Monday, April 01, 2013

Un salmo para meditar en tiempo de Pascua



“Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo”. Este versículo del salmo 117 es muy apropiado para evocar la gran fiesta de la resurrección de Jesús.
Pascua, paso de Jesús de este mundo al Padre, es la gran celebración anual de nuestra fe, porque si Jesús no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe, comenta San Pablo.
“La resurrección de Cristo es vida para los difuntos, perdón para los pecadores, gloria de los santos” (San Máximo de Turín).
Este salmo evoca una ceremonia litúrgica en el templo de Jerusalén. En clave cristiana es la aclamación de la Iglesia a Jesús resucitado: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”, canta en su inicio. No hay mayor acción de gracias que dárselas al Padre que al entregarnos a su Hijo, obediente hasta la muerte de cruz, lo resucitó y exaltó a su derecha.
Antes de la exaltación, Jesús tuvo que pasar por la agonía, la burla, la angustia el abandono de los suyos. En uno de sus versos leemos: “Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte. Me rodeaban cerrando el cerco, en el nombre del Señor los rechacé. El Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación”.
Jesús ante el terror y la angustia de Getsemaní, suplicó a su Padre con lágrimas y gemidos,Dios lo escuchó por su actitud reverente y lo confortó con la presencia de un ángel.El salmista pasa con frecuencia del peligro del protagonista a su glorificación. Y es que no podemos separar la cruz de la resurrección.
En nuestra vida también pasamos por momentos difíciles y momentos seremos y de paz interior. La vida nunca es rectilínea. La de Cristo fue una dura lucha pero la muerte no tuvo la última palabra. Y esto queda también reflejado en el salmo: “No moriré, viviré, el Señor no me entregó a la muerte. Abridme las puertas del triunfo. Esta es la puerta del Señor los vencedores entrarán por ella”. Sí, Jesús vencedor de la muerte entró definitivamente por la puerta del cielo que permanecía cerrada desde el Edén, y con él arrastró una multitud que esperaba la redención Las puertas del cielo quedan abiertas a todos los creyentes. Porque como continua el salmista, “este es el día en que actuó el Señor: Sea nuestra alegría y nuestro gozo”. Sólo hay que pedir que él nos de la salvación y admitir que él nos salva.
En este día, el Gran Día, todo se hace luminoso las tinieblas son empujadas hacia el abismo por la luz del Resucitado. La luz venció a las tinieblas, ya no hay que temer la noche porque Él lo ilumina todo con una luz más resplandeciente que la del sol. Ya Jesús lo había dicho durante su vida mortal: “Yo soy la luz del mundo”. Si caminamos junto a él no podemos temer nada porque el nos guía, aunque pasemos por valles oscuros no temeremos porque nos conduce con su vara de pastor.
En la vida presente habrá, cómo no, momentos de muerte pero la muerte no tendrá la última palabra, hay que pasar por la cruz para llegar a la resurrección. Y nos ocurrirá como a la madre cuando ha dado a luz un hijo ya no se acuerda de los dolores del parto.
Así pues alegrémonos y gocémonos. ¡Aleluya!
Texto: Hna. María Nuria Gaza.
Sor Gemma Morató
Mi vocación
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