Secretos. Samaria guarda en su taller el dibujo de la planta de los pies de Francisco. Sobre esa muestra y una horma 42-43, le arregló unos zapatos con suela de goma para el invierno. Y ya se los envió./ luciano thieberger
Carlos Samaria es amigo de Bergoglio hace 40 años. “No quiere zapatos nuevos, sólo que le arregle viejos”, dice.
Esta es la historia de un pescador y de un carpintero zapatero. Oficios evangélicos que unen al pescador de almas Francisco, sucesor de Pedro el humilde pescador de Galilea, y a Carlos Samaria.
Son amigos desde hace 40 años, cuando Jorge Bergoglio era rector del Colegio Máximo de los jesuitas en San Miguel. Y desde entonces, Carlos fabrica y repara el calzado de su austero amigo, el Papa.
Por eso los zapatos del pescador son humildes y cómodos. Así los prefiere Francisco, casi como las sandalias del pescador de Galilea. “El es humilde como un pajarito”, dijo del Papa en el comedor de su casa de la calle Montevideo. Allí se reunían a comer pescado cuando aún era cardenal.
A los 81 años, Samaria guarda en su taller, dentro de un sobre rotulado cardenal Bergoglio, sobre el que ahora escribieron Papa, el dibujo de la planta de los pies de Francisco. Sobre esa muestra y una horma 42/43 le arregló, de apuro, un par con suela de goma “para el invierno”, y se los envió cuando se enteró que su amigo era el nuevo Papa.
“Un corte sencillo, sobre becerro negro, capellada lisa, sin firuletes. Si uno agarra un zapato del Papa parece una galocha, sin adorno pero con cordones”, contó.
Se guarda el secreto sobre cuál es el pie del Papa que flaquea un poco. “El no usa plantillas, como apareció un pedicuro por ahí. Usa zapato armado con el realce necesario para su parte esquelética, un poquito sentida en un pie”. Agrega que es un “secreto confidencial de la historia clínica y por ética no quiero colgarme de la percha de su Santidad”.
Recordó que cuando Bergoglio viajó al Cónclave, bromeó: “Si se queda, corro a llevarle los zapatos”. “Y cuando me enteré lloré como un pibe, porque todos creíamos que él volvía después del Cónclave”, dice con la voz quebrada.
“El no quiere zapatos nuevos, sólo que le arregle los viejos, pero ahora le preparo un par sencillo, pero nuevo, para cuando me avise que lo pueda visitar, en mayo”. Con emoción recordó las suelas gastadas de Francisco, cuando las mostró al ser consagrado obispo y luego cardenal. En la ceremonia los consagrados deben acostarse en el piso, en señal de humildad.
Es que el Pontífice lo despertó hace dos semanas con un llamado a las 7,30 con el ya clásico: “Hola Samaria, habla Bergoglio”. Cuando aún dormido respondió ¿quién?, oyó: “Francisco, el Papa, Samaria”. Ahí le preguntó de qué color quería los zapatos y el papa Bergoglio le respondió que prefería “los negros de siempre, nada de rojo”.
Y en broma, Samaria lo chuceó: “¿No quiere que le haga unos guantes de amianto? Porque cuando más grande la manija, más quema”. El Papa se rió con ganas y le dijo: “Es una broma muy buena, tiene razón Samaria”. Y le agradeció.
La Nación
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