Por José María Maruri, SJ
1.- Toda la plaza en pie se deshace en insultos contra el pobre torero y toda su familia, y le pide que se arrime…Y el pobre torero hace lo que puede entre su miedo (que es hombre como los demás) y aquel toro que ha salido resabiado y que ve sólo por un ojo.
¡Qué fácil es ser espectador! ¿Qué haría cualquiera de esos que gritan e insultan con el capote en la mano y las astas toro a veinte centímetros de la cara? ¡No habría burladeros suficientes, ni suficientemente altos!
2.- En el evangelio de hoy Jesús nos viene a decir a todos, que si pertenecemos a su Iglesia, no podemos ser meros espectadores. Que hay que tirarse al ruedo.
La mies es mucha, muchísima… y los obreros pocos porque la mayoría del pueblo de Dios se encuentra mejor en el paro “religioso”, dejándoles toda la faena a los curas.
Jesús vino a crear una asamblea, un conjunto de hombres y mujeres, un pueblo seguidor suyo y de su obra. En nuestras cabezas, Iglesia es aún una Jerarquía, y unos edificios muy grandes… Y nosotros, que “usamos” la Iglesia. La usamos en los bautizos, las bodas, los funerales, y en las misas del domingo, pero yo no me siento activo de ese pueblo de Dios.
Y aquí viene Jesús, que anteriormente había enviado a sus apóstoles a predicar, a decirnos que envía a esos 72 discípulos. 72 es símbolo de todas las naciones conocidas y por tanto significa la totalidad. Jesús envía a su pueblo, a su Iglesia, a predicar.
No podéis ser espectadores para juzgar lo mal que lo hacemos los curas. Ahora llega el momento de ver si lo hacéis mejor que nosotros.
3.- La actitud del cristiano no puede ser la de quedarse en casa (la mies está siempre fuera en el campo). Hay que salir a buscar la mies, hay que trabajar en la mies. Y hay que ir a tiro hecho, no a pasear y de paso. Las palabras de Jesús están llenas de urgencia, poneos en camino, no os detengáis a ver el paisaje, no es llevéis encima la casa entera, ir ligeros como el que va con prisa a hacer algo importante.
4.- ¿Y qué tenemos que predicar todos? La paz y, por tanto, la alegría…
--la alegría de que somos hijos de Dios
--la alegría de que Jesús vive y es amigo
--la alegría del que ha tenido la experiencia de Dios y quiere comunicársela a los demás. No es una doctrina.
Tenemos que predicar la preocupación por los enfermos, por los necesitados, por el que tenga necesidad de nosotros, que Reino de Paz, Alegría y Amor.
5.- Las dificultades que nos vamos a encontrar:
**nuestra propia apatía, que es más cómodo quedarse sentado en el tendido de sombra y desde allí gritar contra los que tratan de hacer una buena faena.
**la indiferencia o la burlona risita de los demás.
**o la abierta hostilidad, porque el hombre que obra mal no aguanta la luz de la verdad y se vuelve contra ella, con violencia, tratándola de apagarla, como hicieron con el Verbo de Dios, que las tinieblas quisieron envolverla para apagar su luz, pero no pudieron
**pero también nos maravillaremos de una palabra nuestra, o una atención prestada a una persona, o un simple escuchar, haga tantas maravillas y obre cambios como a veces se realizan… el espíritu de mal se nos someterá como a los discípulos.
6.- Si nos sentimos muy lejos de este ideal “misionero” al que estamos llamado, si nos falta ilusión por comunicar nuestra experiencia de fe, posiblemente estemos estancados. Nuestra vocación cristiana es como el agua, clara, cristalina, alegre, refrescante mientras corre y da vida por donde pasa. En el momento en que se estanca, pierde su alegría, cambia de color y al poco tiempo se pudre…
Betania
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