Saturday, May 15, 2010

Monseñor Enrique Alvear Urrutia


Don Enrique Alvear fue un hombre de Dios. Buscó a lo largo de su vida ser fiel al llamado que le hiciera a seguir el camino de su Hijo. En un retiro espiritual que realizó en 1980 escribe lo siguiente: “Siento que a través de mi vida, el Señor me ha ido llevando hasta este último período de mi vida en la Zona Oeste… El compromiso con los pobres, mundo obrero y poblacional. Es un verdadero éxodo. Por aquí pediré luz al Señor y buscaré”[1].

Durante los últimos ocho años de su vida, logró llevar a una profunda expresión la unión mística de Jesús y los pobres al acentuar la figura positiva del Cristo solidario. En los tiempos más violentos de la administración militar, afrontando las consecuencias trágicas de un mundo que no supo ser solidario, supo hacer patente la cálida intimidad de Jesús con las víctimas de la sociedad, cualquiera fuera el origen de su amargura.

El testamento pastoral y espiritual de don Enrique Alvear fue su carta “Desde Cristo solidario construimos una Iglesia solidaria”, de marzo de 1982. Sistematizando la experiencia de múltiples iniciativas cristianas de base, y de organizaciones populares en general, don Enrique recogió los momentos que dinamizan a la Iglesia: la solidaridad espontánea, organizada y amplia con los pobres de Chile.

[1] Archivo Enrique Alvear. Ejercicios de Calera de Tango (I – 10/2/1980).

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