Saturday, June 13, 2009

China tiene sed de Dios


(Faustino Catalina- Redactor Jefe de los Programas Sociorreligiosos de la cadena COPE) Veinte años después de la matanza de Tiananmen, que dejó centenares de víctimas nunca reconocidas por el Gobierno comunista, los chinos siguen sin conocer la verdad de lo que pasó aquel 4 de junio. Desde entonces, China ha despuntado como una potencia económica mundial que ha vendido al mundo una falsa imagen de apertura durante los Juegos Olímpicos del pasado año, y que continuará con la Exposición Universal de Shangai en 2010.

En vísperas de que el próximo 1 de octubre se cumplan 60 años de la creación del Estado comunista, en 2009 se conmemoran varios aniversarios decisivos de su reciente historia, como los 50 años de la revuelta del Tíbet o los 10 años de la represión del movimiento Falun Gong. Celebraciones consideradas como amenazas de insurrección por las autoridades chinas y sofocadas con extraordinarias medidas de seguridad, detenciones y control de la información para evitar cualquier expresión pública de crítica.
El nuevo valor de la religión

La visión atea de la realidad que tiene el Gobierno comunista chino hace que la libertad religiosa sea una de sus grandes asignaturas pendientes, mientras esgrime en su defensa el artículo 36 de su Constitución, que asegura que los ciudadanos son libres de profesar creencias religiosas y practicarlas sin discriminación bajo la protección estatal, siempre que no atenten contra el orden público. Las cinco religiones oficialmente reconocidas son: budismo, taoísmo, islamismo, protestantismo y catolicismo; y frente a un 50% de ciudadanos chinos que se declaran agnósticos, está un 28,5% que practica religiones chinas tradicionales como el confucionismo y el taoísmo y un 8,4% el budismo.
Pero, a pesar de los controles, es ya imparable la “gran sed de Dios” que constatan numerosos testimonios e informaciones después de décadas en las que la religión ha sido sofocada por el marxismo. Una sed que sienten también, según un estudio secreto del Partido Comunista chino, 12 millones de sus miembros, que participan con regularidad en actividades religiosas de comunidades clandestinas, ya que el partido les prohíbe participar en los cultos oficiales.
El trabajo de Catalina se completa con destacados testimonios, como el de Nicolás, un seminarista chino que está completando sus estudios en el seminario de una ciudad europea; el del P. Bernardo Cervellera, miembro del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME) y director de la agencia AsiaNews.it; o el del P. Sergio Ticozzi, quien ha trabajado durante siete años en China y también es miembro del PIME. Asimismo, ofrecen su testimonio el misionero comboniano Daniel Cerezo, que pasó 17 años en el país y el sacerdote de origen chino José Yan, OAR, que atiende en España una pequeña comunidad de católicos chinos.
Vida NUeva

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