La que no quiere perder poder
"A veces se le olvida que su misión es mas
importante que ella misma"
(Julio Millán, sacerdote).- Como todo en la vida, nunca llueve a gusto de todos, ni nadie puede querer agradar a todo el mundo; es imposible. Pasa igual con las instituciones. Todos los colectivos humanos tienen sus "pros y sus contras".
Mi iglesia también tiene sus "pros y sus contras" por mas que haya sido un invento o al menos un proyecto de vida de Jesús de Nazaret. En la Iglesia hay bellezas y hay torpezas, hay gente encantadora y comprometida, hay gente que usa la fe como analgésico y con eso les basta, hay "cristianos domingueros" y cristianos metidos de lleno en programas sociales, mojándose todos los días por los demás. En una palabra estamos de todos, ni mejores ni peores que nadie, cada uno según su conciencia.
Me da mucha alegría cuando somos pioneros en muchas cosas y cuando la Iglesia está presente en muchos ámbitos de la sociedad. Por ejemplo abriendo comedores que no cierran en temporada -como las rebajas; abriendo albergues que tampoco cierran en temporada, sino abiertos siempre que haga falta; con cristianos callados y humildes dando horas de su tiempo y de su vida unos, y dando dinero y artículos o alimentos otros.
Estos son los cristianos del evangelio que dan con una mano sin que se entere la otra, que no lo cuentan ni lo publicitan. Para todos esos programas Cáritas en las parroquias o en la diócesis es nuestro mejor espejo y nuestra mejor cara. De esta cara de la Iglesia se habla menos, y es que sembrar calladamente no hace ruido, crecer en silencio apenas se nota y cuando se cae un árbol el jaleo que mete.
Es verdad que también tenemos la otra cara, que nos gusta menos pero que es también nuestra, y tenemos que saber sobrellevarla con paciencia e intentando ir cambiándola. Me refiero a la Iglesia entretenida tantas veces en pequeñeces que la empequeñecen, por las veces que quiere ir contra corriente, que no quiere perder poder, que no responde a la realidad tal cual es, que se queja de todo, que siente que pierde espacio, que se siente atacada y marginada, que muchos desconfían de ella, que cada vez somos menos, mayores y con mas años, que sueña con grandezas y organiza actos multitudinarios, que le encantan los grandes ropajes, inciensos y ceremonias, que quiere recuperar su identidad volviendo hacia atrás y no mirando hacia delante, que le cuesta leer los signos de los tiempos que el Señor pone delante de ella.
Me duele esa Iglesia que a veces se le olvida que su misión es mas importante que ella misma y a nosotros que el seguimiento a Jesús es mas importante que nosotros mismos, que nuestro centro es Jesucristo y nadie mas. Me duele que no seamos respuesta a tanta gente que necesita porque a lo mejor nos miramos demasiado a nosotros mismos y andamos demasiado entretenidos en proyectos de mantenimiento y no de quitar o cambiar lo que estorba.
Al fin y al cabo lo que no se nos puede olvidar es algo importante: lo único vinculante para la Iglesia, por proceder de Jesús, es el apostolado con estructura colegial y comunitaria y en comunión siempre con su cabeza. Eso es lo realmente importante. Esa fue la que nos dejó Jesús.
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