Sunday, June 21, 2009

La homilía de Betania: “VAMOS A LA OTRA ORILLA”

Por José María Maruri, SJ


1.- La alegría de los puertos pequeños es ver los barcos salir. Siempre con alguna incertidumbre de lo que puede pasar. Y verlos regresar cansados pero alegres de la buena pesca obtenida. La nota triste la da algún casco viejo que ya ni sale ni entra, esta amarrado, sin otro futuro que el desguace.


“Vamos a la otra orilla” es el mandato del Señor, con esfuerzo, remando, luchando pero con alegría y energía. “Vamos a la otra orilla”, aunque se nos duerma el Señor en el camino… que aún dormido es el Señor.


--ese Señor que encierra al mar como una tinaja, dice el Salmo

--ese Señor que no necesita más que arena débil y suave para contener la fiereza del mar.

--ese Señor que trata al mar como a niño caprichoso, al que pone pañales de niebla y mantillas de nube.

--ese Señor, que emplea con el mar dos palabras: “Silencio, cállate”, que se le dice a un niño mañoso y llorón. O a un perrito faldero molesto por sus ladridos: “cállate, déjame en paz”


“Vamos a la otra orilla”, no es estanquéis, no os quedéis amarrados a la orilla esperando sólo el desguace.



2.- No temáis porque el Señor aún dormido es el Señor.

--Jesús se le durmió a María en sus brazos en la pobreza de Belén.

--Jesús se le durmió huyendo de Egipto bajo la amenaza de Herodes.

--Jesús se les durmió dos noches en el templo de Jerusalén, mientras José y María le buscaban angustiados.

--Jesús dormía cansado de jugar en Nazaret mientras José y María pensaban en el pan de cada día y escaseaba.

--Jesús quiso dormirse en Caná de Galilea y su Madre no le dejó porque sabía que era el Señor.


“Vamos a la otra orilla” llevando al Señor dormido, velando su sueño, alegres de saber que se nos duerme en la barca porque confía en nosotros, como confiaba en José y María.


“Vamos a la otra orilla” sin el miedo al mar ni a la tormenta, con valentía, porque la Fe es un riesgo, es una aventura, no es un valium ni un tranquilizante, es un tirarse a ciegas en los brazos de Dios al que intuimos en la penumbra de la fe.



2.- “¿Es que aún no tenéis fe?” Creo que la mayoría de nosotros tenemos fe, pero en cuanto se nos mueve el agua alrededor de la barca con cualquier problema de la vida nos da miedo y se nos escapa la frase de los discípulos: ¿Pero es que no te importa que nos hundamos? ¿No le va a importar si ha dado su vida por nosotros?


Aun con mucha fe el Señor ha ido frases semejantes como aquellas de Santa Teresa: “Señor, ahora entiendo por qué tienes tan pocos amigos, si los tratas tan mal”


Aun su propia madre trató de despertarlo cuando se le quejó en Jerusalén: “¿Por qué lo has hecho así con nosotros, no sabías que tu padre y yo te buscábamos angustiados?


Frases como éstas al fin son frases de fe, de personas que saben que dormido y todo es el Señor. Hay otras que se oyen hoy: “Soy creyente pero no practicante”. Son los que no quieren meterse mar adentro, no quieren a la otra orilla, no quieren correr el riesgo de la fe. O esa otra: “He perdido la fe”. No se les ha dormido el Señor, son ellos los que se han dormido, como no se durmió el Señor en el Huerto de los Olivos, sino los discípulos. Estos son barcos que nunca se harán a la mar, se quedarán amarrados en el muelle como cascos viejos que esperan el desguace.



3.- Soltemos amarras y rememos hacia la otra orilla y nunca echemos atrás como las otras embarcaciones que salieron con la de Jesús y luego desaparecieron de escena, por mucha tormenta que haya alrededor llevamos con nosotros al mejor piloto, al Señor de los mares que dormido y todo vela por nosotros.

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