Saturday, July 13, 2013

Carta abierta al papa Francisco pasados los 100 días de su pontificado por NICOLAS ALESSIO, sacerdote, teólogo


Hermano Francisco:

Quiero escribirte para conversar tan solo dos temas que nos involucraron de manera directa. Son muchas las cuestiones que desearía abordar frente a tu nueva tarea, pero será para otra oportunidad.
Creo que tenés la maravillosa oportunidad y el deber de poner a la “barca de Pedro” en otra dirección, buscando nuevas orillas de inclusión y liberación y, como en muchos se han despertado expectativas en ese sentido, me animo a proponerte lo siguiente.
La homosexualidad no es una enfermedad. Es solo una manera más, entre otras, tal vez “extraña” para algunos, de vivir el amor, el erotismo y la sexualidad. Este es el primer tema.
Vos sabés que en todos los documentos eclesiales referidos a esta cuestión, se afirma que la homosexualidad es, palabras más palabras menos “un desorden grave de la naturaleza”. Así dice el catecismo: “Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Son contrarios a la ley natural”.
Es urgente abandonar esta posición para no seguir siendo cómplices de la violencia, los prejuicios, el desprecio, el maltrato, las agresiones, los insultos, los agravios, las exclusiones, los abusos, que a lo largo de los siglos se han producido y se siguen produciendo contra la comunidad homosexual. Todavía hoy en algunas sociedades se los persigue como si fueran malditos, delincuentes, algo parecido les pasaba a los leprosos en tiempos de Jesús. Esto no puede enseñarse más.
Vos estabas en Argentina cuando, en mi opinión, tuvimos el orgullo de que se aprobara la Ley del Matrimonio Igualitario. Recientemente nos imito Uruguay y otro tanto en Francia.
La Organización Mundial de la Salud en este punto es muy clara desde hace mucho tiempo, desde el 1990 más precisamente, vale la pena escuchar lo que dice.
Por otro lado, habría que pedir perdón públicamente a la comunidad homosexual mundial por esta doctrina que ha alentado y legitima tanta homofobia. Sería un gesto profundamente evangélico. Serían gestos que además de simpáticos indicarían el deseo cambios profundos.
La verdad no tiene dueños ni administradores “divinos”. Por la pluralidad teológica. No más penas y castigos. Este es el otro tema.
No somos dueños de la verdad. La verdad nos desborda. Sé que en los documentos eclesiales se afirma que la jerarquía-magisterio es “servidora” de la verdad. Pero claro, mal servicio se puede hacer a la verdad si en el fondo nos creemos sus legítimos guardianes. ¿Cómo hablar de diálogo sincero cuando nos creemos voceros de verdades supremas, últimas, absolutas? Son cientos los pensadores cristianos católicos que, tan solo por no coincidir con las verdades “del magisterio eclesial” han sido cuestionados, sancionados, perseguidos amonestados, censurados, prohibidos, silenciados. Me cuento entre ellos.
Deberías urgente levantar, anular, borrar, quitar todas estas censuras, penas o sanciones. Así sería creíble una Iglesia “servidora” de la verdad, este donde este, diga quien la diga, como aquello de que “el Espíritu sopla donde y como quiere” del Evangelio.
Sería otro gesto de esos que no solo sorprenden si no que de manera inequívoca avanza en otra dirección. No digo que el magisterio tenga que aceptar como verdades las opiniones de los teólogos, solo digo que se los escuche y se los deje investigar con absoluta libertad. No hay que temer cuando la verdad se busca honestamente.
Cómo sabrás, el proceso iniciado por mi Arzobispo Carlos Ñáñez, por haberme manifestado públicamente a favor del Matrimonio Igualitario ha culminado, como sanción y como castigo, con mi expulsión del estado clerical. Como ves, los dos temas planteados, nos han unido de manera conflictiva y compleja en nuestra querida Argentina. Vos eras el Presidente de la Conferencia de Obispos, yo titular de la Parroquia San Cayetano en Córdoba.
Ahora estoy en otra “trinchera”, pero no he claudicado en ninguna de mis convicciones. No quiero distraerte de tus muchas ocupaciones, pero creo que estos temas bien valen la atención de un poco de tu tiempo
Nicolás Alessio

Eclesalia

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