Para los que trabajamos con personas con diversidad funcional, especialmente con personas con sordera y/o sordoceguera, el apóstol Pablo será siempre una referencia para la Iglesia, si el tema es la comunicación, especialmente cuando éste no midió ningún tipo de esfuerzo en interactuar con todas las personas. Su vida es un claro ejemplo de que ‘evangelizar’ es ‘comunicar’.
Una de las necesidades básicas del ser humano es la comunicación que permite que las personas interactúen entre sí y construyan la sociedad. En este sentido, la principal necesidad de una persona con sordera y/o sordoceguera es la comunicación. Todas las demás necesidades (acceso a la información, crecimiento personal y social, identidal personal, autocontrol, etc.....) se circunscriben en torno a la comunicación. Toda evangelización circunscrita al mundo de las personas con sordera ha de partir de esta premisa. En esto, la atención pastoral a las personas con sordera ha de comenzar con un acercamiento a su realidad como persona y atendiendo a la especificidad de su comunicación. Por lo general, esta tiene que basarse en un sistema (o apoyo) visogestual.
Si aplicamos la experiencia paulina a la evangelización de las personas con sordera y/o sordoceguera, podemos decir que la comunicación, tanto verbal como no verbal, es, en principio, una experiencia antropológica fundamental. La comunicación es siempre una búsqueda del otro y de un compartir. Las personas con sordera y/o sordoceguera están siempre en búsqueda. Un signo (o seña), un espacio de encuentro visogestual, una imagen, unas manos, el rostro de una persona, etc. que les ayude a autorrealizarse como personas y les pemitan acceder a la información. Sin embargo, por más que la palabra comunicación esté de moda, no siempre las personas participan, de manera satisfactoria, de este proceso, particularmente en la relación interpersonal, llegando, a veces, a malentendidos, generando con ello múltiples y variadas barreras de comunicación.
La lengua de signos (o de señas), si bien es muy importante para la vida de la persona con sordera y/o sordoceguera, nos hace ver que la comunicación es, antes de todo, una experiencia humana. El uso de la lengua de signos (o de señas), o de cualquier otro sistema comunicativo, es una prueba palpable de que la utilización de elementos visogestuales mejora la calidad de la comunicación entre las personas. La mirada es un elemento importante en el proceso comunicativo. Mirar no se reduce a “ver”. Se puede ver un gesto facial, unas manos, un mensaje, y no interesa su significado. “Escuchar”, al contrario, es prestar atención no sólo al mensaje, sino, también, a la persona que transmite su contenido. Porque escuchar es utilizar los oídos del corazón para percibir al otro. Las personas con sordera tienen necesidades de audición y de comunicación, pero sus corazones son sus mejores oídos, porque saben captar en el otro la esencia misma de la palabra. Lo importante no es la lengua en sí misma, sino la comunicación. La experiencia comunicativa paulina considera que la mirada y el tacto refuerzan y estimulan el intercambio de experiencias vitales, enriqueciendo las relaciones personales y la vida comunitaria.
Pablo en la perspectiva de una comunicación abierta a la vida.
Hoy en día, la palabra “comunicador” sugiere una imagen “esteriotipada”, inculcada, sobre todo, por los mass media. En referencia a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, alude al arquetipo del hombre y de la mujer como modelos de falsa belleza, de apariencia cinematográfica, en el que sus imágenes convergen con el perfil trazado por la lógica del dinero y del espectáculo. Por eso, la comunicación ha de partir de lo hondón del alma, de la esencial del ser y del existir, porque comunicar es inherente a la naturaleza humana. En este sentido, la experiencia vital de las personas con sordera y/o sordoceguera nos ayuda a descubrir la importancia de la comunicación desde la sencillez, la corporeidad y sin estridencias.
Desde esta perspectiva, el apóstol Pablo no tiene nada que ver con las imágenes virtuales producidas por los mass media. Sus cartas, especialmente las que escribió a la comunidad de Corinto, revelan a un hombre y a una mujer que se encuentran más allá de la falsa imagen actual del comunicador. “Por mi parte, hermanos, cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría” (1Cor 2, 1). “Débil y temblando de miedo me presenté ante ustedes; mi mensaje y mi proclamación no se apoyaban en palabras sabias y persuasivas, sino en la demostración del poder divino” (1Cor 2, 3). Pablo no buscaba “seducir” a las personas por el lenguaje, ni por la retórica ni tampoco por las falsas apariencias. Algunos miembros de las comunidades no entendían este modo de actuar, a tal punto que desconfiaban de él. Llegaban a dudar de que él fuera un evangelizador auténtico, por faltarle esas características.
Pablo es el paradigma del comunicador abierto a la vida, porque se adaptó a las necesidades de todas y cada una de las personas, sin exclusión alguna. Y con una convicción: con debilidad y miedo, ¡su vida era un instrumento de Dios!. Desde esta premisa, ¡cómo no evangelizar a las personas con sordera y/o sordoceguera!. El horizonte del mensaje paulino es considerar la comunicación como un instrumento de comunión y de unidad. Así todos, sin exclusión alguna, y teniendo en cuenta la diversidad funcional de todas las personas, podemos sentarnos en una misma mesa, especialmente en la Palabra y la Fracción del Pan.
Juan Ramón Jiménez Simón
Juan Ramón Jiménez Simón
Dtor. Dpto. Pastoral del Sordo – Archidiócesis de Sevilla
Ecclesia
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