Los riesgos y motivaciones para arriesgar su vida durante la guerra, así como su intervención para lograr el proceso de paz, quedaron plasmados en una entrevista con el Cardenal Rodolfo Quezada Toruño, realizada en abril de 2004 para el sitio especializado en cardenales
En la entrevista Quezada Toruño habló de sus experiencias y anhelos; a continuación presentamos unos extractos:
¿Qué recuerda de los años de persecusión?
La violencia. Cuando me nombraron arzobispo en 1972 me enviaron como auxiliar a la diócesis de Zacapa, donde la guerra de guerrillas inició y donde la guerra civil cegó más de 20 mil vidas.
Cuando llegué, la situación se estaba estabilizando, aun cuando las personas seguían siendo arrestadas y asesinadas.
Seguido tenía que ir a mediar con las autoridades militares para la liberación de algún prisionero. Pero la verdadera guerra había cambiado hacia las tierras altas; allí era terrible, especialmente en Quiché, la diócesis de Gerardi.
¿Había mucha violencia contra la iglesia durante los regímenes militares?
Mucha.. sí, cuatrocientos catequistas y 13 sacerdotes fueron asesinados en esos años... creo que la razón fue que la iglesia de Guatemala había adoptado la opción a favor de los pobres, y cuando la represión empezó, la iglesia no se quedó callada.
Además, ellos creían que éramos guerrilla, una acusación dirigida especialmente a nuestros catequistas, quienes, por el simple hecho de tener una biblia era un motivo de sospecha.
Ahora hemos reunido material para que más de 80 de ellos sean reconocidos como mártires.
Fue el santo padre (Juan Pablo II) en persona quien nos pidió hacerlo. El santo padre estuvo siempre cerca a nosotros en momentos difíciles, el vino a visitar nuestro pequeño país como tres veces.
Regresando a la opresión militar ¿que motivó su opción a favor de los pobres?
La opción a favor de los pobres no fue en ninguna manera subversivo, es una elección dictada únicamente por el evangelio y si lo sigues, no había otra opción que estar con ellos.
Algunas personas aún hoy no lo entienden y creen que esta elección es algo exclusivo y excluyente.
El Señor murió por todos, ciertamente, pero en ese momento nosotros teníamos que estar con los pobres y oprimidos. Y ahora, como entonces: en Guatemala el 80 por ciento de las personas no viven, sino sobreviven en un estado de pobreza.
De ese 80 por ciento de la población, cerca del 40 por ciento viven en condición de miseria extrema. Eso es en contra de los derechos humanos y antes que nada debemos salvar la vida humana y el resto (educación, salud, trabajo para el desarrollo agrícola, entre otros) viene después.
Debido a eso, nosotros, los arzobispos hemos pedido a todos los gobiernos que hagan leyes que promuevan el progreso social de estas personas pobres. Como pablo VI dijo, es necesario pasar del odio al amor, de la injusticia a la justicia, de las mentiras a la verdad y eso está también en el evangelio.
Usted fue uno de los primeros signatarios de un documento con las Naciones Unidas otorgado al presidente Oscar Berger y solicitar la implementación de medidas que apuntan a promover el desarrollo social y la defensa de los derechos humanos.
Los Acuerdos de Paz, firmados en 1996 en Esquipulas por el Gobierno y las fuerzas revolucionarias, otorgó las dos, para el fin de la guerra civil y la toma de medidas que apunten a quitar las causas del conflicto, como el reconocimiento de la identidad y de los derechos de los pueblos indígenas, la promoción de la educación, la desmilitarización de la seguridad pública, entre otros.
Yo estaba muy feliz que después de esos acuerdos la guerra sangrienta que causó 200 mil muertes y 100 mil refugiados, había terminado. Pero por los otros aspectos, aún estamos lejos de satisfacer los términos pactados en 1996.
Para que eso pase, debe haber una seria voluntad política y mucho dinero. La conferencia episcopal de Guatemala, nunca ha cesado de pedir que las medidas sean puestas en práctica, en ese sentido nunca hemos dejado de ser una voz para aquellos que no la tienen.
¿Cree que hay algún lazo de unión entre los cardenales latinoamericanos?
No hay duda que gracias al Consejo Episcopal Latinoamericano, hay un sentido de familiarización entre los arzobispos de Latinoamérica, también entre los cardenales, por quienes tengo gran respeto. Pero no somos un lobby, como yo creo que los arzobispos europeos y cardenales tampoco lo son. Hay mutuo respeto pero nada más.
En mi sueño personal, extraño la unidad centroamericana, pienso que haber roto el pacto federal de los países de Centroamérica en 1939 fue una tragedia. Sueño con morir con una identidad guatemalteca y un pasaporte centroamericano.
Prensa Libre, Guatemala
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