Wednesday, October 30, 2013

¿Es posible la Iglesia de los pobres? por Francisco Asensi



La sombra del Gatopardo sobre Roma

¿Podrá imponerse el Papa a las poderosas fuerzas que le son adversas?


(Francisco Asensi).- Mucho se ha hablado estos días de Franz-Peter Tebartz-van Elst, obispo alemán de Limburgo, que ha saltado a los medios de comunicación por su escandalosa fijación por el lujo y el despilfarro. Tebartz-van Elst es el contra-tipo de obispo que predica el papa Francisco. ¡Que el árbol no nos impida ver el bosque!

¿Cómo es posible que este obispo (mansión principesca a costa de los millones hurtados a las aportaciones de sus fieles, obsesionado por el lujo, de vida pomposa, con todas las agravantes que se quiera...) haya escandalizado a todo el mundo? Lo único que ha hecho es vivir al modo principesco que vió desde el seminario cómo vivían algunos obispos alemanes y no alemanes. Ese era "su" mundo. Ese mundo lo sedujo.

Yo me hago las siguientes preguntas: ¿Cómo viven los obispos, arzobispos y cardenales de Alemania? ¿Cómo viven los obispos, arzobispos y cardenales en España? ¿No son la mayoría de ellos obispos con psicología de príncipes, burócratas de despacho, carreristas en busca incansable de los primeros puestos, politiqueros, que se creen dueños de la voluntad de Dios?

¿Tan pronto nos hemos olvidado del cardenal Ricard María Carles? Vive en un palacete, con chófer, secretaria, personal de servicio y un Audi 6. ¡No es el director ejecutivo de una multinacional, sino el cardenal emérito de Barcelona!

¿Tan pronto nos hemos olvidado del cardenal Agustín García Gasco y sus "pías memorias", tinglado de fundaciones cuya finalidad era disponer a su antojo de las millonarias dejas y donaciones?

¿Ya nos hemos olvidado de las inmatriculaciones? Esa fiebre codiciosa que se ha despertado en muchos obispos españoles por apropiarse de los bienes del pueblo ¡e incluso de la mismísima Mezquita de Córdoba! "La avaricia lleva a la idolatría", ha dicho el papa Francisco.

¿Ya nos hemos olvidado de Rouco, el cardenal de la siniestra mirada, amenazando con Caritas si se rebajan un ápice los privilegios de la Iglesia en España? (El Foro de Curas de Madrid pide urgentemente que el relevo de Rouco sea un obispo del que se pueda decir que es cristiano).

¿Se escandaliza alguien de la vida palaciega que viven y en la que se desenvuelven los obispos, arzobispos y cardenales de la Corte Vaticana? "La Corte es la lepra del papado", ha asegurado el papa Francisco.

¿Se escandaliza alguien de Villa Tevere, la espléndida y lujosa sede generalicia del Opus Dei? Ocho palacios que forman un complejo tan inmenso que el mismo monseñor Escrivá, ufano, solía hacer la siguiente observación: "Os aseguro que puedo tomar a un cardenal en la entrada principal, llevarle a buen paso a través de las instalaciones, pararnos media hora para comer en uno de los doce comedores que hay, seguir la visita, y dejarle salir por la puerta de atrás a la hora de la cena, sin tan siquiera haber visto ni la mitad de la casa".
¿Nos escandalizamos de las lujosas residencias y del tren de vida que llevan los miembros del Opus Dei, los Legionarios de Cristo y tantos y tantos otros institutos y congregaciones que llenan los países del Primer Mundo?

¿Se escandaliza alguien de que los obispos (incluidos algunos de los países del Tercer Mundo) vivan en palacios ¡con salón del trono incluido!? "Los jefes de la Iglesia han sido a menudo narcisistas, adulados por sus cortesanos" (el papa Bergoglio dixit). Tan acostumbrados estamos de ver los palacios y la vida regalada de estos mandatarios religiosos que no nos damos cuenta de que todos ellos son la más palmaria negación del Evangelio.

Jesús dijo: "Es más fácil que una camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos" Lucas 18,25. Mayor dificultad entraña, si cabe, que la Iglesia se convierta en la Iglesia de los pobres.

Desde los tiempos del emperador Constantino (quizá desde los mismísimos apóstoles que codiciaban y discutían por los primeros puestos), los obispos siempre han buscado el lujo, la riqueza y el poder. Habrá honrosas excepciones, no lo dudo.

Francisco de Asís (cuyo nombre y actitudes evangélicas parece dispuesto a imitar el papa Bergoglio), constató que los monjes de su tiempo habían convertido sus monasterios en verdaderos reductos de poder, donde sus abades vivían y se comportaban como príncipes de este mundo. Por eso no quiso que sus frailes tuviesen casas.

Se comienza construyéndolas; poco a poco se pasa a llenarlas de cosas superfluas; luego se atiborran sus estancias de lujos y riquezas... y se acaba por considerar todo eso como justos derechos y merecidos privilegios. Al final, los monjes se ven obligados a coger las armas para defenderlos, destruyendo de ese modo la paz que Cristo trajo a este mundo.

El papa Inocencio III (considerado por algunos el fundador de los Estados pontificios) vio en Francisco de Asís un enemigo; y en sus ideas "revolucionarias", un atentado contra su concepción hierática de la Iglesia. No se fió un pelo del fraile. ¿Qué era eso de no tener más regla que el Evangelio? ¡Dios sabe adónde iría a parar la Corte Papal y la Iglesia si alguien no le paraba los pies! Y se los paró en seco. Le cambió el Evangelio por una Regla políticamente correcta...

De entonce acá mucha agua ha corrido bajo los puentes, pero poco o nada ha cambiado la mentalidad de la jerarquía católica. ¿Transformó algo el Concilio de Trento? ¿Cambió algo el Vaticano II?

"Y Jesús le dijo: Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza" Mt 8,20. Esta es la respuesta a un escriba que deseaba ser su discípulo.

Probablemente Jesús no inventó ese estilo de vida sino que optó por él. Cuando Jesús descubrió la vida de aquellos "hijos del Hombre que no tenían dónde reclinar la cabeza" se hizo uno de ellos. Voluntariamente se situó en la periferia, donde se encontraban los pobres, los enfermos, los leprosos, los ciegos, los pecadores, los marginados, los desheredados de este mundo... Quiso compartir su suerte y ofreció su vida para aliviar sus penas y sufrimientos: "Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré" Mt 11,28.

La única forma que tenía Jesús de estar con los pobres era hacerse uno de ellos. Asumió su causa y su suerte no para predicarles la resignación sino para enseñarles a luchar por su dignidad. Seguir a Jesús, ser sus discípulos, supone ser capaces de vivir en lo esencial (sin lo superfluo), provisionalmente, sin la coraza de seguridad que dan las posesiones de este mundo.

José M. Castillo ha escrito:
"La comisión de ocho cardenales, que ha designado el papa Francisco, trabaja intensamente estos días para ofrecer a los cristianos un proyecto de renovación de la Iglesia... Todo esto es conveniente, es importante, es sobre todo necesario. Pero, resolviendo los problemas administrativos, que se refieren a la gestión y al gobierno de la Iglesia, ¿con eso, nada más, esta Iglesia que tenemos va a responder a las cuestiones de fondo que hoy se plantean tantas personas de buena voluntad, que buscan un sentido a sus vidas y una solución a este mundo tan desquiciado? ... el problema capital, que aquí encontramos, está en que el centro de la vida de la Iglesia no es el Evangelio, sino la Religión, con sus "dogmas", sus "leyes" y sus "ritos"... el problema no se resuelve manteniendo los "dogmas", reforzando las "leyes", y haciendo que los "ritos" resulten más solemnes o más fáciles... Todo esto no servirá sino para que la Religión cobre fuerza y la gente sea más "religiosa"... seremos más "religiosos" pero menos "evangélicos". Si algo hay claro en los evangelios, es que Jesús se puso de parte de los enfermos, de los pobres y de los marginados enfrentándose a muerte con la Religión..."

Después de estas consideraciones, y vistos los pasos ¿dubitativos? hacia adelante y hacia atrás que va dando el papa Francisco [como último botón de muestra, ahí está la solemne y masiva beatificación de los Mártires Españoles del Siglo XX donde el papa salió del paso con un anodino mensaje (dicho con todo respeto), mientras que el cardenal Angelo Amato, su "enviado adlatere", purpurado de la vieja guardia, se recreaba en una larga homilía, repleta de soflamas político-religiosas] he llegado a la conclusión de que es posible que la sombra del gatopardo se cierna sobre el vaticano.

Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie (Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi). La paradoja expuesta por Giuseppe Tomasi di Lampedusa significa: "cambiar todo para que nada cambie".

Desde entonces, se llama "gatopardista" al político que inicia una transformación revolucionaria pero que en la práctica sólo intenta alterar superficialmente las estructuras de poder, conservando intencionadamente lo esencial de dichas estructuras.

¿Será el papa Francisco un gatopardista? ¿En qué quedará esa Iglesia de los pobres que él añora? ¿Podrá imponerse a las poderosas fuerzas que le son adversas? Ahí están, como decía, las recientes beatificaciones de Tarragona y la del ultraconservador Juan Pablo II que se espera... Me parece que ese "discernimiento" ignaciano del que tanto se habla, no le funciona del todo.
En la Iglesia puede que quepan y se puedan integrar distintas "sensibilidades", pero no hay que confundir sensibilidades diferentes con distintas y opuestas "concepciones de Iglesia". No se puede servir a dos señores... Jesús no trató de complacer a todos. Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. No trató de congraciarse con la religión oficial. Habló claro (sí, si; no, no) y tomó una decisión y un único camino. Por eso lo crucificaron. ¿Le ha fallado al papa el "discernimiento" ignaciano? ¿Acabará la Intendencia Vaticana (de la que habla Celso Alcaína) con el papa Francisco?

RD

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