Sunday, February 02, 2014

HOY… LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR por JAVIER LEOZ


Distanciados 40 días, desde el Nacimiento de Cristo, la fiesta de la Presentación del Señor vuelve a colocar en el centro de nuestras miradas a la Sagrada Familia: José, María y el Niño. ¿Para qué y por qué?

Guiados por la tradición llevan al Niño Jesús al templo de Jerusalén para ofrecerlo al Señor. Ojala que, como Ana y Simeón, también nosotros seamos capaces de reconocer, hoy y ahora, que el Señor es el Mesías, el esperado. Hagamos, de nuevo, profesión solemne y sencilla a la vez: Jesús es el Señor.


1.- Hoy se abren las puertas de nuestro templo, como se abrirán de nuevo en la noche más grande la Pascua, para que entre el Rey de la Gloria.

--Hoy, en gestos y hasta en efectos visuales, esto es un anticipo de esa Pascua.

 --Hoy, con cuarenta días, recibimos a un bebé de padres pobres nacido a la sombra de un mísero portal. En sábado santo, en vigilia festiva, pasaremos de la oscuridad a la luz con el Hombre Resucitado que, a los 33 años, posibilita que la humanidad entera se mude de la tiniebla a la salvación.

--Hoy, cuando los pastores han regresado a sus rebaños, dejan el lugar vacío para que –seamos nosotros- los que reconozcamos al Rey de Reyes, para que ofrezcamos y seamos capaces de intuir que, debajo de un pañal, se encuentra el Misterio, el Dios hecho Hombre. ¿Seremos capaces?

--Hoy, cuando los Magos están ya hablando en sus reinos de lo acontecido en Belén, dejan la huella de sus rodillas en la tierra para que, sean las nuestras, las que adoren a la realeza que es humana, al Dios que se entrega y se ofrece en las manos de María al igual que lo ofreció en la Noche Santa de la Navidad.

-Hoy, las manos de María, presentan gozosas a un Jesús infante. Mañana, en Viernes Santo, esas mismas manos se volverán hacia el pecho de esa Virgen envuelta en amargura.

-Hoy, las manos de María, ofrecen a Cristo y mañana, esas mismas manos de Madre, recibirán a Cristo a la sombra de la cruz.


2.- En este día de la Presentación, este templo en el que hemos sido todos convocados, se convierte en el escenario de la presentación del Mesías. Todo lo anunciado desde tiempos antiguos es intuido por aquellos que vivieron este evento mesiánico y por nosotros, que siglos después, seguimos amando, creyendo y esperando la vuelta definitiva de Cristo. ¿Lo esperamos? ¿Reconocemos en Él el futuro eterno de nuestras vidas? ¿Es para nosotros el Hijo de Dios o, tal vez, una imagen débil e infantil que quedó como puro sentimiento?


3.- Hoy, con María y José, también hemos acompañado a Jesús hasta este lugar sagrado. Ojala que, al igual que Jesús, también esta fiesta de su Presentación sirva para sacarnos del anonimato cristiano. A ser más comprometidos con la causa de Jesús. A no dejar que, las circunstancias que nos rodean, confundan la luz con la oscuridad, el pecado con la gracia, la vida con la muerte, el todo vale con unos mínimos de planteamiento ético y moral. Jesús, José y María fueron confundidos entra la multitud pero, entre esa muchedumbre, Jesús fue señalado como el que venía con nuevos aires, con bríos de salvación y para curar heridas. ¿Somos sal o insipidez? ¿Somos luz o catolicismo menguante? ¿Somos estrella de la fe o lámparas de mil horas y de mucho consumo?

La fe, como en la de María, también nos descubrirá momentos de incertidumbre. Horas e instantes en las que, el sufrimiento y la prueba, cribarán la verdad o la falsedad, la fortaleza o la debilidad del tronco de nuestras creencias.

Que el Señor, hoy presentado en el templo, nos ayude a ser luz ante el mundo pero sin olvidar que, esa luz, es Cristo. En Él, con Él y para Él también nosotros fuimos un día presentados en el templo de brazos de nuestros padres.


4.- QUE NO ME CANSE, SEÑOR, DE ESPERAR
Tu llegada y, con mi  esperanza renovada,
sepa aguardar e intuir tu  presencia salvadora.
Que nada ni nadie, Señor,
apaguen la lucidez de mi  pensamiento para Ti.
Que nada ni nadie, Señor,
adormezcan mis ilusiones por  descubrirte
mis sueños de permanecer  junto a Ti
mis ideales de vivir contigo  y en Tí.

Que no me queme, Señor,
por el fuego de la  desesperanza
por aquello que apaga el  fuego de mi amor
por aquello que me impide  presentarme
como Tú lo hiciste en el  templo:
tocado con la Gracia y el  dedo del Padre.
¡Nada, Señor, me lo impida!
Y, porque soy más pobre de  lo que aparento,
te ofrezco dos tórtolas de  mi pobreza
Porque, aun siendo rico como  a veces quisiera,
la vida me enseña que ante  Ti
la penuria es puerta grande  para conocerte.

Que no piense tanto, oh  Señor,
en cambiar el mundo cuanto  en que Tú
me cambies a mí, primero,  por fuera y por dentro
Que no crea, oh Señor,
que la luz divina la  necesita el mundo
y sí, antes que después, mi  corazón incierto y roto.

QUE  NO ME CANSE, SEÑOR, DE ESPERAR
Tu llegada y tu luz, tu  mensaje y tu poder
tu presencia y tu salvación
hasta aquel día en el que  cerrando los ojos
pueda proclamar a los cuatro  vientos:
¡SIEMPRE  HAS SIDO MI LUZ, SEÑOR!

Betania


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