Thursday, June 19, 2014

Replanteamiento de la sexualidad (II) por Miguel Antoli, sacerdote



Masturbación, homosexualidad


El sacerdote le dijo que el Papa Francisco estaría dispuesto a darle la comunión


(Miguel Antolí, sacerdote).- La masturbaciónes algo que afecta especialmente a todos desde la primera juventud, a los solteros, viudos y viudas de cualquier edad. Los órganos sexuales, más o menos pronto en la niñez, empiezan a despertar la curiosidad y el interés sobre ellos. Un día el niño se entera de que pueden producir placer. Lo normal es que haga la prueba y no consiga nada, pero un día llegará el placer esperado. También llegará a enterarse de que con ese placer puede derramar algo como una leche. Es posible que le falle lo esperado. Pero también llegará su día.
Estoy hablando de lo que ocurría hace setenta años, cuando los padres y educadores no explicaban nada sobre esta materia.
De una u otra forma, el muchacho llega a enterarse de que eso que derrama su pene, metido en la vulba de la mujer, puede dar origen a una nueva criatura, y que todos tenemos ese origen. También aquí teníamos motivos para concluir que estábamos ante algo muy grande de la sexualidad humana. Y mejor hubiera sido que nos lo hubieran explicado personas cualificadas en la educación, empezando por los padres.
Tal como lo he explicado, se ve que se refiere más directo a lo que experimentaban los del sexo masculino, pero a su manera, ocurría tres cuartos de lo mismo en las de sexo femenino.
De ahí viene la tendencia verdaderamente fuerte (eros) a unirse y a practicar la sexualidad entre el hombre y la mujer. Esta tendencia persiste tanto si se pretende la fecundación, como si se la excluye por no estar en condiciones para asumir el cuidado de la nueva criatura.
Y ¿qué pinta aquí la masturbación? Pues, sencillamente, que la inquietud sexual aprieta y exige su función también cuando la persona del otro sexo no está a mano. Esto ocurre en todas las personas jóvenes, solteras y viudas. Y refiriéndonos a los varones, y en los periodos de mayor vitalidad, si no se masturban despiertos, les viene el derrame sexual cuando están dormidos.
Dejando en paz lo que ocurre cuando la persona está dormida, ¿qué calificación merece la masturbación? Podemos tener en cuenta una realidad, y es que el organismo del varón está siempre más o menos preparado para actualizar su fecundidad. Se le va intensificando la tendencia a descargar su foco vital. Y más o menos pronto, descargará su semilla, estando despierto o dormido. Y es que el organismo del varón está siempre preparado para poner en marcha su capacidad de colaborar en la procreación.
También la mujer, además de tener preparado el óvulo fecundable, en esa especie de sangre que derrama en su regla mensual, ha preparado el alimento para la posible nueva criatura, que se podría desarrollar en su seno.
En la moral tradicional, la masturbación se calificaba como pecado mortal, que impedía la comunión. Por tanto, había que confesarse. Así que también aquí la sexualidad era una fábrica de pecadores.
Afortunadamente hemos podido ir revisando lentamente las ideas. Es evidente que la masturbación no es el ejercicio precioso, completo y amoroso que se da entre el hombre y la mujer que se aman y crecen en el amor. Estamos ante un ejercicio imperfecto de la sexualidad. Pero esta imperfección no debe calificarse como un pecado grave que impide la comunión. Como en muchas otras cosas, la imperfección forma parte de nuestra vida. Pero tampoco debe practicarse como si no tuviera nada de imperfección. Una cosa que puede ocurrir es que la persona se acostumbre a practicarla con tanta frecuencia que no haya consorte que la pueda aguantar. También aquí tiene su parte la irrenunciable responsabilidad.
Quiero referirme a otro detalle que afecta a los varones jóvenes. Entro en un terreno que no es de mi especialidad. Llevo en mi cabeza la información de que en el esperma o semen que el varón deposita en la mujer, hay millones de espermatozoides, y de que para que uno de ellos llegue a penetrar en el óvulo de la mujer, tiene que estar muy bien construido y fortalecido. Otra información que me ha llegado es que hoy hay muchos más jóvenes infecundos que antes. Esto me despierta la pregunta: ¿Acaso la libertad sexual que hoy impera, hace que los jóvenes se hayan habituado a soltar los espermatozoides antes de que estén maduros y fuertes?
Dejo este interrogante en manos de los especialistas, con el deseo de que ellos las estudien y respondan con la sabiduría propia de su especialidad.
6. LA PRÁCTICA DE LA SEXUALIDAD EN LA JUVENTUD ACTUAL
Aquí pensamos en las y los jóvenes que viven su relación sexual antes de casarse. En esto no tenemos respuesta única y válida para todos los casos. Un criterio para la argumentación debe referirse al grado de calidad con que ella y él son capaces de acatar y respetar la grandeza que tiene este acto en sí mismo: es la vivencia del eros hacia la otra persona acompañada de la entrega, la fidelidad y el amor. Este amor debe ser real y apuntando a creciente. Si se dan estas o parecidas cualidades, el acto está a tono con lo que el Creador ha programado. Si unos novios, provistos de cierta madurez, lo practican así, están encarnando la realidad del matrimonio. Por tanto, deben considerarse en cierto modo como casados. Si esta relación llega a romperse, les dejará una herida en sus corazones, comparable a lo que les ocurre a las personas casadas. Además les puede despertar un grado de desconfianza con diversos matices. Por ejemplo, si éste o ésta no era de fiar, ¿cómo serán los otros? O también: acaso yo no reúno las condiciones para ser valorado o valorada como es debido, etc. Interrogantes nada constructivos y felices.
Esta realidad nos lleva a la conclusión de que no cualquier edad es apta para vivir la actividad sexual en su plenitud. Así ocurre en otras actividades, como el derecho a votar o a obtener el carnet de conducir.
¿Qué edad se requiere para lo que estamos tratando aquí? No la tenemos bien definida. Tal vez necesitaremos algún tiempo y mejor aprovechado que el que estamos viviendo. Lo que sí hay que tener en cuenta siempre es que la naturaleza de la sexualidad exige que, cuando se práctica con otra persona, hay que tenerla en cuenta como tal, y vivir el eros en clara dirección a la vivencia del amor. Si se llega a utilizar a la persona como mero instrumento para el propio placer, se está degradando el verdadero sentido de la sexualidad.
De este estilo es cuando se practica la relación sexual, porque se caen bien, pero sin ningún compromiso, y peor aún, si igual lo hacen con esta persona que con otra: están degradando la dignidad de la relación, se convierten en poco o nada fiables y se están perjudicando a sí mismos. Puede que también la gran dignidad del matrimonio, se les está yendo de las manos.
Parece que se puede dar como cierto que, a una edad de adolescencia, la persona no es capaz de relacionar en serio el eros con el amor. Tampoco estará en su cabeza el gran significado de la unión sexual. Además entra en juego el posible embarazo, a una edad que no es adecuada para ser madres. Sospecho que es muy desafortunado el uso de la llamada "píldora del día después", para evitar el embarazo. Cedo la palabra a los biólogos; pero me parece que esta píldora apunta a que el óvulo fecundado no se aposente en el seno de la mujer, sino que se vaya fuera. Si esta píldora la toma una mujer adulta, es posible que tenga menos inconvenientes porque su persona ya está construida. Pero si la toma una jovencita, que aún está construyendo su organismo, ¿no la llevará a que se construya mal a sí misma y sea menos capaz de mantener el óvulo fecundado y, por tanto, sea menos capaz de ser madre? No tengo la respuesta; pero la sospecha sigue viva.
Sin duda, con esa manera de proceder se está abonando el campo para la epidemia del divorcio, que estamos padeciendo. En esa misma dirección va el vacío de valores morales, que hoy está demasiado aposentado en la sociedad.
El Concilio nos hacía esta advertencia: "Hay que formar a los jóvenes, a tiempo y convenientemente, sobre la dignidad, función y ejercicio del amor conyugal, y esto preferentemente en el seno de la misma familia" (49 c).
Estamos ante la necesidad de una gran tarea educativa. En esta labor, hay que destacar sobre todo lo grande e importante que es la sexualidad para el bien de cada ser humano. Después se debe añadir lo negativo que puede resultar el mal comportamiento en el ejercicio de la sexualidad.
Hace falta una reeducación sobre la sexualidad. Para ello, todos estamos llamados a aprender, empezando por los jóvenes y siguiendo con los padres y los que hablamos sobre esta cuestión. En nuestros días, la tarea no es fácil. Además de la tentación al vicio, que siempre ha estado afectando a todas las personas, están las malas costumbres, muchos de los medios de comunicación, los pésimos educadores en muchas escuelas y las tergiversaciones que se hacen desde algunas esferas políticas.
7. LA HOMOSEXUALIDAD
El proceder de los homosexuales ha alcanzado una gran actualidad. El último cuarto del siglo XX fue saliendo de los escondites y se ha convertido en un tema de libre discusión.
No es extraño que acentúen su relación con los suyos y lleguen a defender sulegitimidad. El golpe fuerte nos lo dieron cuando dos varones decidieron celebrar su matrimonio en Kopenhage.
Unos días antes, al terminar en Hamburgo el último día del Congreso de teólogos moralistas de lengua alemana, compartí el desayuno con otros tres profesores. Uno de ellos era Franz Böckle, el presidente de la Asociación de teólogos moralistas alemanes. Al terminar el desayuno, no pudo menos de compartirnos lo que llevaba dentro: se iba a dar una conferencia a los obispos del Norte de Europa, pues ellos no sabían qué decir sobre este acontecimiento. La celebración de este matrimonio fue una noticia internacional.
En tiempos anteriores, los homosexuales habían sido tratados muy mal. Una muestra de ello fue un caso que yo conocí hace unos 55 años: había sido retirado de un cualificado cargo de funcionario del Estado. Era una persona de práctica religiosa.
El nuevo contexto ha dado mucho que pensar y ha ido introduciendo una creciente moderación. A la hora de valorar el tema, yo veo necesaria una clara distinción entre la homosexualidad y la persona homosexual. A la homosexualidad, yo le pegaría fuego; pero al homosexual hay que considerarlo tan respetable como a los demás; su persona merece el mismo respeto que los que no lo somos. Una cosa que no recomendaría son esas manifestaciones de enaltecimiento de su especificidad. Es mejor que todos veamos a esas personas como personas normales, sin que les afecte ninguna distinción.
Para mí, un golpe fuerte de revisión fue lo que nos dijo un cualificado psiquiatra de Madrid el año 1965: la homosexualidad está en la persona sin que cuente para nada su comportamiento; no se sabe de dónde viene ni hay manera de quitarla. Cuando el sujeto se da cuenta de su condición, lo pasa fatal; y no han sido pocos los casos en que han encontrado un fuerte rechazo en su propia familia.
El respeto irrenunciable a estas personas da motivos serios para que se revise su valoración y el comportamiento con ellos.
A la hora de calificar su conducta, hay que tener muy en cuenta lo que ellos piensan; ellos son los primeros maestros, pues están experimentando al vivo la realidad.
Alguna cosa creo que la podemos dar por segura. Si optan por vivir sus relaciones sexuales con uno y con otro y con quien sea, están escogiendo un mal camino: les va a privar del amor que necesitan y les va a llevar a la soledad, que Benedicto XVI ha calificado como una de las mayores pobrezas que puede experimentar el ser humano.
Una opción abierta es casarse con una persona del otro sexo. Una condición que considero irrenunciable es que el otro cónyuge lo sepa. Pues si es difícil mantener un matrimonio normal, seguramente éste lo será más aún. Me resulta curioso un caso que he conocido, en que uno se lo ha disimulado a su propia esposa, y en la empresa en que trabaja con un notable número de compañeros y compañeras, ha fingido su notable predilección con una, para que a nadie se le ocurra pensar que él es homosexual.
La decisión relativamente reciente de contraer matrimonio con una persona del mismo sexo, creo que se puede considerar como positiva. Y en este terreno deberíamos llegar a una coincidencia: un matrimonio como los demás, no lo es; esto lo deberíamos reconocer todos. Pero también podríamos coincidir en el reconocimiento de que es un empeño en realizar algo como lo más cercano posible a lo que es el matrimonio. Su empeño podría considerarse como una admiración y proclamación del valor y grandeza del matrimonio de siempre. Reconocido esto, puede tener pleno sentido que se ratifique legalmente, que compartan sus bienes y que sean mutuamente herederos etc.
Otra cosa es que quieran adoptar un niño o, si son mujeres, darlo a luz ellas mismas. Aquí entra en juego la formación y los derechos del niño, pues cabe que en la naturaleza de la nueva criatura esté la necesidad de tener delante un padre y una madre. Aquí pido la palabra a una ciencia, que no es la mía.
8. LOS DIVORCIADOS VUELTOS A CASAR
También es un caso que está sobre la mesa. Al divorcio se le puede corresponder con una absoluta descalificación, porque destruye la grandeza y la rica realidad del matrimonio. Pero aquí hay que pensar en el divorciado. El divorcio le ha llevado a lo que Benedicto XVI califica como una de las mayores pobrezas que pueden afectar al ser humano, y ésta es la soledad.
Normalmente esta destrucción del matrimonio es irreparable. No olvido lo que dijo en una reunión de grupo en el Congreso de profesores de Teología moral en Munich el año 1979: "Se nos debe permitir el reconocimiento de la muerte del matrimonio". Y si ha muerto, no podemos contar con él. Este profesor veía algo comparable a lo que ocurre cuando muere uno de los cónyuges.
Hay que pensar con serenidad en el divorciado, que se decide a recuperar el ser humano "completo" que ha perdido y lo quiere conseguir con otra persona. Él sigue necesitando el conseguir ser acompañado y amado por una persona del otro sexo. No lo puede sustituir un familiar.
Tampoco lo puede conseguir si se va relacionando e incluso practicando el sexo con diversas personas sin comprometerse. Si hace esto, con razón podemos reconocer que ha elegido un mal camino, que le aleja del matrimonio y de lo bueno que necesita su persona; también le podemos ver como que no está en condiciones de recibir la comunión.
Otra cosa es cuando la persona divorciada encuentra otra con la que entabla una relación de confianza y amor, y llega a convivir como en un nuevo matrimonio. Esto puede mantenerse así o puede llegar a la celebración de un matrimonio reconocido por la ley civil.
¿Cómo se pueden valorar estos comportamientos? Empezaron siendo una novedad, que era correspondida notablemente con una descalificación. Con el tiempo se ha convertido en una realidad muy abundante, y muchos que la veían como lejana, se la van encontrando en personas cercanas. Entre éstas, las hay que han sido personas practicantes y piadosas. Pensando en éstas, hay quienes consideran que deben ser excluidas de la comunión.
Recuerdo el caso de una madre, piadosa durante toda su vida, que vivía con dolor su situación. Como divorciada, no recibía la comunión. Fruto de su nueva relación, tuvo un hijo al que llevaba todos los domingos a misa. Ella no comulgaba y así lo hizo el día de la primera comunión de su hijo y unos domingos después. El niño le insistía siempre con la pregunta de por qué no comulgas.
Muy pronto tuvo que vivir una operación en el hospital y, antes de ser operada, quiso confesarse. El sacerdote le dijo que el Papa Francisco estaría dispuesto a darle la comunión. Comulgó con gran felicidad, y seguramente lo sigue haciendo con su hijo.
También es sabido que la postura oficial de la Iglesia está prohibitiva de la comunión de estas personas. Ya sabemos que esta parte de la Iglesia se ha distinguido por su severidad en materia sexual.
Me parece que ese sacerdote estuvo acertado, y no es una novedad. Creo que se puede mirar esta situación y actuación de los divorciados, como un reconocimiento y un empeño de vivir la gran realidad del matrimonio en su peculiar situación. Los pasos que se han dado, no son una ofensa al matrimonio, sino un vivo reconocimiento de su grandeza. Y también aquí la comunión puede seguir siendo una ayuda y un fortalecimiento para vivirlo dignamente.


RD

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