Thursday, July 23, 2009

La Medicina hoy: ¿Arte o destajo?.

Sin ninguna jactancia, puedo decirles que yo he sido llamado a la medicina, entendida esta como “Arte” (ars medica la llamaban los antiguos que nos precedieron). He considerado y considero un honor que compañeros de profesión me elijan como su médico para ellos mismos o para sus seres queridos; he visitado pacientes terminales en sus domicilios sin cobrarles un centavo, a veces viajando a pueblos lejanos en esta zona rural en que vivo. He convertido mi trabajo en un sacerdocio, tal vez supliendo así el sacerdote jesuita que no pude o quise ser. He visto la muerte por hambre en mis breves estancias en el tercer mundo. He llorado de veras a algunos de mis pacientes (por qué los lloraba será motivo de otro post, en realidad cuando los médicos y enfermeras lloramos lo hacemos por nuestros propios, profundos y antiguos dolores). Como médico, he comprendido y aceptado que, siguiendo a Dom Pedro Casaldáliga, obispo que del Matto Grosso brasileño, sólo hay dos valores absolutos: Dios y el hambre (todo los otros son dioses con minúsculas, que además generalmente exigen sacrificios humanos).


Sin embargo, quienes gestionan la sanidad en el centro donde trabajo y en todo el Estado han convertido lo que fue y debe ser un arte en un destajo. Toman decisiones trascendentales sobre presupuestos y tiempos de atención a cada paciente personas sentadas en un despacho que, o no han visto nunca pacientes, o los han olvidado con rapidez, posiblemente nunca tuvieron una verdadera vocación para ello. El papeleo y la burocracia han sustituido el interés por las personas. Siguiendo a mi maestra Elisabeth Kübler-Ross (esperen un post monográfico algún día), todos los valores están trastocados. La medicina actual es compleja y cara, pero los gestores sanitarios cobran sueldos principescos y nos dicen cómo debemos trabajar a nosotros, clínicos mucho más cualificados y que conocemos mucho mejor las necesidades de nuestros pacientes que ellos. Y hablan del gasto sanitario desde lujosos despachos, ignorando que por eso mismo carecen de autoridad y que lo hacen, como diría San Ignacio, “sub angelus lucis” (”bajo apariencia de bien).


Hubo una época en que la medicina consistía en sanar, no en hacer negocio. Tiene que adoptar esa misión nuevamente, los médicos y personal sanitario debemos reconocer que somos el corazón de la humanidad, del mismo modo que los clérigos y hombres y mujeres religiosos son su alma, sea cual sea el Dios al que se dirijan. Créanme, se lo dice una persona llena de defectos y que ha cometido muchos errores en su vida, pero que se entrega a los demás y quiere darles lo mejor de sí mismo, como médico y como persona, y que tal vez por ello es exigente con otros profesionales sanitarios además de consigo mismo.


Defender esta visión de la medicina ante los gestores tiene un precio, yo les contaré el que he pagado y que tal vez deba pagar de nuevo. En el hospital donde trabajo pretendieron que visitase a un paciente de primera visita cada 10 minutos, y uno de segunda visita cada 5 minutos. ¿Hay algo más absurdo en la visita de un especialista?. Yo me negué, dado que dedico al paciente el tiempo que necesita, 10 minutos o una hora, porque es una vida humana la que está en juego. Eso me costó un expediente y ser examinado por el médico de empresa, para ver si estaba en mis cabales y podía ejercer. Obviamente el expediente duerme en un cajón y reconocieron que podía ejercer, y acabaron aceptando tácitamente que viese menos pacientes (aun cuando me ofrecieron un pacto que no consentí porque era una mentira, y yo no miento: que adujese stress laboral para visitar menos pacientes).


A continuación, llegó una nueva iluminada a organizar las consultas. Mi batalla es conseguir ser yo quien las organice, porque yo soy el responsable ante Dios, ante la ley y ante mis pacientes, nadie más lo es, y sé lo que necesito, en mi caso más segundas y menos primeras porque apenas tenemos lista de espera en mi especialidad. Es obvio que chocamos en seguida: no sólo mi propuesta-oferta no fue aceptada, además se me abrió un nuevo expediente y hube de pasar por un nuevo examen pericial, en un momento de gran dificultad personal para mí. Como no hallaron motivo para condenarme o sancionarme, he seguido ejerciendo, y en esa batalla sigo ahora. Creo que antes o después la ganaré, porque “cuando hay un para qué, puede soportarse casi cualquier cómo” (Nietzsche, aquel gran filósofo alemán que hizo bien y mal con sus ideas). Y además, porque a mí no sólo no me amedrentan, sino que no pueden comprarme, con lo cual concluiré y entronca con el final del post previo: mi precio es el cariño, es el agradecimiento de mis pacientes y sus familias (como aquel gran amigo que se llevó la mano al corazón como muestra de gratitud cuando desfilé ante el ataúd de su padre en su misa-funeral, tal como se hace todavía en los pueblos manchegos, nunca olvidaré su imagen, aun hoy rompo a llorar al recordarlo); es saber que pro-sigo el camino de mi hermano el carpintero de Nazaret (espero que no me cueste la vida, como le costó a él, aun cuando pueda costarme más expedientes, conflictos profesionales o laborales, dado que el “poder” -que no la autoridad, pero eso será ásimismo el motivo de otro post- ejercido por los mediocres siempre es rencoroso).


Ejerzo la medicina como creo y creo en lo que ejerzo, porque pienso que es mi deseo y mi deber, y así ayudo a mis pacientes, soy fiel a mí mismo y ayudo a sanar a la madre Tierra. Y porque, por mi historia personal, como no tengo hijos y mis necesidades económicas no son grandes, estoy acostumbrado a vivir con cierta austeridad -aunque me apasionan las bicicletas de carreras y me gustan las cosas buenas, como a todo el mundo- y no se me puede comprar con dinero, ni con poder ni con prestigio, los tres dioses a quienes se suele adorar en nuestro mundo. Tal vez porque pro-sigo a un Señor cuyo Reino no era de este mundo, aunque nuestra tarea sea intentar realizarlo aquí. Podrán decir de mí que fui derrotado, pero no que no intenté hacerlo posible.


No olviden rezar por mis pacientes, por quienes trabajamos con y por ellos y por los gestores sanitarios, para que se conviertan y busquen el bien común de las mayorías y permitan que, al menos algunos de nosotros, intentemos ejercer el ars medica y la medicina deje de ser un destajo. Tratamos con seres humanos enfermos, angustiados y vulnerables, una consulta no es una cadena de montaje.


Ángel García Forcada
Del blog Confesiones de un médico
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