Recurso de los que no tienen argumentos
Erdogan también hace de historiador
El titular es una clara alusión a la irritación que al presidente de Turquía le ha producido el uso del término "genocidio" por el Papa, en una homilía pronunciada el pasado lunes en la Basílica de San Pedro, al conmemorar el centenario del martirio armenio por parte de turcos otomanos durante la Primera Guerra Mundial. En efecto, el presidente Erdogan ha dicho: "Cuando los políticos y los religiosos asumen el trabajo de historiadores, no dicen verdades, sino estupideces". Como el presidente turco es un político se le puede aplicar su propio diagnóstico, pues también él hace de historiador rebajando las cifras que otros dan de un millón y medio de armenios muertos. Por otra parte, los calificativos insultantes y las amenazas (“condeno al Papa y quiero advertirle” dijo también Erdogan) suelen ser el recurso del que no tiene argumentos.
Las palabras de los políticos acostumbran a ser “políticamente correctas”, que es un modo de utilizar circunloquios para decir una cosa queriendo decir otra. El presidente turco hubiera podido predicar con el ejemplo y utilizar el lenguaje “políticamente correcto” que le hubiera gustado que utilizase el Papa. Hubiera podido responder, por ejemplo, que el asunto del que habla el Papa es antiguo, tan antiguo que no vive ninguno de los que entonces participaron o fueron testigos. Y que al tratarse de un asunto antiguo lo más conveniente es olvidarlo. Claro que los que quieren olvidar la historia, muchas veces la repiten. De ahí el interés de la memoria, precisamente como acicate para no repetir determinadas historias. Hay recuerdos que resultan peligrosos. Si lo ocurrido con los armenios no fuera una historia peligrosa, no habría motivo para irritarse cuando alguien la recuerda.
Cada gran cultura, cada pueblo, cada religión tienen sus mártires. Desgraciadamente sigue habiendo mártires. ¿Es oportuno, es conveniente recordarlos? Sí, siempre que no se trate de un recuerdo reivindicativo, sino de un recuerdo que busca la paz y la reconciliación entre las personas y los pueblos. Si se cuentan historias de mártires es precisamente para no repetirlas. Me parece que este fue el contexto y la intención de las palabras del Papa sobre lo ocurrido con los armenios. La homilía papal empezó así: “Desgraciadamente todavía hoy oímos el grito angustiado y desamparado de muchos hermanos y hermanas indefensos, que a causa de su fe en Cristo o de su etnia son pública y cruelmente asesinados –decapitados, crucificados, quemados vivos–, o bien obligados a abandonar su tierra”.
Ese es el problema: todavía hoy. Si calificar al pasado de otra manera sirve para que hoy deje de oírse el grito angustiado y desamparado de tantos indefensos, bien venidos sean los calificativos “de otra manera”. Pero si calificamos “de otra manera” sin preocuparnos del “todavía hoy”, entonces la guerra de calificativos es una burda manera de despreocuparnos de lo verdaderamente importante: el “todavía hoy”.
Martín Gelabert Ballester, OP
Orden de Predicadores
RD
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