Elegir lo bueno
“Si quieres, guardarás sus mandatos, porque es prudencia cumplir su voluntad; ante ti están puestos fuego y agua, echa mano a lo que quieras” (Ecco 15, 16).
“Dichosos los que caminan en la voluntad del Señor” (Sal 118).
“Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos, para nuestra gloria” (1Cor 2, 7).
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A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno (Mt 5, 37)
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A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno (Mt 5, 37)
Recepción de la Palabra
¿Cómo saber elegir lo bueno? ¿Cómo tomar la dirección acertada? ¿Cómo saber si uno anda por la senda justa? ¿Cómo responder con generosidad al querer divino?
¿Cómo no caer en la proyección del deseo personal? ¿Cómo no justificarse en las obras de las propias manos? ¿Cómo no legitimar la conducta por el comportamiento de los demás? ¿Cómo acertar a vivir en autenticidad?
Hay veces que a uno le asalta el miedo de que su vida no responda al querer de Dios. En otros momentos se impone el criterio humano, que relativiza la exigencia e invita a la permisividad. En ocasiones se siente la impotencia porque no se acaba de superar la inclinación al mal, y de aquí surge la invitación a la huída, casi por higiene mental, para no caer en obsesiones negativas.
Y sin embargo, el Creador nos ha hecho con la máxima dignidad, capaces de elegir, con libertad de opción. No para que perezcamos en nuestras debilidades, sino para que podamos amar. Para que nuestra vida no responda a un imperativo, sino a una elección amorosa.
Solo cuando se elige y se opta por amor no se siente que es injusta y penosa la fidelidad, ni se percibe agravio comparativo por tener peor suerte que aquellos que viven a su antojo, sin la exigencia de ser fieles.
Estamos sellados con la huella divina, y quien acierta a descubrir y a escuchar la voz interior, llega a saber el camino recto, porque si se decide cumplir el querer de Dios, se experimenta paz, aunque se conviva con el sufrimiento y con la ofrenda costosa de la oblación del deseo natural.
Podemos escoger fuego e incendiar; podemos decir no, y evadirnos de la voluntad divina. Pero si elegimos el sendero del bien, descubriremos el privilegio de sabernos amados. Sabiduría de los que prefieren seguir el camino de los mandatos del Señor.
Te deseo acierto y valentía para que respondas de manera afirmativa a lo que Dios te propone como mejor.
Ciudad Redonda
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