Todos hemos tenido algún encuentro que ha sido decisivo para nuestra vida, que la ha cambiado, que ha supuesto un despliegue de nuestra libertad y creatividad. El Evangelio, como Buena Noticia, es una narración de los encuentros de diversas personas con Jesús. Encuentros unas veces en los que Jesús lleva la iniciativa y va al encuentro de determinada personas. Otras veces esos encuentros han sido buscados por personas que tratan de encontrar la salvación en Jesús. Jesús es capaz de encontrarse con cada persona, con el justo y con el pecador, con el agradecido y el desagradecido. Jesús hace presente el amor de Dios. Ese amor se manifiesta sobre justos y pecadores.
Jesús en el evangelio de hoy cura a diez leprosos (Lc 17,11-19). Ante la necesidad de esas personas, Jesús no hace cálculos de si se lo van a agradecer o no. Al final nueve irán curados, uno irá curado y salvado. El verbo griego significa ambas cosas. Lo que salva es la fe. “La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida”, dice la encíclica la Luz de la Fe.
Diez leprosos han sido curados por Jesús. Han experimentado los beneficios de Dios a través de su enviado Jesús. Y, sin embargo, lo han considerado como lo más natural, como algo que les era debido. Preocupados por quedar lo más pronto limpios, no se detuvieron a agradecer a Jesús. Incluso, cuando ya están curados, no se acuerdan de su benefactor, excepto uno que, para más vergüenza, era samaritano, considerado como extranjero pagano. Muestra más sentido religioso el pagano que los otros nueve judíos. El samaritano volvió, alabando a Dios, a darle gracias a Jesús.
Jesús hará una alabanza de este samaritano y le dirá: tu fe te ha salvado y te ha curado. Los otros nueve fueron curados pero no fueron salvados. Recuperaron simplemente la salud pero no recuperaron el sentido de la vida, que se encuentra en la relación con Dios, que se hace presente en Jesús. El samaritano se ha convertido en un creyente cristiano. Lucas se complace en mostrar cómo sus lectores, de origen pagano, han abrazado la fe cristiana, mientras los judíos, que eran los primeros destinatarios de la salvación, la han rechazado.
San Pablo, que era judío, subraya la fidelidad de Dios frente a la incredulidad del hombre. Dios es siempre fiel porque no puede negarse a sí mismo (2 Tim 2, 8-13). Jesús es el sí definitivo de Dios al hombre pecador que había pronunciado y sigue pronunciando su “no” a Dios. Creer en Jesús es compartir su destino de muerte y resurrección.
La primera lectura nos presenta la curación de otro leproso, el general Naamán el sirio (2 Re 5,14-17). Su proceso de fe fue lento, pero cuando ha obedecido a la palabra del profeta y ha quedado curado, siente en su corazón el agradecimiento. Lo quiere expresar recompensando al profeta, pero se da cuenta de que éste da gratuitamente lo que había recibido gratis. Entonces Naamán descubre la belleza de la fe judía que quiere practicar en su propio país. Para ello lleva un poco de tierra de Israel para así poder dar culto al Dios de Israel. En su mentalidad pagana ligaba al Dios de Israel a la tierra de Israel. Tendrá que descubrir todavía que Dios no está limitado por las fronteras humanas.
Nuestra celebración de la eucaristía es una acción de gracias a Dios Padre por la salvación en Cristo Jesús. Esta salvación la experimentamos en todos los dones que constantemente recibimos de Dios en nuestras vidas. Pidamos un corazón agradecido al Señor y a las personas de las que estamos recibiendo también tantos favores.
Lorenzo Amigo SM
Homilía dominical
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