Friday, April 03, 2015

EXPOSICIÓN "EL SACRIFICIO DE LA LUZ" (II) La opción por el otro: el sentido de la cruz por Samuel Fernández


La cruz preside el misterio cristiano. Pero, ¿qué vemos en las figuras de Cristo crucificado?. Es una fuente de luz que ilumina la existencia humana y abre el acceso a la hondura del amor de Dios. Pero, a la vez, también es fuente de malos entendidos. En el nombre de la cruz, algunos han accedido a lo más valioso de la entrega de Jesús y del amor de Dios Padre, mientras otros, también en su nombre, han mal entendido el evangelio y han desfigurado el rostro del Padre. ¿Cuál es, entonces, el significado de la cruz?. El sentido de la cruz es un misterio, no porque sea irracional o simplemente incomprensible, sino por el hecho de ser una realidad que nunca puede ser comprendida de modo exhaustivo, y por ello siempre debe ser profundizada. Pero para ahondar en su avlor es necesario evitar ciertos riesgos.

Un primer riesgo consiste en aislar la cruz. Ella carece de sentido cuando mse la contempla sola. La crus no es un hecho puntual en la vida de Jesús, sino que se enmarca y está vinculada con toda su vida. ¿cómo se relaciona el conjunto de la existencia de Cristo con el calvario? El elemento que hace de vínculo entre el recorrido de la vida de Jesús y la cruz es su autodonación. Cada página del evangelio, cada paso de Jesús, cada una de sus palabras y acciones es un gesto de donación, cuando camina, se entrega; cuando habla, se da; cuando sana; cuando enseña; cuando recorre los poblados; cuando cuenta parábolas, Jesús se está entregando a si mismo. Un episodio retrata esta actitud fundamental: cuando sus discípulos regresaron, después de una agotadora misión, el señor les dijo: "vamos a un lugar solitario, para descansar un poco", y parten. Pero la gente se entró y caminaron a ese mismo lugar. Cuando Jesús vio a la gente, no la despidió, sino que cambiando sus planes, afirma el evangelio: "Sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas" (Mc 6,34). Jesús no se reserva a si mismo, no pone límites, sino que se entrega. Es la donación que realiza cada vez que se celebra la Eucaristía, que es "Cuerpo entregado y Sangre derramada". Esta misma entrega es la que, el Viernes Santo, se sella en la cruz y se prolonga por medio de la resurrección, por la cual el señor vive eternamente "para" nosotros. El valor de la cruz, entonces, no radica en las heridas, en la sangre o en los clavos, sino en el don de si mismo que no tiene límites. El Hijo de Dios no vino a ser servido, sino a servir (Mc 10,45), y su servicio es su entrega. El excepcional valor de la cruz radica en que es la cumbre de la donación por amor a nosotros, es decir, es el climax des desposeimiento de si mismo que Jesús realiza en favor nuestro.

Otro riesgo que se debe evitar consiste en creer que el sufrimiento en si mismo le otorga valor a la cruz, como si el sufrimiento en cuanto tal fuese algo positivo. Pero dios no quiere el sufrimiento. Ahora bien, si el sufrimiento no es algo positivo, ¿por qué la salvación se realiza por medio de él? En realidad, no es el sufrimiento lo que salva, sino la entrega. Fuimos creados para estar vueltos a Dios Padre y abiertos  a los demás: en esta apertura hacia los demás radica nuestra vida verdadera. Pero la familia humana optó por el egoísmo y por la cerrazón. Lo más ajeno a nuestra vocación original es el estar centrados en nosotros mismos; en esta circunstancias, se vuelve fácil que miremos a los demás como adversarios o como competidores. Si vivo para mi, el bien del otro me produce malestar, me amenaza, y se instala la injusticia: el egoísmo y la conveniencia configuran las relaciones humanas. Surge la desconfianza respecto de Dios: como si su triunfo fuera nuestra derrota. Nada más lejano a nuestra genuina vocación. Por ello, el Hijo de Dios no vino a morir, sino que vino que vino a vivir como hombre, es decir, realizó en nuestras propias condiciones, nuestra propia vocación humana de apertura al padre y a los hermanos. Jesús vivió la vida humana en total fidelidad a lo que nosotros somos. Jesús, este hombre justo, desarrolló su existencia de modo plenamente fiel en un contexto marcado por la injusticia. Y la fidelidad necesariamente se estrella contra la injusticia reinante. Jesús no9 viene a morir, no busca la cruz, pero sabe que es necesario que ella venga, porque la injusticia no puede convivir pacíficamente con la fidelidad. A Jesús lo mataron: el autor de la cruz no es Jesús, sino la injusticia. Él realiza de modo pleno la vocación humana de entrega por los demás, aún sabiendo que esa fidelidad le costará estrellarse contra el pecado y contra la injusticia. Lo que vale de la cruz es la entrega, es la donación, es la apertura al otro.
Un tercer riesgo que es necesario superar es pensar, a la luz de la cruz, que la salvación implica la destrucción de la vida humana. Como si la salvación equivaliera a la negación de lo más humano. La cruz no es destrucción, sino despliegue de lo auténticamente humano en un contexto marcado por la injusticia. El que padece la cruz es el Hijo de Dios hecho hombre, que vino como hombre, de modo pleno, la vida humana, hasta las últimas consecuencias. por ello la cruz es camino de salvación, porque muestra el camino, o mejor, abre el camino de la autentica vida humana, la que no está centrada en si misma, sino abierta al otro y al otro. En la cruz no se realiza la aniquilación de lo himano, sino que se despliega su plenitud. Jesús es camino de salvación porque vive, como hombre, nuestra auténtica vocación de manera plena. vivir como hijos e hijas del Padre, y vivir como hermanos y hermanas de los demás. Mientras el adán del libro del Génesis, siendo de condición humana, no se conformó con estar vuelto hacia Dios, sino que, desobedeciendo, quiso arrebatar una autonomía inadecuada  para el hombre: renunció a ser hijo, se exaltó a si mismo y por eso arruinó su vida; el Señor Jesús, por el contrario, siendo de condición divina, no se aferró a ser igual a Dios, sino que se vació de si mismo obedeciendo hasta la muerte, y por eso fue exaltado (cf. Flp 2). Jesús muestra que significa ser hijo. El rechazo de Dios no vuelve más hombre al ser humano, sino que lo deshumaniza. Por ello, en este sentido, Jesús es más hombre que Adán.
El último riesgo, tal vez el más grave, es el de desfigurar el rostro paterno de Dios. Muchas veces el discurso sobre la cruz ha utilizado el lenguaje del pago: como si el Dios ofendido por el pecado exigiera una victima. Una mala predicación acerca de la cruz muchas veces ha llegado deformar el rostro del Padre, hasta presentarlo como un Dios que se complace en el sufrimiento. lo que complace al padre es la vida humana vivida de verdad, por ello el padre valora la fidelidad de Jesús a vida humana, aún con las trágicas consecuencias de su choque contra la injusticia. La cruz no nos muestra un Dios que exige una victima, sino un Padre que se involucra en la historia humana hasta participar por medio de su propio Hijo. Dios no es el que -manda-  los sufrimientos o "se complace" en el dolor, sino el que, por medio de su propio Hijo, se identifica con el que sufre injustamente
Al contemplar los crucifijos, descubramos la plenitud humana del Hijo de Dios que se hace uno de nosotros hasta las últimas consecuencias, que vive nuestra vocación de hijos e hijas, hasta las últimas consecuencias, que nos ama y se entrega por nosotros, sin límites. Al mirar las heridas del Crucificado, no veamos sólo la sangre y los clavos, sino la entrega y la donación de este "Cuerpo entregado y de esta Sangre derramada". la fragilidad del cuerpo herido de Jesús siempre será un grito de alerta a nuestra sociedad y a nuestra propia iglesia que, en cada época y de diversas formas, tiene la tentación del triunfalismo. La frágil carne de Jesús es la carne de la humanidad sufriente. Y Jesús muestra que que es  mejor padecer la injusticia que causarla. Cada uno de los crucifijos expresan hasta dónde puede llegar la barbarie humana y, a la vez, hasta dónde puede llegar el amor humano. En la cruz no contemplamos el odio humano enfrentando al amor de Dios, sino que podemos descubrir la cumbre de la vida humana que se enfrenta a la deshumanización propia del pecado. La cruz de Jesús muestra hasta qué punto Dios se involucra en nuestra historia: hasta identificarse, en su hijo, con nosotros y darse

Samuel Fernández E.
Sacerdote diocesano (1992). Doctor en Teología y Ciencias Patrísticas en el Instituto Agustinianum de Roma (1997). profesor titular de la Facultad e Teología de la Pontificia Universidad católica de Chile


La exposición "El sacrificio de la luz"  se está presentando en el Centro de Extensión de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en la Sala Joaquín Gandarillas Infante, hasta el 31 de julio de este año.

Las obras pertenecen a la colección Joaquín Gandarillas Infante

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