Friday, February 14, 2014

SAN VALENTÍN. 3 poemas de amor por NICOLÁS DE LA CARRERA (I)



Nuestro santo Valentín, obispo en la Umbría, ante la prohibición de efectuarse matrimonios en la jurisdición de Carlos II, casaba en secreto a los enamorados que se lo pedían. Conversaba afectuosamente con ellos y les escribía cartas de amor. Repetidas veces fue encarcelado por su celo apostólico. Despertó, bajo Aureliano, la admiración de su carcelero, que le presentó un día a su hija Julia, ciega de nacimiento, para que la curara. En el nombre de Jesús se realizó el milagro.
En imagen, Valentín y Julia dando gracias a Dios. También aparecen en escena ramas de almendro que, a mediados de febrero, se adelantan a la primavera y se cargan de rosadas flores.
Con la ceremonia del matrimonio se inicia un hermoso camino de diálogo y entrega, que acaso llegue un día a florecer en la alegre presencia de un tercero, espejo donde reconocerse los amantes. Se construye así una nueva familia (de "famulus", servidor), núcleo primero de toda sociedad. De este imprescindible nido de amor hablaremos hoy, presentando tres interesantes poemas con Dios al fondo.
"VEN, DIFUSO Y AZUL, Y ENTRA EN MI ESTANCIA..."
Recién casado, invita Ruiz Peña a su hogar a Dios. En la hora bruja del atardecer, enciende Juan el fuego de su plegaria: ¿vienes, Señor, a compartir con nosotros el calor del nuevo nido?...
ORACIÓN DEL ESPOSO

Tras las rosadas nubes del crepúsculo
resplandecen tus ojos
y ven brillar de un nuevo hogar la lámpara
contra el cristal brumoso.
¡Oh, acércate, en silencio! ¿Oyes latir
mi corazón en otro?
Entre estos brazos, toda mi vida halla
un reposar hermoso.
Felicidad, Señor, reina en mi casa.
Todo sonríe en torno.
Hasta el reloj nos mira y acelera
su ritmo silencioso.
El jarrón, los claveles, la penumbra,
fragante ondular rojo,
que ciñéndonos deja en nuestra atmósfera
su rastro delicioso.
El espejo refleja alborozado
la dicha de los rostros.
¿Tanto amor a las cosas comunica
su influjo misterioso?

−Ven, difuso y azul, y entra en mi estancia,
y sueña entre nosotros,
mientras escuchas la oración que eleva
mi ternura de esposo.

 "Y, MIRÁNDOLE A DIOS, HACES LA EUCARISTÍA..."
Sorprende Ángel Urrutia a su pareja cocinando. Sus sentidos se excitan por el olor, por el sabor y los colores. Al oído le llegan metálicos sonidos de cazuelas, carillón de sartenes. Hasta que, al fin, después de mimarle los pies, bendiciendo y partiendo el pan se ofrece ella misma en alimento. Y pide a Dios pan para todos.
EL PAN DE CADA DÍA

Perfumas la mañana de jaboncillo leve;
tu cesta trae un ritmo alterno de cadera,
y sacas la verdura como un vals detenido
y en la carne descubres establos en silencio
y mueves las tormentas del pescado en reposo
o agrupas paraísos de fruta consentida.
Tu delantal parece un alfabeto exacto
de llamas y sabores. Hay un lento preludio,
y se alzan como atriles las cazuelas, diriges
su andante gutural y después lo resuelves
con un compás de sal, con aceite profundo.
Mueves la batería de sartenes graduadas
y saltan las corcheas, la música ligera,
la prisa de que llegue el esposo a ti, esposa.
El cariño dispuesto junto a las zapatillas,
y esperar y creer y besarte el amor
que enciende tus mejillas, y estar de nuevo juntos,
y hacerme un hombre nuevo, y ya vendrán los hijos.
Pones sabiduría y exactitud humana
en el brillo puntual de la mesa caliente,
y mirándole a Dios haces la eucaristía
del pan que recibimos, lo bendices, lo tomas
con amor en las manos, lo partes y te entregas,
hecha pan, hecha cuerpo, hecha luz, hecha amor;
y mirándole a Dios, pides que a nadie falte
el pan de cada día, la luz del corazón.

 "SOBRE LA MESA EL PAN, EL VINO, LAS PALABRAS..."
Un tercer título, escrito por el poeta ibicenco Vicente Valero, dibuja un original bodegón, naturaleza muerta, corazón vivo. Bodegón, sí, pero no de fruta fresca o flores, o brillantes perdices, sino de restos de una comida familiar en domingo. Aunque describe el periodista el cementerio de una mesa de comedor con restos de alimentos,adivina el poeta sobre el mantel, como figuraciones de un auto sacramental, sentimientos, emociones, valores, símbolos, presencias...
BODEGÓN

Sobre la mesa el peso del domingo, los platos,
las horas más espesas de nuestra voluntad,
los licores, el humo, la calma, los rumores.
Sobre la mesa el rastro sereno de la tarde,
que abate y uniforma, con su luz digerida,
el aire satisfecho, pesado, de la casa.
Sobre la mesa el pan a trozos que aún preside,
como un rey mutilado, su gobierno de estómagos,
su reino caluroso de lentas digestiones.
Sobre la mesa el vino amargo, con sus posos,
como una tregua antigua a punto de romperse:
las moscas olfatean, se posan en los vasos.
Sobre la mesa el alma de los que ya se fueron
y parece que buscan aún desde su ausencia
las palabras, la fruta, los olores, el sueño.
Sobre la mesa, sueltos, recuerdos de familia,
nostalgias y propósitos: mondas a media luz,
para que el perro pueda escrutarlas a gusto.

Sobre la mesa el pan, el vino, las palabras,
el domingo, los sueños, el humo, los rumores...
¿Y si esta mesa fuera la mesa verdadera?


SAN VALENTÍN,
PATRONO DE LOS ENAMORADOS


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