El Papa celebró en San Pedro con los seminaristas, los novicios y las novicias. En el Ángelus, además, dijo: «La Encíclica apenas publicada puede ser útil incluso para quienes están en busca de Dios»
ANDREA TORNIELLICIUDAD DEL VATICANO
«Hoy, la gente necesita, sobre todo, que nosotros testimoniemos la misericordia, la ternura del Señor». Lo dijo Francisco en la homilía de la misa que celebró esta mañana en San Pedro para los seminaristas, los novicios y las novicias, despues del arrollador encuentro de ayer por la tarde en el Aula Pablo VI y la Catequesis del Pontífice.
«¡Ustedes -exclamó Bergoglio- representan la juventud de la Iglesia! Si la Iglesia es la esposa de Cristo, en cierto sentido ustedes representan el momento del compromiso, la primavera de la vocación, la estación del descubrimiento, de la verificación, de la formación». El Papa también habló sobre la misión, que «nace de una llamada, la del Señor, y quien es llamado por Él lo es para ser enviado». Los puntos de referencia de la misión, añadió son «la alegría de la consolación, la cruz y la oración».
«La invitación de Isaías -dijo el Pontífice- debe resonar en nuestro corazón: “Consuelen, consuelen a mi pueblo” es volverse misión. Hoy, la gente necesita palabras, claro, pero sobre todo necesita que nosotros testimoniemos la misericordia, la ternura del Señor, que calienta el corazón, que despierta la esperanza, que atrae hacia el bien. ¡La alegría de llevar el consuelo de Dios!’».
Después, el Papa habló de la Cruz de Cristo (y subrayó «de Cristo, porque también hay quienes proponen la Cruz sin Cristo): si permanecemos dentro del misterio pascual, «estamos al resguardo tanto de una visión mundana y triunfalista de la misión como del desánimo que puede nacer ante las pruebas y los fracasos. La fecundidad del anuncio del Evangelio no depende ni del éxito ni de los fracasos según criterios de valoración humana, sino del adecuarse a la lógica de la Cruz de Jesús, que es la lógica de salir de nosotros mismos y donarnos, la lógica del amor».
«Los obreros para las misas -dijo Francisco- no son elegidos a través de campañas publicitarias o llamados al servicio y a la generosidad, sino que son “elegidos” y “enviados” por Dios. Por esto es importante la oración. La Iglesia, nos repitió Benedicto XVI, no es nuestra, sino de Dios; el campo de cultivo es suyo. Cuántas veces creemos que la Iglesia es nuestra...».
Y la misión, añadió, «es, sobre todo, gracia. Y si el apóstol es fruto de la oración, en ella encontrará la luz y la fuerza para su acción. Nuestra misión, de hecho, no es fecunda, es más se apaga en el mismo instante en el que se interrumpe la conexión con la fuente, con el Señor». Francisco subrayó también la importancia de la oración y de la contemplación: «“La evangelización se hace de rodillas”, me dijo uno de ustedes antier. ¡Sean siempre hombres y mujeres de oración! Sin la relación constante con Dios, la misión se vuelve oficio. Están los que son sastres, las que son cocineras, los que son sacerdotes… ¡No, no es un oficio, es otra cosa! El riesgo del activismo, de confiar demasiado en las estructuras, siempre es inadecuado».
«Cultivemos la dimensión contemplativa -insistió el Pontífice-, incluso en la vorágine de los asuntos más urgentes. Y entre más les llame la misión a ir hacia las periferias existenciales, sus corazones deben estar más unidos al de Cristo, lleno de misericordia y de amor».
«La invitación de Isaías -dijo el Pontífice- debe resonar en nuestro corazón: “Consuelen, consuelen a mi pueblo” es volverse misión. Hoy, la gente necesita palabras, claro, pero sobre todo necesita que nosotros testimoniemos la misericordia, la ternura del Señor, que calienta el corazón, que despierta la esperanza, que atrae hacia el bien. ¡La alegría de llevar el consuelo de Dios!’».
Después, el Papa habló de la Cruz de Cristo (y subrayó «de Cristo, porque también hay quienes proponen la Cruz sin Cristo): si permanecemos dentro del misterio pascual, «estamos al resguardo tanto de una visión mundana y triunfalista de la misión como del desánimo que puede nacer ante las pruebas y los fracasos. La fecundidad del anuncio del Evangelio no depende ni del éxito ni de los fracasos según criterios de valoración humana, sino del adecuarse a la lógica de la Cruz de Jesús, que es la lógica de salir de nosotros mismos y donarnos, la lógica del amor».
«Los obreros para las misas -dijo Francisco- no son elegidos a través de campañas publicitarias o llamados al servicio y a la generosidad, sino que son “elegidos” y “enviados” por Dios. Por esto es importante la oración. La Iglesia, nos repitió Benedicto XVI, no es nuestra, sino de Dios; el campo de cultivo es suyo. Cuántas veces creemos que la Iglesia es nuestra...».
Y la misión, añadió, «es, sobre todo, gracia. Y si el apóstol es fruto de la oración, en ella encontrará la luz y la fuerza para su acción. Nuestra misión, de hecho, no es fecunda, es más se apaga en el mismo instante en el que se interrumpe la conexión con la fuente, con el Señor». Francisco subrayó también la importancia de la oración y de la contemplación: «“La evangelización se hace de rodillas”, me dijo uno de ustedes antier. ¡Sean siempre hombres y mujeres de oración! Sin la relación constante con Dios, la misión se vuelve oficio. Están los que son sastres, las que son cocineras, los que son sacerdotes… ¡No, no es un oficio, es otra cosa! El riesgo del activismo, de confiar demasiado en las estructuras, siempre es inadecuado».
«Cultivemos la dimensión contemplativa -insistió el Pontífice-, incluso en la vorágine de los asuntos más urgentes. Y entre más les llame la misión a ir hacia las periferias existenciales, sus corazones deben estar más unidos al de Cristo, lleno de misericordia y de amor».
Para concluir, Francisco recordó que «la difusión del Evangelio no está garantizada ni por el número de las personas ni por el prestigio de la institución ni por la cantidad de recursos disponibles. Lo que cuenta es estar permeados por el amor de Cristo».
Es urgente el anuncio del Reino de Dios, afirmó Papa Francisco, en su reflexión previa a la oración mariana del Ángelus con los peregrinos de la plaza del Santuario de San Pedro, en Roma, después de la misa con los seminaristas, novicios y novicias, en su jornada por el Año de la Fe.
Más tarde, al final del Ángelus en la Plaza San Pedro, Papa Francisco recordó que «hace dos días fue publicada la Carta Encíclica sobre el tema de la fe, titulada “Lumen Fidei”, la luz de la fe». «Para el Año de la Fe -insistió-, el Papa Benedicto XVI empezó esta Encíclica, que sigue a las de la caridad y la esperanza. Yo recogí este hermoso trabajo y lo terminé».
«Lo ofrezco con alegría a todo el Pueblo de Dios -prosiguió Bergoglio-: todos, de hecho, especialmente hoy, necesitan ir a lo esencial de la fe cristiana, profundizarla y compararla con las problemáticas actuales». Según el Pontífice, «esta Encíclica, por lo menos en algunas partes, puede ser útil para los que están en busca de Dios y del sentido de la vida».«La pongo en las manos de María, ícono perfecto de la fe -concluyó-, para que pueda traer los frutos que quiere el Señor».
Vatican Insider
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