Hoy, 30 de junio, la Iglesia conmemora a los PRIMEROS MÁRTIRES DE LA IGLESIA ROMANA, que sufrieran el martirio en el año 64, en la colina vaticana de Roma. Oriundos de diversas partes del Imperio Romano, estos cristianos fueron los primeros frutos de la predicación del Evangelio. El martirologio Jeronimiano indica que fueron 979. Sus reliquias se conservarían en la Iglesia de Santa María de la Piedad del cementerio Teutónico, en la Ciudad del Vaticano. Unidos pues a todos los que viven la aventura de la amistad con Cristo, brindemos nuestro vivo aplauso a los primeros Mártires de la Iglesia en Roma.
Meditación
"En Roma los cristianos vivíamos con no poco temor ya que nuestra religión no era reconocida por el Imperio Romano. Más aún, era combatida. Por eso, teníamos que realizar nuestras reuniones y ceremonias litúrgicas en lugares ocultos, frecuentemente en las catacumbas, en donde con gran devoción celebrábamos la tradición y la fracción del pan. Nerón era el Emperador, hombre ambicioso, de poder y de gloria, y para obtenerla estaba dispuesto a todo. Esto hizo que nuestros ojos, cierto día, vieran un espectáculo que no podíamos creer: Roma, la gran Roma, empezo a arder en llamas. Nuestras casas fueron prendidas a fuego, las vigas se derrumbaban, la gente caía debajo de ellas, corrían, gritaban. Era una locura! Pero, ¿quien ha hecho esto?, gritaba la gente desesperada. Y pronto nos dimos cuenta que solo la demencial mente de Nerón había podido gestar tan bárbara acción. Nerón es el culpable!, empezó a gritar la gente, y la voz se fue extendiendo por todo Roma. Pero la mente malsana de este hombre empezó a cavilar a quien podía echar la culpa. Y, ¿quién mejor que a aquellos que se decían "cristianos"? Nerón, entonces, con gran cinismo, los acusó de haber causado el incendio y los mando arrestar. Nos dice la tradición que muchos empezaron a huir y sabiendo los cristianos el interés que tenía Nerón de encontrar al jefe de los cristianos, consiguieron convencer a Pedro de que se marchase durante algún tiempo a un lugar menos peligroso. Cuando Pedro se disponía a salir de la ciudad, tuvo una visión en donde se encontró con su Señor y Maestro Jesús, que venía hacia Roma cargando a las espaldas con una cruz. Pedro al verlo, humilde y confuso, solamente acertó a decirle: "Quo Vadis" "¿Adónde vas, Señor?" Y el Salvador le respondió: "Voy a Roma para ser crucificado otra vez". La visión desapareció, pero Pedro comprendió la lección: aquella cruz que traía el maestro era su propia cruz, que debería aceptar valientemente. Pedro decidió regresar a Roma y aceptar el tormento de la cruz. Los prisioneros fueron llevados al circo de Nerón y arrojados a los perros hambrientos. Otros, fueron crucificados en postes, y, al caer la tarde, prendieron fuego a sus cuerpos que ardieron como antorchas humanas. Ese día los mártires de Roma empezaron a iluminar al mundo con su propio cuerpo.
Radio Vaticano
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