No pocas personas están asustadas de la facilidad y la frecuencia con que el papa Francisco concede entrevistas. Piensan que en boca cerrada no entran moscas y que con tanto hablar le va a coger en un renuncio. Uno que ha dedicado muchos años a la información religiosa a pie de calle es testigo de lo difícil que ha sido, y aún es por desgracia, arrancar unas declaraciones a un prelado. Solo acercarle la alcachofa, con honrosas escepciones, era ocasión para que el obispo en cuestiónpusiera cara de susto y, con una sonrisa más o menos forzada, se quitara de en medio. Entre las escepciones de hace años había hombres de Iglesia preclaros que sabían aprovechar la oportunidad para llevar el agua a su molino: recuerdo por ejemplo al cardenal Tarancón, a Helder Cámara, el padre Arrupe y muchos otros.
Cuando con toda buena voluntad intentas convencerles de que pierden así el púlpito más formidable que pueda soñar un clérigo, te contestan: “No, es que te manipulan”. La réplica era bien fácil: “Pues manipúlelos usted”. “¿Como?” “Pues bien fácil. Convoque al informador y dele un títular en su provecho, como por ejemplo saben hacer hábilmente algunos políticos”. Nada. Tampoco servía que se les diera un cursillo de medios de comunicación como se hizo alguna vez en la Conferencia Episcopal. La huida al cobijo de la sacristía o el palacio episcopal parece ser la única forma solucionar el problema y liberarse de los lobos de la noticia.
¿Y qué decir de conseguir alguna entrevista a un Papa? Juan Pablo II inició un acercamiento a la prensa, pero muy cauto y con muchas seguridades. Y el intelectual Ratzinger tan matizador en sus tratados y encíclicas teológicas se turbaba un tanto en estas lides y, sin duda, con buena voluntad a veces metía la pata, posiblemente por ignorancia de la mecánica de estos medios o lejanía de la vida cotidiana. Por ejemplo con su inoportuna contestación sobre los preservativos precisamente en un avión que sobrevolaba el continente africano.
Y hete aquí que llega el papa argentino y multiplica sus declaraciones, sin censura previa, sin preguntas pactadas a tumba abierta en un avión, ante un periodista ateo o para confesarse con el director de una revista jesuítica. ¿Frivolidad? ¿Peronismo o populismo eclesiástico? ¿Ganas de protagonismo y de opinar de todo y sobre todo?
He examinado desde el periodismo y la teología todas y cada una de sus múltiples declaraciones y nunca, repito nunca, le he encontrado el mínimo renuncio, que le metieran un gol o que alguna de sus respuestas rozara la heterodoxia. Habla con extraordinaria sencillez y aparente espontanediad, pero si escarvas en sus respuestas adviertes enseguida que responden a ideas y conclusiones muy meditadas y llenas de matiz. Por ejemplo la distinción sutil sobre el independentismo contenida en una de las recientes respuestas al corresposal de La Vanguardia.
Hay pues que admitir que hay en la actitud y la aparente facundia del papa Francisco una intención apostólica. Quiere decididamente servirse de los grandes medios de comunicación y más en concreto de la entrevista testimonial como de un medio de pastoral, un púlpito virtual de incalculables proporiciones. ¿Y cual es su noticia? Evidentemente lo que dice. Ahora bien, para conseguirlo ha de dar titutlares y eso es muy complicado, por dos razones: primero porque un titular, sin matices en el cuerpo de la noticia, puede ser manipulado o simplificado; y, segundo, porque no hay quien mantenga el rítmo de ser noticia todos los días, ya que por la índole misma de la noticia, que es lo “nuevo”, la repetición hace desaparecer la noticia.
Sin embargo yo creo que Francisco está por encima de eso. Tiene una libertaad de espíritu que le permite tocar claves recónditas de la realidad y la capacidad del uso de neologismos y formulaciones que impactan por sí mismas. Responde, en mi opinión, a un despertar interior y a un tamiz muy fino para no molestar en el contenido y el lenguaje a los cancerberos de la tradición. Aunque estos, si no seusan las fórmulas trilladas y tópicas, siempre acabarán molestándose. Por tanto esta dimensión de la entrevista o las homilías noticiables es una valiente, osada y evangélica forma de transmitir el contenido de la fe y acercar la Buena Noticia a los hombres y mujeres de hoy.
¿Que corre riesgos? No le importan. Las críticas y los enfados de los curiales son disparos para los que no necesita cristal protector, como precindió de ellos en el papapmóvil. Y si no le importa que le maten, menos las balas de estos personajes, que no son la gente, el pueblo al que pretende llegar.
Pedro Miguel Lamet S.J.
El alegre cansancio
El alegre cansancio
21
No comments:
Post a Comment