"Esta breve reflexión no pretende ser un análisis del mal ni de la Shoah, sino simplemente acercarnos a un fenómeno que hoy por hoy da mucho que hablar y pensar: el terrorismo del estado islámico. Quisiera presentar ciertas aproximaciones a dicho fenómeno a partir de lo que se escucha (y lee) desde Europa".
Según la interesante tesis de Hannah Arendt en su libro “Eichmann en Jerusalén”, el mal es banal. Esto quiere decir que el mal no posee un origen ni está radicado en el corazón del hombre. El mal se sitúa en la superficie, por extraño que parezca. Pues, según la filósofa, lo único que posee profundidad es la bondad. El mal es banal, porque no se requiere ser radicalmente malo para ejercerlo. Es banal porque puede aparecer casi como una sucesión de eventos fortuitos (producto de “distracciones” sucesivas). Según Arendt, en el caso de Eichmann, el mal apareció debido a una inusitada incapacidad de pensar. Y aquí pensar quiere decir: pensar desde el otro. Ser capaz de salir de uno mismo para elaborar una reflexión crítica sobre el acontecer, sobre las propias decisiones y acciones a partir de una realidad ajena. Para decirlo brevemente, la incapacidad de pensar para Eichmann fue haber creído que los judíos querían hacer lo mismo con los alemanes: exterminarlos (pensó desde sí mismo universalizando la propia voluntad). Esa incapacidad de pensar permitió la aparición del mal (banal) y una de las más terribles catástrofes de la historia conocida.
Esta breve reflexión no pretende ser un análisis del mal ni de la Shoah, sino simplemente acercarnos a un fenómeno que hoy por hoy da mucho que hablar y pensar: el terrorismo del estado islámico. Quisiera presentar ciertas aproximaciones a dicho fenómeno a partir de lo que se escucha (y lee) desde Europa. Será una especie de estado del arte respecto al Islam –en líneas generales y sin adentrarnos en todo el problema geopolítico y económico que está subyacente.
Podría decirse que hay dos grandes opiniones respecto al Estado Islámico: (1) No tiene nada que ver con el Islam y (2) Es fruto del propio Corán. Ambas posiciones son extremas y radicales. Y, vale la pena decirlo, se han acentuado en el último tiempo. Tanto los atentados ocurridos en París el pasado 7 de enero, como los múltiples asesinatos en Irán, Irak, Túnez, Nigeria, y hace días en Kenia; mantienen un clima de alerta tanto dentro del mundo musulmán como por parte de toda la población mundial.
La posición (1) proviene en gran medida del mundo intelectual musulmán. Profesores, especialistas en el Corán y la historia del Islam defienden que el llamado estado islámico no tiene nada que ver con las enseñanzas del Profeta y que en el fondo utilizan el Islam como vehículo para su propia ideología socio-política de dominación y “limpieza étnica”. Según esta tendencia, los adherentes del estado islámico y aquellos que parten de Europa a la Yihad, ya sea para participar de Daesh (o ISIS en inglés) o Boko-Aram en Nigeria (cabe decir que los grupos son más numerosos y están esparcidos en gran parte de África del norte y Medio Oriente), son los pobres. Es decir, es gente que, según esta posición, ha recibido un “Islam del carbonero”, básico, desprovisto de interpretación y análisis. Lo que ha llevado a una lectura fundamentalista de la religión. Esta célula se alimentaría y organizaría fundamentalmente en las mezquitas (populares, de barrio) y en la cárcel. Es decir, muchas de las cárceles europeas han servido para radicalizar el movimiento y realizar ciertos vínculos necesarios para la organización de dicha opción. Este fue el caso de los involucrados en el atentado en Paris. Lo que no es una dinámica aislada. La prisión europea como lugar de encuentro de aquello que se habría gestado en la mezquita. Es claro que un análisis así peca de imparcial. Falta todo un rostro de marginación y segregación que, en definitiva, ha permitido que esto se produjera. Marginación social (son los pobres), religiosa (musulmanes) y de procedencia (de origen extranjero al país europeo, pese a haber nacido allí y ser ciudadanos europeos con todas sus letras). Esta corriente no explica el caso del joven europeo de clase media que jamás ha pisado una cárcel y que viaja a Siria o Libia para unirse a la Yihad.
La posición (2) tiende, tristemente, a ser mayoritaria. No es la posición políticamente correcta, pero sí la que aparece con más fuerza en las conversaciones cotidianas. Posición acentuada en ciertos ambientes cristianos y católicos. Que no nos escandalice que esta sea la posición mayoritaria entre los cristianos de Medio Oriente y de África. Este fenómeno se puede explicar básicamente por la experiencia vivida. La mayoría de las familias cristianas de estos lugares se han enfrentado a la tensión, los últimos 5 años (“primavera árabe del 2010”) o quizás más (¿revolución iraní de 1979?), de corrientes islamistas radicalizadas. Hay que pensar esto desde la vida cotidiana: comida, ropa, amistades, ritos, prescripciones, relaciones sociales, fiestas…. En Chile no vivimos esta realidad y todo ello nos parece ajeno (a grandes rasgos), sin embargo tanto en Europa como en Estados Unidos (ya sea en la modalidad comunitarista gringa o al modo de la laicité francesa) es el caldo de cultivo para un ambiente de rabia, rechazo, segregación “tácita” y una exacerbación de la propia identidad (es interesante ver el caso de la Iglesia Católica y sus nuevos movimientos en algunos países europeos y el protestantismo reaccionario en EEUU). No es por azar que la virtud de la hospitalidad aparece como una urgencia, ya sea desde las voces creyentes como del mundo político. Esta corriente (2) posee un peligro mayor y un llamado real. El peligro mayor es que para un verdadero diálogo interreligioso es una voz poco amigable. Peca de intolerante y puede alimentar el odio y el rechazo. Peca –tal vez- de meter en el mismo saco a todo el mundo islámico y aseverar que la semilla de la violencia está allí inculcada en las escrituras sagradas. Cosa que podría decirse también del cristianismo, donde el fratricidio se hace ver desde muy temprano. Esta postura peca de falta de misericordia y una mirada bondadosa frente a un patrimonio de la humanidad, como lo es cada cultura y religión. Sin embargo afirma algo real: es urgente que el propio mundo musulmán haga una revisión interna de sus conductas, organización y preceptos, de su forma de vivir la obediencia a la autoridad y la relación con el extranjero y diferente.
Ambas posturas llaman al pensar. A la reflexión por parte del propio Islam. Llaman a una adecuada hermenéutica (interpretación) y a una “actualización” de la religión respecto al mundo moderno (en cualquiera de sus acepciones). Si bien hay islam e islam, en el sentido de niveles de profundización, niveles de aceptación, adhesión interior y niveles de práctica (lo mismo puede decirse de cualquier religión), habría que demandar una gran revisión en todos estos niveles. Cabría exigir una asamblea, un concilio o una gran reforma. Lo que sería histórico y necesario.
En cualquier caso, llama la atención que las reacciones de rechazo dentro del mundo musulmán han sido escasas y esporádicas. No se ha visto un gran movimiento, ni juvenil ni familiar, para pedir/exigir un alto a las atrocidades que viven los inocentes. Una gran campaña que brote del propio Islam para defender, denunciar, revisar… ¿Miedo? ¿Indiferencia? ¿Desconcierto? ¿Abandono? Quizás todo lo anterior. Se hace difícil pensar que haya un apoyo masivo, aunque sea silencioso y personal, ante las atrocidades. Me niego a ello. Sería una manifestación más de ese mal banal.
Tampoco se ha visto un real mea culpa por parte de las autoridades europeas y norteamericanas (¡como si no tuvieran ninguna responsabilidad!): ¿Soberbia? ¿Orgullo? ¿Miedo a decir que aquí hay también un fracaso de la democracia? (recordemos que los que parten de Europa a la Yihad fueron educados bajo el sistema educacional republicano, laico y tolerante) ¿Imposibilidad por estar de alguna forma participando?…
La situación es difícil. Conclusiones y acciones ingenuas –aunque benévolas- no son suficientes. La esperanza, malgré et contre tout, de encontrar caminos no violentos que detengan la masacre, el temor, el terrorismo; sigue viva. El tiempo apremia. Las víctimas claman, llaman, piden y nos exigen una palabra, un gesto, una compañía.
Surgen muchas preguntas respecto a esta situación mundial. Nos escandalizan los silencios cómplices de los “Estados democráticos”. Mientras tanto la máquina del mundo continúa, la venta de armas y la compra de petróleo continúan; las radicalizaciones políticas, la militarización de las zonas peligrosas, la industria del cine contra el eje-del-mal y los drones, continúan…
Pedro Pablo Achondo Moya ss.cc.
Con olor a oveja
En la ruta de Francisco desde los SS.CC.
SS.CC. Chile
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