El aparato institucional utiliza estrategias comunicativas para trivializar las causas estructurales de la crisis, promoviendo la 'espectacularización' de la pobreza y promocionando la caridad como la mejor actitud moral que se debe adoptar frente a las desigualdades sociales. Ante la privatización de servicios básicos y la pérdida de derechos sociales, desde los medios se intenta manipular a la opinión pública para que acepte, resignada, esta visión sesgada, simplista e interesada de la realidad.
Desde 2010 diversos informes alertan de las tendencias que se están observando en diferentes países de la Unión Europea como consecuencia de las estrictas medidas de austeridad implementadas por los gobiernos para cumplir con los objetivos de déficit impuestos por la Troika. Los efectos de la recesión, combinados con la ausencia de alternativas, están menoscabando los sistemas de protección social, al tiempo que se generan nuevos riesgos de exclusión y se aumentan las brechas de desigualdad. En el caso español, la reducción del gasto público en políticas sociales ha causado desastrosos efectos, aumentando índices de pobreza hasta niveles desconocidos en nuestra historia reciente[1].
Debido al crecimiento de la demanda interna, el gobierno reforzó la financiación destinada a acción social, favoreciendo a las principales entidades asistencialistas (Cáritas y Cruz Roja Española, fundamentalmente)[2], que registran un incremento considerable en sus ingresos tanto por cuota de socios como por subvenciones, legados y donaciones. Así mismo, durante los años de crisis estas entidades han ampliado su base social y mejorado su imagen pública.
Sin embargo, esta institucionalización del asociacionismo trae consigo el riesgo de privatización de servicios públicos, sobre todo los vinculados con los derechos fundamentales y las necesidades más básicas. Un fenómeno que, si bien constituye un claro menoscabo a la función del estado, es promovido de manera encubierta por la propia administración. Varias entidades alertan de esta tendencia y los consecuentes cambios que puede acarrear para el Tercer Sector, como un retroceso en la conceptualización del desarrollo y un sobredimensionamiento de la pobreza.
Cuarto mundo: los nuevos pobres
Se habló hace años del neoliberalismo compasivo como la ideología de la cooperación al desarrollo en el siglo XXI, basada en la instrumentalización de los sentimientos de la población de los países ricos sobre la pobreza. “No queda ni eso: la pobreza está ya demasiado cerca, en el piso de al lado. Por eso inspira miedo, no compasión” (Romero y Ramiro)[3]. La crisis ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de un estado de bienestar que no puede frenar el avance de los índices de exclusión social.
Consecuentemente, se extienden mecanismos de compensación alternativos, como las muestras de apoyo social, por un lado, mediante la protección informal a través de redes familiares; y por otro, mediante la extensión de una solidaridad indolora (incremento de las aportaciones a bancos de alimentos, ampliación del perfil de voluntariado que colabora por encontrarse en situación de desempleo más que por compromiso social[4], etc.).
Ante la falta de coordinación de los distintos agentes, algunas ONG adoptan la estrategia de concentrar su actividad en programas o servicios de gran impacto social, en una metodología prioritariamente asistencial, en lugar de incidir en las causas estructurales de tanta desigualdad y exclusión. De este modo, se ofrece una respuesta paliativa a corto plazo sustituyendo la protección institucional por una beneficencia del siglo XXI, un neoasistencialismo caritativo en manos de organizaciones, algunas de ellas vinculadas a la Iglesia católica. En este contexto, las instituciones priman cada vez más las organizaciones de los pobres, como roperos, bancos de alimentos, comedores sociales, albergues, etc., eliminando espacios de participación e intervención a otras ONG en sectores sociales especializados.
Un ejemplo de este cambio de tendencia: en 2013, la Unión Europea aprobó el Plan de Ayuda Alimentaria, según el cual el Fondo Europeo de Agrícola de Garantía (FEAGA) financia un programa que permite distribuir alimentos a las personas más necesitadas a través de organizaciones caritativas y entidades benéficas. En 2013 el montante asignado para España fue de 85 millones de euros; en 2015, es de 110. Por establecer una comparativa en cuanto a la ayuda otorgada: la aportación total del gobierno a la crisis alimentaria del Cuerno de África en 2011 fue de 25 millones.
Caridad televisada
En toda esta orquestación, los medios de comunicación son una pieza fundamental. A veces no queda más remedio que hablar de determinados temas “espinosos”, pero en esos casos se habla con un enfoque muy claro: el de obviar las causas y centrarse en los problemas; como si la realidad que nos encontramos día a día no respondiese a un mecanismo estructural, sino a una serie de “desgracias personales” que nos son más o menos ajenas, dependiendo del contexto en el que nos movamos.
Y si después de recordarnos lo mal que estamos nos ofrecen un atisbo de colaboración, entonces, claro, esta ayuda vendrá como caída del cielo. Poco importa que no deje de ser un apoyo puntual que nos distraiga de nuestro objetivo prioritario; o una medida meramente paliativa ante una problemática mayor que tarde o temprano tendremos que hacer frente; o si, incluso, dicha ayuda proviene de aquellas entidades que se están beneficiando a costa de tu “desgracia” (Responsabilidad Social Corporativa, lo llaman): todo eso no importa, la cuestión es que el mensaje proyectado termina calando en la audiencia.
Tal como afirma el periodista Pascual Serrano: “una vez más, los medios se muestran como el principal ariete de la ideología que quiere sembrar la resignación. Para ello sus cartas son la apología de una caridad con sonrisas y aplausos que reniega de la justicia social; y el entretenimiento y la frivolidad ante el atropello de derechos humanos fundamentales”[5]. Hace tiempo que la psicología social de la comunicación demostró la efectividad del discurso emotivo: allá donde las ideas no logran calar, llegan los sentimientos.
Así, en los últimos años estamos volviendo a formatos ideológicos propios de la dictadura franquista, que tan bien supo retratar Berlanga en su obra Plácido, en la que el régimen de la época invitaba a los ricos a “sentar un pobre a su mesa”. Ejemplos no faltan, pero me limitaré a citar sólo dos que, aún perteneciendo a diferentes géneros comunicativos, responden a un mismo interés.
Vuelta al telemaratón
La crisis ha resucitado este formato propio de los 90. En 2013 Televisión Española emitía Entre todos, un magazín que la prensa francesa calificó como el programa de los pobres[6]. Según TVE, nace con la idea de “potenciar y canalizar la generosidad y los valores positivos de la audiencia”. El show vespertino logró cosechar éxito de audiencia en el prime time de sobremesa, aunque no ha conseguido alcanzar su primer año de vida. Las constantes críticas, unidas a determinadas filtraciones sobre sus costes, han obligado a la nueva dirección del ente a retirarlo.
En este show, las personas necesitadas daban a conocer su situación personal, haciendo pública su intimidad, para pedir el apoyo económico de los televidentes. Aspectos fundamentales como el derecho al honor o el principio de dignidad son cuestionados ante determinado tratamiento mediático. Segundo Moyano, director del programa de Educación Social de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), considera que el programa contradice el código deontológico de cualquier profesión social “porque utiliza situaciones y testigos no para denunciarlos, sino para hacer un espectáculo”[7]. El propio Consejo General del Trabajo Social (CGTS) exigió a TVE la eliminación de dicho espacio por considerarlo “un claro ataque al estado de bienestar y a la universalidad de los derechos sociales”[8].
Posteriormente, “Entre todos” se erigió como un reducto en TVE para dar voz a protestas sociales donde políticos locales prometían solventar los déficits de su gestión municipal. Un simulacro que, lejos de contribuir a fortalecer una masa crítica, servía como nueva plataforma de propaganda política.
Pobreza energética
En los últimos meses se nos está bombardeando con noticias y reportajes informativos sobre la situación de pobreza energética en que viven millones de personas en España[9]. Miles de familias con escasos recursos tienen que elegir entre comprar alimentos o encender la estufa. No sólo eso: según la Asociación de Ciencias Ambientales, la pobreza energética podría estar detrás de la muerte prematura de más de 2.000 personas al año.
Organizaciones asistencialistas llevan años denunciando la situación, incluso han ayudado económicamente a las familias atendidas a hacer frente al pago de facturas de la luz. Los medios se centran en mostrar este tipo de gestos de altruismo en lugar de denunciar los motivos y exigir medidas políticas que rompan con el monopolio de las grandes eléctricas y permitan un acceso justo al mercado de distribución (en diez años la energía se ha encarecido más de un 50 por ciento).
De poco vale pedir ampliaciones de plazo o ayudas para hacer frente al pago si éstas no vienen acompañadas de un plan que contemple medidas que garanticen la protección de los consumidores y repercuta en una mayor transparencia y una mejor regulación del sector, incluyendo un cambio de modelo energético. Pero para ello hace falta un verdadero compromiso político. Cuando se trata de garantizar un derecho básico no se deben pedir ayudas, se debe exigir un justo cumplimiento de las leyes.
Compromiso ciudadano
Cuando un sistema de protección social falla, es el estado el que debe intervenir, por compromiso público, competencia política y deber moral. No podemos consentir que se inste a la sociedad civil a asumir responsabilidades que no le corresponden. Como ciudadanía organizada, una de nuestras principales obligaciones es la de exigir a los gobiernos la asunción de sus competencias; debemos estar alerta para denunciar casos de injusticia social, el incumplimiento de las normas o la aprobación de leyes que, lejos de defender el estado de derecho, tratan de coartar las libertades sobre las que se sustenta cualquier sistema democrático que merezca llamarse como tal.
Existen ejemplos palpables de cómo es posible conseguir logros colectivos mediante movimientos sociales, tal como ha demostrado la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) o, más recientemente, la Plataforma de Afectados por Hepatitis C. Queda patente, una vez más, que sólo la lucha ciudadana puede garantizar la paz social. Dejar de ver la situación actual como una consecuencia inevitable contra la que no es posible rebelarse es el primer paso para romper con la resignación y evolucionar como sociedad responsable.
Paqui Durán Lama es periodista, máster en Cooperación al Desarrollo y ‘aprendedora’ en temas de comunicación para el cambio social.
Revista Pueblos
NOTAS:
- En España existen más de tres millones de personas en situación de pobreza extrema y diez en pobreza relativa. Fundación FOESSA: Desigualdad y Derechos Sociales. Análisis y perspectivas 2013. Ver en www.foessa.es.
- Sólo estas dos entidades recibieron 56 millones en 2012, el equivalente al 40 por ciento del total de financiación que se concedió a todo el conjunto de ONGD de cooperación internacional ese año (140 millones). Durán, F. y Sánchez-Bayón, A. (2013): Repensar la cooperación al desarrollo: problemas y retos actuales. Editorial Académica Española. Ver en:http://goo.gl/DS4g6X.
- Romero, M. y Ramiro P. (2012): Pobreza 2.0. Empresas, Estados y ONGD ante la privatización de la cooperación al desarrollo, Barcelona, Icaria.
- Cruz Roja: “Cuando el paro es motivo para hacerse voluntario”. Ver en http://goo.gl/PifDIy.
- Serrano, Pascual (2013): “La crisis y los medios de comunicación: humillación y caridad”. Artículo disponible en http://pascualserrano.net.
- “El programa de los pobres”, así ven en Francia al ‘Entre todos’ de Toñi Moreno. goo.gl/br4qmF.
- Bigas, Nuria (2014): “La caridad televisiva disfraza las carencias sociales del Estado”. Disponible en goo.gl/LvHh2I.
- “El Consejo General del Trabajo Social (CGTS) exige a TVE la retirada del programa ‘Entre Todos”. Noticia publicada el 01/10/2013 en www.exclusivadigital.com.
- Carra, Alejandro (2015): “Cuatro millones de españoles viven en situación de pobreza energética”, ABC, www.abc.es. http://goo.gl/wda5iT.
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