a la gente.

En ocasiones, la estabilidad sacerdotal se ve afectada por la relación entre los sacerdotes y sus obispos. ¿Se les pide a los obispos una cercanía con sus clérigos que permita una relación fluida?

Siempre insistimos en este asunto. Cuando los obispos vienen a Roma en las visitas ad limina también se presentan en la Congregación, donde tratamos este tema. Debe haber una unión entre el obispo y cada uno de sus sacerdotes. El primero tiene que ser un padre, un amigo, un hermano para el segundo, que debe sentirle cercano y saber que tiene su apoyo. El obispo no puede dejar esta responsabilidad a nadie.
Vida Nueva

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