Veamos los hechos. Luego su significación y gravedad. Luego algunas conclusiones.
Los hechos. Jorge Costadoat lleva unos 20 años como profesor en la Universidad Católica de Chile, muy apreciado como profesor por sus colegas y alumnos. Considerado como profesor de avanzada, teólogo de la liberación, talvez el más reconocido como tal en Chile y de los más reputados en Latinoamérica. Por lo mismo ha tenido reparos en la Roma de Ratzinger, Juan Pablo II y Benedicto XVI. En la misma universidad no fue nombrado "profesor ordinario" (poseedor de su cátedra, sino "profesor extraordinario"). Por esto el gran Canciller, el cardenal Ezzati, advirtió hace tres años al profesor Costadoat que tuviera cuidado en su exposición doctrinal.
Estos antecedentes han dado pie a la decisión actual del cardenal de suspender a Jorge negándole el permiso canónico de continuar su enseñanza. Esto con el argumento de que no han satisfechas las cautelas recomendadas por el gran Canciller. La preocupación del cardenal se centra en la formación de los sacerdotes que estudian en la universidad. Su juicio, por tanto, es que la enseñanza de Costadoat compromete la formación requerida. Este juicio por confesión del mismo cardenal no se fundamenta en informes o apreciaciones de autoridades de la misma universidad sino en apreciaciones venidas desde fuera de la universidad. En definitiva, en apreciaciones del mismo cardenal Ezzati.
Fue según confesión del propio cardenal desde fuera del mundo universitario que le llegó la acusación que tocaba la doctrina enseñada por el P. Costadoat. A saber, desde el mundo eclesial. La iglesia chilena, tocada por los conflictos de Karadima, O'Reilly y la diócesis de Osorno, está muy dividida. Un sector de más avanzada buscando la reactivación del Concilio Vaticano II y otro sector arraigado en lo tradicional representado por Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger (después Benedicto XVI), las iniciativas del papa Francisco están en el centro de las controversias, estas alcanzan en Chile las esferas políticas y sociales. Se comprenderán cuáles son las raíces de esta división y cómo afectan a Jorge Costadoat si tenemos presente que Jorge es un teólogo de la liberación y de los buenos. Tal vez el mejor de Chile y de los mejores de Latinoamérica.
Tendríamos que hacer la historia de la teología de la liberación para calibrar la dimensión de la división que alcanza en la actualidad a la iglesia chilena. La historia de la teología de la liberación desde sus comienzos con Gustavo Gutiérrez 1967, sus raíces en el Concilio Vaticano II, sus expresiones en los sínodos de Medellín, Puebla, Santo Domingo y en Aparecida, las oposiciones romanas y su reivindicación actual. Entristece la evolución de nuestra teología latinoamericana marcada por la reciente actitud del cardenal Ezzati o, más exactamente, la injerencia de posiciones doctrinales tan sobrepasadas en la historia en un desarrollo teológico de auténtico valor.
La Universidad Católica debe andar con cuidado para no perder su auténtica catolicidad. Alberga en su facultad de teología a alumnos de varios países latinoamericanos. No puede reproducir la estrechez del período del gobierno militar cuando tuvo un rector de la marina y excluyó de la enseñanza de la teología a dos profesores de primera magnitud. Ronaldo Muñoz y Fernando Castillo Lagarrigue. No tiene ningún sentido reproducir en la actualidad la estrechez de aquellos tiempos.
Nuestro arzobispo no es teólogo, pero es pastor. Si me pongo en la perspectiva del bien pastoral de nuestra iglesia chilena, confieso que tampoco comprendo la medida del cardenal de suspender a Jorge Costadoat. Además del prestigio académico de la U. Católica, está también en juego el prestigio de otra entidad que nos interesa a todos, también al mundo chileno no religioso. Es el prestigio de la propia iglesia católica. La iglesia chilena ha sido universalmente alabada por su defensa de los Derechos Humanos en tiempo del gobierno militar.
Hasta aquí he aludido a dos aspectos que me vinculan con Jorge Costadoat y por los cuales me siento afectado por las prohibiciones que sufre. Uno es el vínculo que me une con la U. Católica, he sido 33 años profesor y por el cual me preocupa que se mantenga abierta, católica, dialogal con el mundo moderno. El segundo es mi calidad de teólogo moralista diplomado como doctor en la Gregoriana hace 65 años y sujeto de un interés por la teología, apasionado, lo confieso, durante todos estos largos años. Me interesa la reflexión teológica y he visto en Jorge Costadoat un buen exponente de la teología latinoamericana y universal. Me duele verlo a mi juicio censurado, cuando tendríamos que esperar tanto de él para Latinoamérica y la teología católica en general.
Pero mi interés por la teología no es simplemente ideológica, es un interés y preocupación por la iglesia, por el mensaje mismo de Cristo y su actualización en el mundo actual. Me preocupa la vigencia de la iglesia en el mundo actual y particularmente en nuestro Chile actual. Cuando me he puesto al día en largos años de lectura, de diálogo, de reflexión, he sentido preocupación muy particular por la fe cristiana y la iglesia viva en nuestro país.
Constato que perduran en nuestra iglesia estructuras antiguas absolutamente superadas que están causando un éxodo de la juventud de la iglesia. Me preocupa el que esa renovación buscada por el Concilio Vaticano II todavía no alumbra nuestro horizonte empequeñecido en Chile. Pienso que hombres como Jorge Costadoat son esperanza para la iglesia, para su renovación en Chile, para la juventud que busca y no encuentra, y siento pena cada vez que hombres como él son desautorizados precisamente por los que más deberían acogerlos con entusiasmo y alegría.
Me he interesado en la iniciativa papal tan necesaria de renovar en el mundo la teología y la práctica del matrimonio cristiano. Jorge Costadoat prometía ser un factor muy positivo para cooperar con el interés del papa y la causa misma del bien común vinculado al matrimonio. Esperaba que con Jorge podríamos preparar el Sínodo de la familia que la iglesia proyecta celebrar en octubre próximo, pero ciertamente su desautorización para enseñar no valoriza su cooperación.
No puedo dejar de pensar que nuestro obispo se equivoca al quitar a Jorge de la enseñanza que han de recibir sus seminaristas y teólogos. Precisamente creo que hombres como Jorge son necesarios para que nuestros futuros diáconos y párrocos puedan responder más plenamente a los deseos de la iglesia, a la modernización que necesita nuestra iglesia urgentemente para responder a las esperanzas del concilio. Van 60 años desde el término del concilio y el concilio no ha sido todavía en Chile reflexionado, todavía en Chile no superamos esa desconfianza que se metió en la iglesia con Juan Pablo II y el mismo Ratzinger y que impidió que el concilio adquiriera plena vigencia.
En resumidas cuentas ante los cambios que pide la iglesia chilena y las instituciones mismas del país como la Universidad Católica, pienso que no podemos desperdiciar el aporte de un hombre valioso cortándole la carrera que a todas luces estaba llamado a desempeñar.
José Aldunate, S.J.
Residencia de San Ignacio en Santiago, 8 de abril de 2015
Reflexión y Liberación
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