Saturday, February 02, 2013

Pío XII llevó su dinero y oro a EE.UU. para salvarlo de los nazis


Nuevos documentos muestran que el Vaticano trasladó su dinero y su oro a EE.UU. para ponerlo a salvo de los nazis | La Santa Sede quiere reforzar la figura de este Papa, candidato a la beatificación | Una historiadora aporta luz gracias a los archivos nacionales británicos


La Santa Sede apostó muy pronto por los aliados, confió su patrimonio financiero a Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial e incluso invirtió su dinero en el esfuerzo bélico de Washington para derrotar a Adolf Hitler. Eso se deduce de documentos recién descubiertos en los archivos nacionales británicos, procedentes de los servicios secretos.

En el Vaticano han tenido mucho interés en subrayar el hallazgo histórico porque favorece la figura de Pío XII, un papa en proceso de beatificación, a pesar del disgusto que eso provoca en algunos círculos, sobre todo en Israel y en la comunidad judía global. 

L'Osservatore Romano se hizo eco el miércoles, en un largo artículo bajo el título de "Los dólares del Papa contra Hitler", del trabajo de Patricia M. McGoldrick en The Historical Journal, de la Universidad de Cambridge. Rastreando los Archivos Nacionales, McGoldrick descubrió que, desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial, el Vaticano realizó transferencias de ingentes cantidades de dinerotítulos financieros y oro a Estados Unidos para ponerlos a salvo de los nazis. La Santa Sede trató así de contar con fondos para seguir sosteniendo a la Iglesia católica y a las instituciones asociadas a ella -como escuelas, hospitales, etcétera- en las zonas ocupadas por las tropas hitlerianas. Estados Unidos devino de este modo un refugio y la base para reconstruir la Iglesia en el peor de los escenarios. Pío XII temió seriamente que Hitler, en sus ansias de dominio total, no respetase ni al Vaticano.

La Administración de Bienes de la Santa Sede (ASSS) tenía sus cuentas principales en JP Morgan, mientras que el Instituto de Obras para la Religión (IOR) trabajaba con el National City Bank de Nueva York. En menor medida se transfirió también dinero a Gran Bretaña, a una filial de JP Morgan y a Barclays Bank.

A estas cuentas fueron a parar fondos de las diócesis, donativos de los fieles y de instituciones religiosas de todo el mundo, así como los beneficios obtenidos por acciones y otras inversiones. Según McGoldrick, "para aliviar a las iglesias perseguidas durante la ocupación nazi, bajo la cual se cerraban o eran confiscadas escuelas católicas, monasterios e iglesias, se suprimían organizaciones juveniles y publicaciones católicas, y numerosos curas y religiosos eran arrestados o internados en campos de concentración, el IOR mantenía una cuenta específica ante el Chase National Bank de Nueva York". Cuando el Gobierno británico intentó bloquear una de esas cuentas bancarias, el Vaticano apeló directamente al Gobierno de Washington, que le dio la razón. Los documentos británicos dan detalles sobre cómo se financiaron acciones humanitarias promovidas por Pío XII, como el envío de cargamentos de harina a Roma, en abril de 1944 y el intento de importación de productos alimenticios desde Argentina y España hacia Italia y Grecia.

Hay constancia, asimismo, de que, a partir de 1939, el Vaticano invirtió mucho dinero en bonos del Tesoro de EE.UU. y en acciones de grandes compañías de interés estratégico y con gran protagonismo en la producción de armas y munición, como United Steel Corporation, Dow Chemical, Westinghouse Electric, Union Carbide, General Electric y Rolls Royce. McGoldrick habla en su estudio de "un río de dinero del Vaticano" que contribuyó a la derrota de Hitler y del Eje.

El mismo día que apareció el artículo sobre Pío XII y los caudales enviados a Estados Unidos, el director de L'Osservatore Romano, Gian Maria Vian, escribió un duro texto contra el diario británico The Guardian por una reciente noticia -que Vian considera sin fundamento alguno- que sostenía que el Vaticano había levantado un vasto imperio inmobiliario internacional gracias a los millones obtenidos de Benito Mussolini como consecuencia de los Pactos de Letrán (1929).

Las guerras acaban, pero nunca lo hacen las hostilidades por la interpretación de la historia.



La Vanguardia


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