El domingo 19 de abril otro barco naufragó en el Mediterráneo, a 70 kilómetros de las costas de Libia y 170 kilómetros de la isla italiana de Lampedusa. En el barco venían aproximadamente 900 inmigrantes africanos provenientes de Argelia, Egipto, Somalia, Nigeria, Senegal, Mali, Zambia, Brangladesh y Ghana. Se estima que pueden haber muerto 700 inmigrantes. Esta podría ser la mayor tragedia de la historia en las aguas del Mediterráneo.
En lo que va corrido de este año han muerto más de un millar de inmigrantes africanos en el Mediterráneo. Solo en la última semana han llegado a la isla italiana de Sicilia más de 11 mil inmigrantes provenientes de África.
El presidente de Médicos Sin Fronteras, Loris De Filippi, ha declarado: “Se está creando una fosa común en el Mediterráneo y las políticas europeas son las responsables”. El Papa Francisco ha apelado a la comunidad internacional para que “actúe con decisión y prontitud”, pues quienes han muerto "son hombres y mujeres como nosotros, hermanos que buscan una vida mejor, hambrientos, perseguidos, heridos, explotados, víctimas de guerras, que buscan una vida mejor. Buscaban la felicidad". "Es evidente –continuó el Papa- que las proporciones del fenómeno requieren una implicación más amplia. No debemos cansarnos de solicitar un empeño más extenso a nivel europeo e internacional".
¿Y quién es culpable de estas muertes? Se dirá que es culpa de ellos mismos, por emprender un viaje con tantos riesgos; se dirá que es culpa de los que trafican personas cobrando cuantiosas sumas; se dirá que es culpa del caos político y social de los países africanos. Probablemente nadie sentirá excesivo remordimiento; probablemente el número 700 se nos quedará grabado vagamente en la memoria… es la ventaja de un número sin nombres.
Pero el mar no olvida… y nos irá entregando, uno a uno, cada uno de estos muertos, a ver si un día llegamos a sentir aunque sea un poco de vergüenza.
SS.CC. Chile
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