Domingo, 28 de junio 2009
Vicente tenía fe en que Dios lo había puesto en el mundo para trabajar por el bienestar de los pobres
Anne Ferrer (Essex, 1947) llegó a la India como reportera, pero su destino quedó ligado al de Vicente Ferrer, fallecido el pasado viernes 19, en 1968. Juntos han levantado la Fundación Vicente Ferrer, una organización que ayuda a millones de personas en Anantapur. Ahora, esta inglesa de aspecto apacible pero voluntad de hierro mira al futuro para continuar la labor que desarrolló con su marido durante cuatro décadas. Recientemente publicó el libro «Un pacto de amor», en el que narra su periplo vital junto a uno de los cooperantes más importantes del último siglo. La entrevista Jaime León para ABC.
-Las muestras de apoyo en los últimos días han sido abrumadoras.
-Para nosotros ha sido impresionante. Vicente no esperaba nada. Todo lo hizo por amor y su sentido del deber de ayudar a los demás. Ahora recibe este cariño de mucha gente, tanto en la India como en España. Yo antes pensaba que era una persona muy conocida, pero con los mensajes que he recibido he comprobado que ha marcado una diferencia en la vida de miles de personas, incluso en muchos que no lo conocieron. Aún así ha influido en ellos y piensan que viven en un mundo mejor. Creen más en los seres humanos después de conocer el trabajo de Vicente. Es un cariño que no debemos perder.
-Usted y su marido firmaron un pacto de amor...
-Vicente y yo éramos una buena pareja. Un equipo, no sólo un matrimonio, ya que trabajábamos juntos en un proyecto vital. El latino y la sajona, nos llamaba Vicente de broma, algo que dijo un periodista americano. El libro llegó el 18 de marzo, un día antes de que Vicente sufriera una embolia. Fue el último regalo que le hice.
-¿Cuál es el legado de Vicente Ferrer?
-El legado es una creencia en la bondad del ser humano y su filosofía de la acción por los demás, una acción que contiene todas las filosofías, religiones e ideologías.
-¿Y el futuro de la Fundación Vicente Ferrer?
-El futuro es el mismo que los pasados 40 años. Miles de personas trabajaron con Vicente durante muchos años. Para todos nosotros todo sigue igual. Él nos transmitió su fuerza, su creencia en el amor y en la acción y, sobre todo, en que es posible hacer lo imposible.
-¿Cree que la falta de una figura tan importante como la de su marido podría perjudicar el proyecto?
-No, una persona tan fuerte como él, con tanta fe en la vida y en hacer el bien vive siempre. Para nosotros sigue aquí, en los pueblos, en las cabezas y en los corazones. En el terreno práctico ha dejado una organización muy dinámica y estable con un equipo que lleva la Fundación en la sangre.
-Empezaron con apenas nada. Hoy, sin embargo, su organización es enorme.
-Comenzamos con las manos vacías, no teníamos nada. Pero teníamos fuerza. Hemos trabajado con mucha constancia, poco a poco. Cuando empezamos no pensamos en tener lo que tenemos ahora, pero Vicente tenía el sueño de ayudar a cuantos más mejor. Durante los primeros 25 años trabajamos en sólo 300 pueblos. Esto nos permitió levantar la organización, tener recursos humanos, experimentamos qué era lo que funcionaba. Cuando en el año 1996 pusimos en marcha la Fundación en España y tuvimos la oportunidad de alcanzar 2.000 pueblos estábamos preparados.
-¿De dónde procedía la fuerza de Vicente?
-De su fe, que era fuerte como una roca. Tenía fe en que Dios lo había puesto en el mundo para trabajar por el bienestar de los pobres. Esto le daba mucha fuerza. Su fe nunca se tambaleó. Para él no existían obstáculos, los desafíos le fortalecían. Estaba tan seguro de su papel que los problemas no existían. Era un hombre muy inteligente con un gran sentido del humor. Muy complejo.
-Hay diferentes iniciativas para que le concedan el Nobel a su Fundación.
-Es un honor que se hable de ello. Un premio así nos permitiría ayudar a más personas. Los galardones para Vicente no tenían importancia, era muy humilde, pero sí cualquier cosa, por grande o pequeña que fuese, que le permitiese ayudar a más gente.
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