Thursday, December 04, 2014

Otro día para el sida


Ibrahim porta el VIH desde antes de llamarse Ibrahim. En concreto desde nueve meses antes de que los suyos comenzaran a pronunciar su nombre. Concebido en el seno de una pareja portadora –como si fueran unos malditos bienes gananciales– del virus de las tres letras, Ibrahim tiene ahora 15 años.

El día que le conocí vestía un polo de color morado, con un emblema en el pecho de esos por los que en nuestros centros comerciales pagamos 80, 90 o 100 euros. En su caso, lo más probable es que fuera una réplica adquirida por unos pocos francos ruandeses en alguna tienda de cualquier barrio de Kigali, la capital del país.
Ese día, el problema de Ibrahim no era el sida ni la malnutrición que denunciaban sus brazos, finos como el canto de un DIN A4. Aquel día, los ojos de Ibrahim clamaban porque estaba solo y su madre apenas podía visitarle en el centro sanitario en el que estaba ingresado, o porque su padre había fallecido hacía demasiado.
Pero también porque son pocos lo que avisan de que el VIH repunta por la pérdida del miedo a la enfermedad, porque las políticas anticonceptivas de los organismos internacionales no son tan efectivas como se pregonan, o porque el sida es algo más que un 1 de diciembre.
Y porque si no fuera por la sonrisa que aquella mañana le sacó la misionera de turno, todo sería más difícil.
 
Javier Fariñas Martín
Mundo Negro

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