Tuesday, January 03, 2012

El "mea culpa" de la Iglesia belga

El gran escándalo de los abusos sexuales que han golpeado a una parte del clero nacional ha obligado al primado a confesar públicamente el compromiso hacia la comunidad

GIACOMO GALEAZZI
CIUDAD DEL VATICANO

«Os pido perdón». Ante el balance «doloroso» de 2011 y la inauguración de un 2012 de «purificación», el primado católico de Bélgica y arzobispo de Bruselas, André-Joseph Lèonard expresa su «mea culpa» por los abusos sexuales del clero. En nombre de una de las Iglesias nacionales más afectadas por el escándalo de los sacerdotes pederastas, monseñor Leonard se encarga de las culpas de los sacerdotes y religiosos «infieles», mientras las jerarquías eclesiásticas belgas viven un momento particularmente difícil, en parte por las manifestaciones internas de los «disidentes». El «mea culpa» de Leonard, religioso con una fuerte sensibilidad ratzingeriana, llega en un momento en el que las jerarquías de la Iglesia belga se encuentran bajo una fuerte presión. Después de la exhumación que en 2010 llevó a cabo la policía de la tumba del prestigioso cardenal Léon-Joseph Suenens para buscar algunas cartas secretas, clamorosa intervención de la cultura secular al interior de la catolicidad, las incursiones han sido constantes hasta nuestros días: en septiembre de 2011 unas setenta víctimas de religiosos pederastas denunció públicamente en el tribunal de Gante a la Conferencia episcopal belga y al Vaticano por no haber hecho nada para prevenir los presuntos crímenes que tuvieron lugar en la diócesis de Brujas. La Iglesia de Bélgica, hasta hace pocos meses, estaba en manos del cardenal Godfried Danneels, prestigioso primado que en poco tiempo se volvió el «gran ogro» que según los medios de comunicación se encargó de ofrecer una cobertura a los sacerdotes pederastas. Por estas acusaciones y por otras cuestiones, una parte del clero y de los fieles pide reformas: el celibato sacerdotal, en particular, se considera como uno de los elementos que desencadenan los abusos.

El Vaticano pide a Léonard que sea firme, pero no es fácil. Hace dos meses, el “New York Times” publicó una noticia indicando que en Buizingen, al suroeste de Bruselas, nació un movimiento alternativo a la Iglesia oficial en el que los que dicen la misa ya no son los sacerdotes sino los laicos. En la Iglesia de don Bosco, de hecho, al morir el párroco no se encontró ningún joven sacerdote capaz de sustituirle. Y así, los fieles han creado un nuevo movimiento católico, en el que los que celebran las funciones son los laicos. Mientras tanto, en el país que era un bastión del catolicismo son más de 200 los sacerdotes rebeldes que, apoyados por miles de fieles laicos, firmaron un documento para pedir que sean admitidos en la comunión los divorciados que se han vuelto a casar, que sean ordenados tanto hombres como mujeres casados y que se confíen las prédicas a los laicos. Entre los que firmaron el documento hay personajes de relieve, como: Roger Dillemans (rector honorario de la Universidad Católica de Lovaina), Paul Breyne (gobernador, desde 1997, de la provincia de Flandes occidental, con 1,2 millones de habitantes), Trees Dehaene y Agnes Pas (expresidente del Consejo pastoral interdiocesano), e incluso algunos eminentes sacerdotes como: John Dekimpe, Ignace Dewitte y Staf Nimmegeers. La petición, que nació en las bases, pretende obtener «un amplio apoyo en todas nuestras diócesis». Porque, dicen los promotores de la iniciativa, «estamos convencidos de que, si tomamos la palabra como creyentes, los obispos escucharán y estarán listos para llevar a cabo el diálogo sobre estas reformas urgentemente necesarias».

Hace un año, una violenta tormenta se desencadenó sobre el líder de la Iglesia católica belga, Andrè-Joseph Leonard, que había pedido clemencia para los sacerdotes pederastas ancianos: desde los socialistas francófonos hasta los liberales flamencos se dijeron «indignados» por sus declaraciones, con las que pretendía absolver a todos los que cometieron abusos con la condición de que ya no estuvieran en servicio. La propuesta de monseñor Dos diputados socialistas, que pertenecen a la comisión especial que se ocupa de la pederastia en la Iglesia, consideraron «inaceptables» la propuesta de mons. Andrè-Joseph Leonard, a saber, que condenar a los sacerdotes ancianos sería llevar a cabo una especie de «venganza», pero según los socialistas Karine Lalieux y Valerie Deom, hacer justicia no significa vengarse. «Una vez más –según los diputados– Léonard trata de hacer que se sientan culpables las víctimas y trata de ejercer presiones para inducirles a dejar de pedir que se haga justicia, que es su derecho». Leonard, explicaron los socialistas, no es el quien debe dar indicaciones sobre la condena o el perdón, sino que debe de ser «la justicia de los hombres» la que establezca las eventuales penas. «Particularmente alarmados» se declararon los liberales flamingos: «La justicia es una cuestión del estado sobre la que un hombre de Iglesia no debe intervenir», dijeron los diputados Carina Van Cauter y Sabien Lahaye-Battheu, autores de una propuesta de ley para aumentar a 30 años la prescripción del delito de abuso sexual de menores.

Monseñor Léonard ha recibido muchas críticas por haber ignorado las numerosas denuncias de las víctimas de los abusos cometidos por religiosos en Bélgica. Como respuesta a las acusaciones, la Iglesia católica belga decidió someter a sus jóvenes seminaristas a exámenes psicológicos para prevenir eventuales tendencias pederastas. «La Iglesia debe hacer un mejor trabajo para proteger a los niños». Estos exámenes irán acompañados de encuentros periódicos con psicólogos especializados, que seguirán los lineamientos de un código para prevenir los abusos de menores. Una decisión determinada por el ciclón de escándalos que ha hecho temblar al clero del país, después de que cientos de casos de abusos cometidos entre los años 50 y 60 saliera a la luz en los últimos meses. La que se encargó de revelar todo lo sucedido fue la Comisión Adriaenssens (que tomó el nombre del psicólogo Peter Adriaenssens, que la dirigía). Fue creada en 2000 por la misma Curia para investigar sobre los abusos en las parroquias belgas durante los últimos 50 años; en pocos meses de averiguaciones, la comisión recogió 450 denuncias de víctimas de abusos cometidos entre 1960 y 1985 por sacerdotes, profesores y líderes de movimientos juveniles. Según el informe de la comisión, «la mayor parte de las víctimas tenía alrededor de 12 años [...] una tenía 2, cinco tenían 4, ocho tenían 5 y diez tenían 7». La comisión indicó que 102 de los abusos fueron cometidos por miembros de una de las 29 congregaciones religiosas presentes en Bélgica. Trece de estas víctimas no lograron superar el trauma y se quitaron la vida. Uno de los casos más clamorosos fue el de monseñor Roger Vangheluwe, que hoy tiene 74 años, ex obispo de Brujas (una de las diócesis más importantes de Flandes). El prelado confesó que abusó de su sobrino cuando era todavía sacerdote e incluso después de su nombramiento como obispo. En esa ocasión, el arzobispo Andre-Joseph Léonard declaró que «a partir de ahora, la Iglesia belga está comprometida en un esfuerzo de transparencia, cambiando página con respecto a la época, no tan lejana, en la que en la Iglesia, como en otras partes, se prefería la solución del silencio o del enmascaramiento». Palabras graves que muchos interpretaron como una dura crítica a su predecesor, el cardenal Godfried Dannels, jubilado desde hace pocos meses.


La decisión de someter a los jóvenes seminaristas a exámenes psicológicos fue acogida con reservas por parte de los que cotidianemente defienden a las víctimas, como el abogado Walter Van Steenbrugge, que declaró a la publicación belga “Le Vif/L’Express” que «estudiar el perfil psicológico de los futuros sacerdotes constituye un mínimo paso hacia la dirección correcta, pero nada más; ¿por qué la Iglesia no elimina los verdaderos dogmas que son la base del problema, como el papel de la mujer y el celibato de los sacerdotes?», En septiembre, una asociación estadounidense que defiende a las víctimas de sacerdotes pederastas pidió a la Corte Penal Internacional de La Haya que incrimine a Benedicto XVI y a tres altos prelados del Vaticano (Tarcisio Bertone, Angelo Sodano y William Levada) por haber «tolerado abusos y molestias en contra de menores». A pesar de que nadie haya hecho lo que ha hecho Joseph Ratzinger en contra de los abusos. Justamente esta asociación, Survivors Network of those Abused by Priests (Snap), y la Ong que defiende los derechos humanos del Center for Constitutional Rights (Ccr) están haciendo una gira europea por las principales capitales para «recopilar información útil y testimonios de otras víctimas».


Vatican Insider

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