Distanciados 40 días, desde el Nacimiento de Cristo, la
fiesta de la Presentación del Señor vuelve a colocar en el centro de nuestras
miradas a la Sagrada Familia: José, María y el Niño. ¿Para qué y por qué?
Guiados por la tradición llevan al Niño Jesús al templo de
Jerusalén para ofrecerlo al Señor. Ojala que, como Ana y Simeón, también
nosotros seamos capaces de reconocer, hoy y ahora, que el Señor es el Mesías,
el esperado. Hagamos, de nuevo, profesión solemne y sencilla a la vez: Jesús es
el Señor.
1.- Hoy se abren las puertas de nuestro templo, como se
abrirán de nuevo en la noche más grande la Pascua, para que entre el Rey de la
Gloria.
--Hoy, en gestos y hasta en efectos visuales, esto es un
anticipo de esa Pascua.
--Hoy, con cuarenta
días, recibimos a un bebé de padres pobres nacido a la sombra de un mísero
portal. En sábado santo, en vigilia festiva, pasaremos de la oscuridad a la luz
con el Hombre Resucitado que, a los 33 años, posibilita que la humanidad entera
se mude de la tiniebla a la salvación.
--Hoy, cuando los pastores han regresado a sus rebaños,
dejan el lugar vacío para que –seamos nosotros- los que reconozcamos al Rey de
Reyes, para que ofrezcamos y seamos capaces de intuir que, debajo de un pañal,
se encuentra el Misterio, el Dios hecho Hombre. ¿Seremos capaces?
--Hoy, cuando los Magos están ya hablando en sus reinos de
lo acontecido en Belén, dejan la huella de sus rodillas en la tierra para que,
sean las nuestras, las que adoren a la realeza que es humana, al Dios que se
entrega y se ofrece en las manos de María al igual que lo ofreció en la Noche
Santa de la Navidad.
-Hoy, las manos de María, presentan gozosas a un Jesús
infante. Mañana, en Viernes Santo, esas mismas manos se volverán hacia el pecho
de esa Virgen envuelta en amargura.
-Hoy, las manos de María, ofrecen a Cristo y mañana, esas
mismas manos de Madre, recibirán a Cristo a la sombra de la cruz.
2.- En este día de la Presentación, este templo en el que
hemos sido todos convocados, se convierte en el escenario de la presentación
del Mesías. Todo lo anunciado desde tiempos antiguos es intuido por aquellos
que vivieron este evento mesiánico y por nosotros, que siglos después, seguimos
amando, creyendo y esperando la vuelta definitiva de Cristo. ¿Lo esperamos?
¿Reconocemos en Él el futuro eterno de nuestras vidas? ¿Es para nosotros el
Hijo de Dios o, tal vez, una imagen débil e infantil que quedó como puro
sentimiento?
3.- Hoy, con María y José, también hemos acompañado a Jesús
hasta este lugar sagrado. Ojala que, al igual que Jesús, también esta fiesta de
su Presentación sirva para sacarnos del anonimato cristiano. A ser más
comprometidos con la causa de Jesús. A no dejar que, las circunstancias que nos
rodean, confundan la luz con la oscuridad, el pecado con la gracia, la vida con
la muerte, el todo vale con unos mínimos de planteamiento ético y moral. Jesús,
José y María fueron confundidos entra la multitud pero, entre esa muchedumbre,
Jesús fue señalado como el que venía con nuevos aires, con bríos de salvación y
para curar heridas. ¿Somos sal o insipidez? ¿Somos luz o catolicismo menguante?
¿Somos estrella de la fe o lámparas de mil horas y de mucho consumo?
La fe, como en la de María, también nos descubrirá momentos
de incertidumbre. Horas e instantes en las que, el sufrimiento y la prueba,
cribarán la verdad o la falsedad, la fortaleza o la debilidad del tronco de
nuestras creencias.
Que el Señor, hoy presentado en el templo, nos ayude a ser
luz ante el mundo pero sin olvidar que, esa luz, es Cristo. En Él, con Él y
para Él también nosotros fuimos un día presentados en el templo de brazos de
nuestros padres.
4.- QUE NO ME CANSE, SEÑOR, DE ESPERAR
Tu llegada y, con mi
esperanza renovada,
sepa aguardar e intuir tu presencia salvadora.
Que nada ni nadie, Señor,
apaguen la lucidez de mi pensamiento para Ti.
Que nada ni nadie, Señor,
adormezcan mis ilusiones por descubrirte
mis sueños de permanecer junto a Ti
mis ideales de vivir contigo y en Tí.
sepa aguardar e intuir tu presencia salvadora.
Que nada ni nadie, Señor,
apaguen la lucidez de mi pensamiento para Ti.
Que nada ni nadie, Señor,
adormezcan mis ilusiones por descubrirte
mis sueños de permanecer junto a Ti
mis ideales de vivir contigo y en Tí.
Que no me queme, Señor,
por el fuego de la desesperanza
por aquello que apaga el fuego de mi amor
por aquello que me impide presentarme
como Tú lo hiciste en el templo:
tocado con la Gracia y el dedo del Padre.
¡Nada, Señor, me lo impida!
Y, porque soy más pobre de lo que aparento,
te ofrezco dos tórtolas de mi pobreza
Porque, aun siendo rico como a veces quisiera,
la vida me enseña que ante Ti
la penuria es puerta grande para conocerte.
Que no piense tanto, oh
Señor,
en cambiar el mundo cuanto en que Tú
me cambies a mí, primero, por fuera y por dentro
Que no crea, oh Señor,
que la luz divina la necesita el mundo
y sí, antes que después, mi corazón incierto y roto.
en cambiar el mundo cuanto en que Tú
me cambies a mí, primero, por fuera y por dentro
Que no crea, oh Señor,
que la luz divina la necesita el mundo
y sí, antes que después, mi corazón incierto y roto.
QUE NO ME CANSE,
SEÑOR, DE ESPERAR
Tu llegada y tu luz, tu mensaje y tu poder
tu presencia y tu salvación
hasta aquel día en el que cerrando los ojos
pueda proclamar a los cuatro vientos:
¡SIEMPRE HAS SIDO MI LUZ, SEÑOR!
Tu llegada y tu luz, tu mensaje y tu poder
tu presencia y tu salvación
hasta aquel día en el que cerrando los ojos
pueda proclamar a los cuatro vientos:
¡SIEMPRE HAS SIDO MI LUZ, SEÑOR!
Betania
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