Jesús nos habló del Espíritu Santo, no sólo como un consolador, sino como una brisa, que sopla en forma misteriosa. Si levantamos nuestro velamen, el Espíritu Santo realizará una notable labor por nosotros, nos ayudará a estar abiertos a conocer la condición humana, y a ser creativos en las soluciones a la miríada de problemas que están presentes hoy en nuestras vidas: matrimonios fracasados, hijos ingratos, pérdidas del trabajo, un hastío milenario, fallas morales graves. Para esto necesitamos estar preparados en cada momento, listos para cambiar planes si percibimos la necesidad de cambios inmediatos. La religión se vuelve natural y orgánica, sin nada del alegre estrechar de manos, de la religiosidad con la sonrisa fija, que a menudo no llega más allá. Es nuestra intención, no nuestra culpa, la que nos debe motivar sobre todo lo demás.
Espacio Sagrado
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