El problema para el nuevo Papa es que las ideas de los fieles sobre la doctrina varían mucho de un continente a otro
Algo extraño está ocurriendo entre los católicos del mundo que mientras aprueban y aplauden casi a la unanimidad al papa Francisco, rechazan buena parte de la doctrina de su Iglesia.
Ello crea una gran responsabilidad al nuevo papado recién instaurado. Si el Vaticano tomara como plausibles los resultados de esta encuesta, ¿cómo debería comportarse el papa Francisco con esas imposiciones actuales de la Iglesia en las que ya no creen sus fieles, sobre todo los más jóvenes?
Entre los temas como aborto, uso del condón, celibato obligatorio, matrimonio de homosexuales, sacramentos a los divorciados o sacerdocio femenino, algunos resultados no dejan de ser sorprendentes.
Por ejemplo, el hecho de que la Iglesia del futuro, es decir la de los jóvenes católicos de hoy, estará formada por los más críticos a esas enseñanzas de la Iglesia en materia de sexualidad y costumbres. En la medida en que los católicos suben de edad, sus posiciones parecen más conservadoras. Y esa es la Iglesia que menos contará en el futuro.
Hay más. Si para este Papa, llegado de la periferia del mundo, la Iglesia que más parece interesarle es justamente la de los suburbios del planeta, son estas iglesias llamadas “nuevas” en contraposición a la vieja iglesia europea, las que presentan mayores contradicciones.
Por ejemplo, las iglesias de África y Asia aparecen a las antípodas de las europeas y americanas presentándose rotundamente más conservadoras. Sorprende, por ejemplo, la mayoría aplastante de católicos que en África se dicen contrarios a la abolición del celibato sacerdotal o del sacerdocio de la mujer.
Ello llevaría a pensar medidas diferentes para iglesias también diferentes sin pretender legislar para la Iglesia universal. Recuerdo que durante el Concilio Vaticano II entrevisté al único cardenal negro entonces, Mons. Rugambwa. Le pregunté cuales eran los problemas más graves de la Iglesia en aquel momento y me respondió con una punta de ironía: “¿En qué tribu de mi diócesis?”. Fue toda una lección que nunca olvidé, porque me comentó después: “Ese es el problema de vosotros los europeos que queréis legislar para la Iglesia Universal cuando hasta en mi diócesis los problemas pueden ser diferentes en cada etnia".
Otro dato que deberá ser analizado es que los católicos que más van a la Iglesia, es decir, los más practicantes son también los más conservadores. ¿A quienes escuchará el Papa? ¿A esos fieles más devotos o a las ovejas más alejadas que aparecen al mismo tiempo más sintonizadas con los tiempos actuales? Los que menos frecuentan son los más abiertos y por tanto los más cercanos a los jóvenes.
Los católicos que viven en regiones secularizadas como Europa o Estados Unidos son los que más rechazan la doctrina tradicional de la Iglesia en materia de sexo. Son, al revés, los católicos de países menos secularizados, para quienes la religión supone aún un factor importante en la sociedad, los que mejor aceptan ciertos preceptos conservadores.
Choca, sin embargo, cómo la Iglesia está dividida en varios planos. Mientras la mayoría rechaza la condena del aborto, quizás el tema al que la Iglesia jamás renunciará porque choca con el principio fundamental del derecho a la vida, está a favor de otros temas a los que la Iglesia podría renunciar como el celibato obligatorio que no es ningún dogma y que el papa podría abolir de un plumazo. O incluso el rechazo de que la mujer pueda acceder al sacerdocio que se advierte en las Iglesias de América Latina, África y Ásia, mientras sería admitido en Europa.
Al contrario, la unión estable entre personas del mismo sexo es rechazado casi masivamente en la secularizada Europa y con un porcentaje menor, por ejemplo, en América Latina.
No lo sería fácil al papa Francisco, con estos resultados en la mano, tomar decisiones para todas las Iglesias, sobre todo porque se advierte también en materia de doctrina tradicional la influencia de los diferentes episcopados en las decisiones de los católicos. Dos ejemplos clásicos son México y Brasil. Mientras el primero aparece muy tradicional en temas como la aceptación de curas casados (65% en contra) y hasta el más crítico con la figura del nuevo papa, o el 61% se opone al matrimonio gay, Brasil, aparece mucho más liberal en todo. Ello depende en parte a que Brasil tuvo en el pasado un episcopado que se destacó por su apertura social y su acercamiento a los problemas reales de la gente con figuras conocidas mundialmente como Helder Camara, Evaristo Arns, Aloisio Lorsheider o Mons. Pedro Casaldaliga, que actuaron desafiando tantas veces las directrices conservadoras llegadas desde El Vaticano.
Queda claro que la Iglesia Católica no es unánime en su pensamiento, a veces aparece hasta contradictoria y con diferencias profundas dentro de un mismo continente como, por ejemplo, en América Latina. Ello dificultará, sin duda las decisiones del nuevo papa Francisco.
Aplaudido personalmente por unanimidad planetaria por los católicos que rechazan en cambio varios puntos de la doctrina de la Iglesia, ello podría significar que los católicos confían en que este Papa estará a favor de abrir nuevos caminos de diálogo, que dejará arrinconadas nuevos anatemas y que caminará por los senderos evangélicos de la comprensión y de la misericordia.
Es, en efecto, el primer papa que ha admitido públicamente: “Yo también peco”. Paradójicamente con él pueden identificarse hoy sea los aún conservadores que los que desean abrir caminos nuevos.
Ahí reside la responsabilidad de Francisco de haber recibido un sobresaliente tanto por parte de unos como de otros. Ahora su desafío será cómo, en las materias controvertidas, podrá contentar a todos a la vez.
El País
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