Wednesday, April 03, 2013

No sólo hay que oler a oveja, también hay que salir del establo



Los males siguen subsistiendo


La renovación de la Iglesia es una 

imposición del presente histórico


(Ángel Manuel Sánchez).- Tienen razón quienes dicen que uno de los secretos que explican la supervivencia de la Iglesia, radica en esa sabiduría de sabernos pecadores, imperfectos, y sin embargo destinatarios de la Misericordia de Dios, esa mano izquierda que Dios usa con nosotros  a fin de impulsar con su providencia y con su presencia constante en la Eucaristía, la historia de salvación de los creyentes. Otros también tienen razón cuando apuntan a la sorprendente capacidad  de adaptación del Cristianismo a los tiempos como razón de su supervivencia. No son escasos los episodios en la Historia, donde el Cristianismo muestra tanta vitalidad como habilidad para afrontar los retos históricos, sea frente a las invasiones bárbaras sea frente a la revolución ilustrada e industrial. Sea cual sea el reto, sigue y será la religión más profesada en el planeta.
Ha dimitido un Papa y ya tenemos otro. La verdad es que para muchas comunidades y católicos parece no haber pasado nada, cuando la continuidad ha sido trágica pues se origina en una renuncia no motivada exactamente en motivos de salud. Hay un nuevo Papa, que provoca en muchos más escepticismo que entusiasmo. Los males que afectan a la Iglesia siguen subsistiendo y el lavado de cara no excusa para el lavado de todo el cuerpo, desde la Curia hasta la última comunidad de la Iglesia católica. La renovación de la Iglesia es una imposición del presente histórico.
Soy como ya dije un católico sin agregación comunitaria, o sin más agregación que a esa comunidad que se reúne para participar de la Eucaristía. He pertenecido a varios grupos y no he perseverado en ninguno de ellos. Soy un cristiano difícil e inquieto, y también soy un pecador y un hipócrita más. Podría decir de mí, que soy un "pompis de mal asiento" y una oveja que ha mirado siempre lo que existe fuera del establo, para mí: un mundo repleto de verdes pastos y agua fresca. Pues bien, llevo muchos años "escapado" del establo y... no me ha pasado nada. No ha habido un momento en que me sintiera abandonado por Dios, y ha habido muchos en los que me he abandonado pero sin que nuestro Buen Pastor haya dejado que me perdiera.
Analizando sin generalizar, aplicando la cirugía con dosis justas de anestesia, me atrevo a diagnosticar una grave enfermedad que asiste a mi Iglesia desde el Concilio Vaticano II, y que aparentemente no padece el Papa: la FALTA DE CLARIVIDENCIA interna por falta de discernimiento personal y comunitario y por la existencia de un miedo al mundo que se ha hecho crónico. Todo ello ha estabulado al rebaño pues ya antes, lo hizo a sus pastores.
Hospitales, residencias, cárceles y parroquias obreras no cuentan como los destinos más apetecibles ni para el clero ni para seglares, y hasta en algunos casos tampoco cuentan como destino de las visitas pastorales de nuestros obispos. Dentro de la formación de los laicos y los religiosos no se cuida especialmente el experienciar la realidad de los más débiles.
La verdad es que para el común de los católicos, el contacto con los pobres y enfermos es muy limitado. Pero aún más significativo, es que la convivencia cotidiana con quienes no piensan como los cristianos es raramente existente para un religioso y por lo que veo en numerosas ocasiones, las relaciones humanas son objeto de segregación y selección por parte de laicos, que evitan intimar demasiado y mucho menos confesar su Fe a personas no creyentes.
Por otra parte, cuando en muchas parroquias sigue existiendo una  asistencia a las celebraciones comunitarias más que aceptable, otras comunidades languidecen. Hablo de esas comunidades donde es palpable el sufrimiento: las comunidades en hospitales y residencias de ancianos, cárceles y barrios deprimidos, donde el olor a oveja, es más que apreciable.
Raramente los catequistas realizan con sus grupos visitas a estos centros. Cuando la prioridad es la formación se descuida con escándalo la caridad. El contacto con la realidad se convierte en estos tiempos en un hermoso acto de amor para no pocos católicos, pero en un acto ignorado para muchos más. Podría contar anécdotas de todo tipo, pero no quiero extenderme.
La crítica situación de la Iglesia europea abocada a convertirse en un movimiento de minorías, tiene como una de sus causas el que durante muchos años la formación de los seglares ha tenido para el clero una prioridad inusitada en la Historia de la Iglesia. ¿Cuáles han sido sus resultados? Comunidades autorreferenciales, un catolicismo español abocado a la minoría social, un activismo pobre, y un apostolado enclaustrado, desgracia de apostolado.
Pues bien, si la Iglesia quiere poner de su parte, y no dejarle todo a la Gracia de Dios, para sobrevivir a la durisima contemporaneidad europea, ya puede hablar seriamente de sus problemas, y no sólo de los del mundo, y ya puede adaptar todo su modo de percibirse y percibir (Weltanschauung) a la novedosa experiencia de adentrarse en ese mundo que no se come a nadie pero que no aguanta a los sobrados que de toda índole se señalan en nuestra sociedad.
Ni más sínodos ni más congregaciones que no sirven de nada, que aparentan que algo se mueve para seguir todo igual, es decir, dejando intactas las seguridades e intacto el miedo al mundo que ha deteriorado tanto la moral como el celo apostólico de los cristianos, por más que decidan anestesiarse con autosatisfacciones tan limitadas como estériles.
Ni tampoco seglares que parecen curas, ni curas que parecen seglares, ¿cuesta tanto saber el sitio que ocupa cada uno, respetarse mutuamente, y comprender que para ser cristiano se ha de ser creyente y buena persona, una persona normal?. Ir contracorriente hoy no hace anormal a una persona, la hace extraordinaria, pero, ¿podemos vivir nuestro antagonismo con más naturalidad o siempre hemos de dar la nota echando la bronca y con esa repelente actitud de sobrados?. En la Iglesia también hay malas personas que hacen enorme daño. Ni somos los más guapos, ni tampoco los más queridos de Dios.

Con tantos cristianos que brillan en la cultura, el trabajo, la acción social y el pensamiento, es intolerable que tanta luz y talento se coloquen bajo la mesa, ocultos. Con tanta mente brillante en nuestra jerarquía es sorprendente que no haya sido capaz de reconocer al Cristo real, que tan secular como seglar pasa por el mundo haciendo el bien y como siempre, sin lugar donde reclinar la cabeza.
En cada hombre y mujer de este mundo, en todos nosotros, hay un Cristo que sacar, una dignidad que recuperar, una cruz que acompañar, y la alegría de vivir y compartir. El celo apostólico nos abre a un mundo que ofrece verdes pastos y agua fresca, donde el Buen Pastor, nos guía, protege y no nos abandona.
No sólo hemos de volver a oler a oveja, hemos de salir de los establos.
RD

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