Sunday, February 16, 2014

LA NUEVA LEY ES EL AMOR por José María Martín OSA



1.- El don precioso de la libertad. El Libro del Eclesiástico deja bien claro que el mal no procede de Dios, sino que su origen es el mal uso que hace el hombre de su libertad. Dios no quiere nunca el mal. Si lo permite, es para salvaguardar la libertad humana, sin la cual el ser humano no puede realizarse ni ser feliz. Ante el hombre siempre está la posibilidad de la vida o la muerte, es decir el pecado. “Si quieres…. guardarás los mandatos del Señor”. El hombre, si quiere, puede optar por la vida, pero, si elige el pecado, la responsabilidad es solo suya. Hay una relación estrecha entre libertad y responsabilidad en el hombre. Moisés, cuando presentó los mandamientos, decía a su pueblo: "Ante ti están la muerte y la vida; tú escogerás".


2.- El Salmo 118 expresa el amor a la voluntad y los mandatos del Señor. El creyente sigue sus palabras y sus leyes libremente, porque ama a Dios. El efecto que produce es la paz de corazón, como expresa San Agustín: "Mucha paz tienen los amadores de tu ley y para ellos no hay escándalo". Debemos seguir palabra tras palabra, frase tras frase de este salmo, con mucha lentitud y paciencia. Descubriremos entonces el amor a la Palabra de Dios.


3.- San Pablo propone la verdadera sabiduría. No es de este mundo y Dios la concede a todos los que llegan, purificados en el bautismo e iluminados por el Espíritu Santo, a participar de la misma vida divina. Esta sabiduría, como experiencia de la salvación cristiana, es la que se esconde en la voluntad divina de salvar a los hombres y se manifiesta ya en los creyentes, aunque ha de llegar aún a revelarse plenamente al fin de los tiempos. Mientras las religiones son el intento humano de alcanzar a Dios donde él está, la fe cristiana es la respuesta del hombre que Dios provoca graciosamente viniendo él mismo donde nosotros estamos.


4.- No ha venido a abolir, sino a dar plenitud. Jesús reconoce el Antiguo Testamento como palabra de Dios, pero no como palabra definitiva, ya que para pronunciar precisamente esta palabra definitiva vino él al mundo. En consecuencia, Jesús no se presenta como un revolucionario religioso que rompa drásticamente con la herencia de Israel: "No creáis que he venido a abolir la ley y los profetas; no he venido a abolir, sino a dar plenitud". Jesús da cumplimiento en su vida a todas las profecías, cosa que San Mateo no pasa por alto y constata aquí y allá a lo largo de su evangelio. Porque Jesús restituye los mandamientos divinos a su pureza, proclamándolos con toda la claridad y profundidad, derogando aquello que había sido ordenado a título de simple concesión por la dureza del corazón de Israel y reduciendo todos los preceptos al mandamiento del amor a Dios y al prójimo.


5.- La nueva Ley del cristiano. Jesús es el perfecto cumplidor de la Ley, porque la ha cumplido con un amor cuya única medida es no tener medida. Nos amó hasta el extremo, hasta el sacrificio de su vida. Esta es la Nueva Ley del cristiano. No hay que preguntarse ya hasta dónde es posible llegar sin pecar, sino cómo es posible llegar hasta el límite del amor. Porque la Ley comienza con "No matarás", pero se cumple y se perfecciona cuando uno está dispuesto a morir por sus enemigos. No se trata ya, en fin, de limitarse al amor al prójimo; hay que ir hasta el amor a los enemigos. El perdón es anterior a la ofrenda. Jesús es el primer pacifista… Solo con la reconciliación y el perdón se puede construir un mundo nuevo. Lo predicó y lo practicó en la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Betania

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