Gerard Condon escribió una “guía” sobre el tema. ¿El método de Jung? Llegó antes San Ignacio de Loyola
MARCO TOSATTIROMA
¿Existe un método cristiano para interpretar los sueños? ¿Por qué la teología espiritual no dice nada sobre este argumento, que en cambio desierta una enorme atención en fenómenos como el New Age y muchas prácticas religiosas no institucionales? La respuesta a la primera pregunta es positiva: la ofrece Gerard Condon. Fue durante años director espiritual del Pontificio Colegio irlandés en Roma, obtuvo el doctorado estudiando la obra de Jung en la Pontificia Universidad Gregoriana y en la actualidad es consejero diocesano de educación religiosa y profesor de espiritualidad en el St. Patrick College de Thurles.
Condon escribió para Ediciones Messaggero de Padua una guía cristiana para interpretar los sueños, que se llama “El poder de los sueños”, en la que apoya la entrada de la interpretación de los sueños en la vida cristiana y en la dirección espiritual, con una hipótesis muy interesante: “El método de Jung sobre la imaginación activa tiene un importante antecedente en la tradición cristiana: recuerda la técnica de meditación que propuso San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales”. Una afirmación audaz, pero muy interesante. Según Condon es importante indicar el resultado de la meditación espiritual sobre los sueños al director espiritual, porque “de esta forma, el proceso va más allá de la meditación personal y se afrontan incluso las implicaciones públicas y comunitarias de la imagen onírica”. Un poco de ayuda exterior es necesaria porque “un punto firme de la dirección espiritual cristiana es que nadie es el mejor juez de los casos propios”.
Pero la interpretación de los sueños, para entender cuál puede ser la señal que Dios nos manda, “debe ser contenida sabiamente. El análisis de los sueños no deberá dominar los encuentros”. Condon cita también la práctica de la incubación, que pervive en el ritual hebreo del she’eliat chalom: “En este caso se escribe una pregunta en un papelito, se deja debajo de la almohada y se decide tener una cierta receptividad al sueño que Dios enviará esa noche”. Es una práctica que, desde el punto de vista judeo-cristiano, puede parecer un intento humano para controlar el ámbito de lo divino; pero “conscientes de estas reservas, podemos adaptar para su uso algunos principios de la incubación onírica”. Antes de ir a dormir hay que recogerse en oración, confiando a Dios el problema. “Colocar en la habitación un objeto religioso reforzará la dimensión espiritual del ejercicio”. Hay que hablar de ello, de cualquier manera, con el propio director espiritual; y, quien quiera, puede también “adoptarla práctica hebrea de escribir el problema al que se busca respuesta en un papelito y dejarlo debajo de la almohada”.
Una última anotación tiene que ver con la simbología, con la cruz en particular, que simboliza la dolorosa interacción de opuestos como el bien y el mal, la inocencia y el pecado, la vida y la muerte, el paraíso y el infierno. “Según Jung, en su forma cuaternaria, la cruz reconcilia esas tensiones de alguna forma y genera al final un renacimiento o una resurrección”.
Vatican insider
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